Comunicado del Instituto Galego de Praxe Actual (IGAPA) sobre las formas de hacer del Festival Escenas do Cambio

 

IGAPA-Escenas do Cambio

A los medios de comunicación

Al sector de las artes escénicas de Galicia

A quien pueda estar interesad@

“Cambio: concepto que denota la transición que ocurre de un estado a otro, por ejemplo: el concepto de cambio de estado de la materia en la física (sólido, líquido y gaseoso) o de las personas en su estado civil  (soltero, casado, divorciado o viudo); o las crisis, o revoluciones en cualquier campo de los estudiados por las ciencias sociales, principalmente la historia, que puede definirse como ciencia del cambio.”

Si situamos el término cambio en la escena contemporánea tenemos que abordarlo de manera global, holística, sistémica y total. Hoy ya no tiene sentido otra cosa; rotas las barreras todas somos todo, todo implica a todo, todas configuramos el sistema como comunidad.

El Festival de invierno de teatro, danza y arte en acción “Escenas do cambio” surge para nuestra felicidad: María Ribot, Olga Mesa, Olga de Soto y María Muñoz juntas todas ellas y a la vez en el país, tras muchos años de exilio. Un lujo para los y las que operamos en las artes vivas. Si a esto le sumamos a Cláudia Dias, Idoia Zabaleta, Ana Vallés, Thomas Walgrave, Marcelo Evelyn y Mónica de Nut, artísticamente estamos servidas. Celebramos pues la llegada de un espacio de programación y pensamiento internacional con vocación de permanencia y continuidad, para eso llevamos años trabajando e generando dispositivos, proyectos, ideas, encuentros, metodologías de trabajo y pensamiento.

Pero por encima de eso y por motivos de los que trataremos de dar cuenta aquí, en este texto colectivo, una profunda incomodidad se ha instalado en el interior del sector de las artes vivas que en principio está o tenía que participar de este festival. El malestar no tiene que ver con la existencia o con los contenidos del festival sino con los modos y en los términos en los que el ciclo de programación se relata, se comunica, se presenta, se relaciona y se produce. Formas de hacer que en nada atienden ni mucho menos favorecen, es más, ni tan siquiera dan cuenta de que exista un conocimiento técnico real de aquello que según su equipo de dirección –en este caso corporeizado en una única subjetividad– pretende crear, fortalecer y visibilizar: el tejido profesional de la escena gallega.

Cuando se hace algo es fundamental saber para qué se hace. Si “Escenas do Cambio” tiene como objetivo tanto el éxito de un programa concreto como el fortalecimiento de un tejido profesional concreto, quizás el camino no sea generar dentro del festival un espacio de representación, trabajo y análisis que excluya a artistas, curadorxs, y mediadorxs que llevamos operando en la conexión de la escena galega con los contextos internacionales de las artes vivas presentes en el festival desde hace algo más de una década.  Estas ausencias y limitaciones de aforo basadas en decisiones subjetivas intolerables en un programa cultural público, no denotan más que la instrumentalización de un determinado discurso –al que no acompañan las formas– y de una producción de conocimiento colectivas con la finalidad de mantener de forma privativa su gestión y distribución.

Para arrogarse la representación de la voluntad de transformación de las artes vivas, tal y como hace “Escenas de Cambio” lo primero es saber si esa voluntad real existe en el contexto y en las comunidades que configuran el ecosistema sobre el que se quiere incidir, y si esta existiese, tirar para adelante en compañía, sumando esfuerzos, trabajos, ideas, saberes, experiencias, errores y fracasos, poniendo sobre la mesa los conflictos y generando espacios para esa continuidad que tanto reclamamos y que tan poco ponemos en práctica. Si se trata de contribuir a cambiar algo en las artes vivas es importante cambiar no solo la mirada curatorial sino de aplicar en la metodología y en las formas de hacer internas del propio festival, esas que las artistas y los colectivos invitados emplean en sus  trayectorias, discursos, acciones y modos de habitar el mundo.

Las artes vivas, esa comunidad o tejido del que se habla en entrevistas, artículos, y declaraciones del equipo directivo del festival tiene un cuerpo real, una voz, y no se deja patrimonializar tan fácilmente. Es conveniente reaccionar a los riesgos de la capitalización simbólica por parte de la Cidade da Cultura y de sus agentes del orden de las fuerzas vivas de producción cultural; máxime cuando aunque vivimos en un sistema capitalista que no podemos evitar, esa capitalización o rentabilidad simbólica se establece de manera jerárquica y no distributiva. Materialmente, es decir, en las políticas presupuestarias e inmaterialmente, es decir, en las formas de hacer, no se está trabajando de una manera transparente y horizontal. No se está desenvolviendo ninguna metodología de encuentro ni de trabajo comunitario ni hay un trabajo real de investigación y puesta en conexión que haga perdurables, accesibles y comunitarias las aportaciones y los aprendizajes en los que se está invirtiendo en el programa de reflexión paralelo al festival.

Es importante destacar que aunque la voluntad de los agentes sea la positiva, o la de hacer, incluso la del éxito, su falta de legitimación y sus precariedades metodológicas están afectando a la comunidad de profesionales de las artes escénicas y de las artes vivas del contexto. Siempre habrá festivales y ciclos espectacularizantes, que los haya, pero que no se le llame “trabajo de tejido”, “revolución de las artes escénicas”, “escenas del cambio”, u “ocupación de la Cidade da Cultura para colocarnos en el mundo”, porque al producir esa imagen delirante, es decir, desconectada de la realidad, se está haciendo desaparecer un trabajo y una inversión afectiva y profesional contemporánea importante.

Denunciamos aquí pues, la práctica personalista y privatizadora que significa la aparición de un evento como “Escenas do Cambio” con sus formas de hacer y de enunciar y con su pretendida exclusiva titularidad revolucionaria. ¿Escenas del cambio? ¿De qué cambio? ¿De qué diferencia real se está hablando si el modo de posicionarse en el interior de la institución repite y perpetúa modelos hegemónicos de desatención a los procesos colectivos contextuales, de dinámicas centradas en eventos y diseño jerárquico y cerrado de grupos de poder al margen del entorno? Formas de hacer que paralizan las conexiones reales en las que llevamos, como comunidad profesional, creativa y de investigación trabajando desde hace  tempo. ¿No es esto remar  literalmente en contra de los esfuerzos colectivos?

Con esta comunicación pretendemos también llamar la atención sobre el hecho de que la utilización del discurso es también un arte viva y por lo tanto una acción con importantes efectos de realidad. ¿A quién sirve pues afirmar tal y como hace en el medio Galicia Confidencial, que una persona en concreto está dirigiendo “El cambio”? ¿Es lícito que la Cidade da Cultura o un director escénico se atribuya a sí misma o a sí mismo la “revolución de las artes escénicas”? ¿Cómo es posible que la malformación arquitectónica e infraestructural que está consumiendo la mayor parte de nuestros recursos destinados a la financiación de la cultura defienda que trabaja para nosotros, como comunidad creadora estamos trabajando (y en qué condiciones) para el mantenimiento de la propia infraestructura, como contenidos y no como comunidad investigadora?

Si la voluntad real es generar tejido y transformar la escena gallega, ahí van algunas ideas consensuadas desde la comunidad profesional por el Departamento Transnacional Contemporáneo (DTC) del IGAPA:

  • Artes vivas desde la infancia; en las escuelas infantiles, primaria, secundaria y universidad. Aulas impartidas por artistas en activo.
  • Artes en la vida cotidiana. Contacto permanente con artistas a través de proyectos desarrollados desde contextos locales.
  • Becas transnacionales para la formación en artes vivas.
  • Apoyo a la investigación.
  • Apoyo a la creación, producción y difusión de obra y trayectoria vital.
  • Programación Expandida.
  • Apoyo a la formación y actualización constante.
  • Creación de un festival internacional en la Cidade da Cultura con curadoría colectiva y representativa de los circuítos internacionales de programación y conexiónes de trabajo ya existentes.
  • Apoyo a los festivales existentes con medios económicos, humanos y de formación.
  • Vinculación a las redes de trabajo  ya establecidas en el contexto.

IGAPA – Instituto Galego da Praxe Actual

Links de referencia

Escenas do cambio:

http://www.escenasdocambio.org/

http://www.galiciaconfidencial.com/nova/22809-pablo-fidalgo-dirixindo-cambio

http://www.crtvg.es/cultural/corte-a-corte/entrevista-a-pablo-fidalgo-sobre-escenas-do-cambio

Escena gallega:

http://www.tea-tron.com/perropaco/blog/2014/07/07/3-feria-gayega-un-paisaje-gallego/

http://www.mov-s.org/?s=Galicia

http://corpoaterra.com/

https://www.facebook.com/decorpoenlugar

http://istoenormal.org/es/novas/segundo-andar

http://altvigo.wix.com/altvigo

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#3 Feria gayega | El crisol del teatro posdramático gallego

matarileHistoria natural de Matarile Teatro. Fotografía: Baltasar Patiño.

Contra lo que pueda parecer, además de la lengua como base de una cultura diferenciada como es la gallega, hay otros índices en los que radica lo que podríamos llamar idiosincrasia gallega. La cultura es un constructo y un acúmulo de componentes que derivan, fundamentalmente, de un paisaje, una orografía, un climatología y una historia o historias comunes y específicas. La lengua no es más que la representación léxica, fonética, gramatical y musical de una realidad específica que ha sido nombrada desde tiempos inmemoriales.

La hierba y los frutos y hortalizas que, entre otros elementos, aparecen en los espectáculos de Matarile Teatro, son una marca sutil y simbólica de un paisaje cultural en el que también se encuadra esa conciencia de periferia que, por no ser centro, condena a Galicia desde hace muchos siglos de doma.

Del mismo modo podría analizarse la composición de personajes (la retranca, la morriña, un cierto existencialismo vitalista) y los ambientes de una buena parte de la dramaturgia de Valle-Inclán, aunque las palabras de sus obras estén en catellano, la música que las anima es gallega. Y la música, el movimiento, la luz, el panteísmo que proyecta y anima la naturaleza excelsa de este país, con base en el Antigo Reino de Galiza, también forman parte de una cultura diferencial que sigue presente en las últimas tendencias de las artes escénicas gallegas.

Este es un tema para desarrollar y estudiar pormenorizadamente. En estas letras solo se tocará de manera tangencial para abordar los tres pies sobre los que bulle la marmita del teatro posdramático gallego. A manera de captatio benevolentiae quiero pedir disculpas, de antemano, por el reduccionismo esquemático que implica esta exposición.

Según mi modo de ver hay tres compañías que, desde hace décadas, han depurado una poética teatral próxima a lo que Hans Thies Lehmann ha analizado bajo la amplia denominación de “teatralidades posdramáticas”.

En primer lugar MATARILE TEATRO de ANA VALLÉS y BALTASAR PATIÑO, con dramaturgias en las que siempre se revela una honda necesidad y amor. Espectáculos en los que la performance más física y plástica configura el elemento principal de atracción y de sentido (más allá del significado), dentro de una polisemia tan rica como el conjunto de acciones disyuntivas y heterogéneas que se dan cita en sus obras. El concepto de “evento”, de “encuentro” real (no “realista”, insisto, sino “real”) y verdadero con la espectadora y el espectador concretos son una de las marcas de la casa. Sin imposturas, sin ampulosidades, sin pretenciosidad… desde una honestidad asombrosa.

La acción lumínica, la acción sonora, los materiales textuales diversos presentados a través de la acción verbal, la acción coreográfica, la acción objetual, la caracterización, los juegos de simulacro… dan lugar a espectáculos de fuerte impacto estético y emocional. Llama la atención, además, la dimensión existencialista y filosófica que, unida a un vitalismo de honda raíz gallega, siempre alienta en las obras de MATARILE TEATRO.

Hace bastantes años la SALA GALÁN y el FESTIVAL EN PÉ DE PEDRA, en Compostela, ambos organizados y programados por MATARILE TEATRO, fueron la cuna de la DANZA CONTEMPORÁNEA GALLEGA y del TEATRO-DANZA que después ha ido desarrollándose con muy pocos apoyos públicos. Es lamentable que los responsables de las instituciones culturales y artísticas gallegas no se hayan dado cuenta aún de que Ana Vallés es la persona más indicada para la dirección artística del CCG (Centro Coreográfico Galego) y que, con ella al frente, una buena parte de las artes escénicas más vanguardistas de Galicia podrían comenzar a progresar y a internacionalizarse. Pero… Aquí, por estos lares, la miseria suele ganarle a la inteligencia.

seleccioneurozone9Eurozone de Chévere.

El segundo pie sería el GRUPO CHÉVERE con Xesús Ron, Patricia de Lorenzo, Miguel de Lira, entre los que están prácticamente desde los incios. La SALA NASA de Compostela, ahora ya cerrada, las ULTRANOITES, una especie de cabaré pop y bravú y sus espectáculos de creación colectiva, de fuerte calado político y en un tono preponderantemente cómico, son otro caldo de cultivo para muchas generaciones de teatreras y teatreros de Galicia. Sus parodias y caricaturas, sus simulacros y musicales, no dejan títere con cabeza, pero siempre desde el humor inteligente y el compromiso con la sociedad del momento.

Su declaración de intenciones es clara: “Chévere se inclina siempre del lado del juego, de la invitación, del goce, de lo inmediato y de lo genuino en vez de inclinarse hacia profundidades psicológicas, gestos aprendidos, impostación […] Chévere rechaza la tradición del teatro bien hecho (la tradición, no el teatro) y los parámetros establecidos a este respecto, que substituye por un lenguaje propio. Chévere ignora el tópico del acto creador y la manifestación gestual del sujeto y renuncia a la categoría de autor. Su práctica no respeta las prácticas establecidas por el teatro tradicional, por la vanguardia o por la crítica. Contrapone el mal gusto, lo banal, lo inacabado, lo fragmentario y el pastiche al teatro dominante, aspecto enfatizado por su repertorio iconográfico (los símbolos de la cultura globalizada imperante, pero también los de la cultura muy local) y dramatúrgico (narrativa de género, pero también práctica performática, plástica, sonora, visual, poética)…”

El tercer pie sería el sello de “teatro perralleiro” acuñado por QUICO CADAVAL, que, en realidad, se trata de un tipo de teatro-fiesta en el que prima lo dionisíaco por encima, o por debajo, de lo dramático. Esto se pudo comprobar en su dramaturgia y escenificación de Noite de Reis de W. Shakespeare para el CDG (Centro Dramático Galego) en la época que asumía la dirección artística de esta institución Cristina Domínguez. También en sus trabajos con el dúo MOFA & BEFA. Una comicidad de hechura galaica que mezcla ingenuidad y malicia, procacidad violenta y ternura.

También sus espectáculos con PRODUCIÓNS EXCÉNTRICAS, como Shakespeare para ignorantes, juegan con ese tono de comicidad altamente lúcida y con una afirmación del juego teatral, en el que el show y el entretenimiento, la fiesta escénica, siempre están garantizados, ya sea de manera explícita, ya sea de manera escondida tras la representación de alguna obra de repertorio.

Estos tres pies, a los que se suma la ESAD (Escola Superior de Arte Dramático) de Galicia, con el fuego indómito que brota del eje atlántico, sostienen la marmita del teatro posdramático gallego en el que ya brillan con luz propia otras jóvenes compañías.

Afonso Becerra de Becerreá

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Carta a un joven imbécil #4 | Ana Vallés

cerrado.x..mataCerrado por aburrimiento (2009) de Matarile Teatro. Imagen: Jacobo Bugarín.

Oficio de tinieblas

(Este título está inspirado en el nombre que se le daba a un oficio religioso de maitines algunos días de la Semana Santa. Se cantaban poco después de medianoche y, según cuentan, las lámparas y las velas se iban apagando gradualmente quedando todo en tinieblas antes de que amaneciera. Así yo me voy quedando a oscuras estos días mientras trato de escribir. Nada que ver con la obra del mismo título de C.J.Cela.)

De entrada, digo que sí, sin pensarlo dos veces. Desde Perro Paco me contáis que en la sección cartas a un joven imbécil “distintos profesionales del medio escriben lo que dirían a un joven que se dedica a las artes escénicas con el deseo de que deje de ser un poco menos imbécil”.

Más tarde, cuando supongo que ya no tengo excusas para no ponerme a escribir, me replanteo si en realidad me seduce la idea de asociar JOVEN a IMBÉCIL, y menos “joven que se dedica a las artes escénicas”.

Busco la definición que da la RAE de imbécil: alelado, escaso de razón. O sea alguien que provoca el desinterés, el menosprecio o, incluso, el desprecio. Nunca les llamaría imbéciles a los jóvenes que se dedican o se quieren dedicar a estas artes.

Entonces, ¿por dónde empezar? Busco en el caos de mis notas habituales y me encuentro con un comentario sobre una fotografía que muestra un cuerpo en tensión, arqueado, podría ser un danzante. Entre otras cosas apunta: “Las manos son la comunicación; los pies la realidad”. Pero, ¿esto qué pretende decir? ¿Que la forma de andar o, mejor aún, la forma de pisar no comunican? ¿Que la constitución de nuestras manos y su manera de tocar, acariciar o apartar no forman parte de la realidad? Ay, ay.

Quizás el joven imbécil no sea tan joven, y ni siquiera se dedique a nuestra profesión. Quizás sea más bien alguien que mira y juzga desde el exterior, asomando sólo la punta de las narices: ¿un crítico? ¿un escritor? ¿un ex-actor? ¿un profesor? ¿un experto en dramaturgias varias? ¿un razonador que pretende traducir todo a palabras, interpretar lo inefable?

A veces esta profesión se entiende mal, o se desatiende al convertirse en una serie de habilidades técnicas, de métodos aprendidos, de prejuicios conceptuales o de discursos prestados.

Tal como yo la entiendo, supone el valor único de cada representación -cada movimiento, cada palabra, cada espacio, cada encuentro-, no pretende el virtuosismo del mono de feria ¿ese es el imbécil, hoy? ¿el repetidor incansable? Entonces, queridos pacoperros, el imbécil no es joven, no le ha dado tiempo.

Quizás sea yo la mona, la mona verde, la vieja mona, la petite monster.

Y cómo me apetece fumar un cigarrillo, tumbarme en el suelo, acariciar esa cabeza; lo retrasaré un poco más.

Así las noches, los días

Convirtamos el teatro (cuando digo teatro digo danza también) en objeto de análisis. Pero desde dentro NUNCA DESDE FUERA. El análisis en el propio teatro.

No será desapasionado, ni se hará sin querer percibir la carga humana que hay detrás.

¡Venga! ¡Hablemos del intrusismo!

Esta profesión es una mierda, lo dije muchas veces, la última en “Cerrado por aburrimiento”. ¿Por qué dejamos que hablen por nosotros los que intuyen u olfatean pero nada saben, joder, los habladores, a los que me refería ya en el programa de mano de “Acto seguido” en 2003:

Hablamos de actores porque eso es lo que somos.

Hablamos de teatro porque somos los actores quienes lo hacemos.

No son los periodistas, no son los académicos, no son los teatrólogos, no son los críticos, no son los autores.

Somos nosotros, los actores, quienes podemos saber qué es esto que hacemos.

Cuando lo hacemos. Cuando tomamos la determinación de actuar y no de interpretar.

 Lo que se dice a menudo sobre nuestra profesión, sobre el teatro,

no es más que una ficción. Un cuento.

Y nos preguntamos por qué los que no hacen teatro se empeñan tanto en hablar, hablar

y hablar de esto que hacemos nosotros y que, si verdaderamente pudiera ser hablado,

razonado, contado o explicado, sería absolutamente superfluo.

Si el teatro no es más que palabras, si se puede limitar a las palabras,

que se vayan a casa los actores.

Pero si por un momento admitimos que el teatro es, o mejor, puede ser

algo más, mucho más, tanto que nos es difícil definirlo, imposible registrarlo

y por supuesto entenderlo y explicárnoslo a nosotros mismos,

entonces

entonces

entonces

que se callen los habladores.

(y nosotros a lo nuestro, a disfrutar de ese vértigo que nos mata

y que precede a la bajada de luz de sala.

Nos agarramos a los sombreros y nos deslizamos a muerte cuesta abajo…)

Por si alguien, imbécil o no, no se había dado cuenta, esta es una profesión dada al menosprecio, al rapiñeo, a la copia burda, a la zancadilla y al siempre rentable maldecir (¿español? ¿Existe esta afición por la maledicencia en otras culturas?).

Todo dios opina; vivimos en el mundo de la opinión. Pero una cosa es saber y otra opinar. ¿Todo el mundo sabe? No: todo el mundo CREE.

Pero el caso es que nos empeñamos en encontrar cierta verdad en lo que hacemos y, desesperadamente, buscamos y aceptamos esas opiniones, que la mayor parte de las veces no hacen más que introducir la duda o la desconfianza sobre lo que hacemos.

Un día, después de una actuación, alguien me dijo: “la verdad es que cuando te veo actuar no sé hasta qué punto eres genial o me estás tomando el pelo”. Y, en otra ocasión, durante un encuentro con periodistas y público: “entiendo lo que dices pero no me lo creo”.

Concluyo que en este oficio se da cierta dosis de masoquismo. ¿Debo reconocer también la mía? Sí.

El peso de la chaqueta

En nuestra profesión está institucionalizado el patio de vecinos, el cotilleo y la maledicencia. Se practica regularmente el poner a parir a alguien como si estuviera ya muerto; ese es el discurso generalizado de nuestros críticos, abras el periódico que abras, ahí está, el elogio que precede indefectiblemente a la cuchillada, como en este periódico de hoy donde nuestro crítico de turno habla de un actor que interpreta a Macbeth, y después de decir que “brilla a gran altura en los soliloquios”, apuntilla un pero, un pero…; nada menos que “pero no alcanza la incandescencia alucinada que requiere su personaje”.

De todas maneras sólo es el reflejo escrito de esa práctica caníbal entre los distintos sectores de la profesión: actores, directores, programadores, técnicos, bailarines, coreógrafos, figurantes, diletantes, sus madres, sus mentores, sus padrinos, la madre que los parió, ¡qué voracidad! Ñam, ñam, ñam…

¿Cuáles son los límites de la crítica? ¿O sus objetivos? Se supone que informa, quiere convencer y mostrar relaciones, o sea, sugiere una mirada o perspectiva sobre la comprensión de una obra. Pero si partimos de que el arte provoca y estimula diferentes interpretaciones, miradas, lecturas, sentimientos, la crítica no debería nunca decirnos lo que se debe o no se debe ver o interpretar, y mucho menos aprobar o suspender. Es muy fácil caer en la tentación de tener poder, y de ejercer el poder, y es muchísimo más difícil desarrollar un discurso que no siente cátedra y que estimule el interés. Admiro a los críticos que se alejan del maniqueísmo, admiro a los que se apasionan, admiro a los que callan también.

Catálogo de variedades

Menos mal que tranquilamente, entre sorbo y sorbo de café, decido pasar la página correspondiente a la crítica de teatro sin detenerme, y puedo encontrar, como hoy, una fotografía bellísima, el cuerpo desnudo de una mujer sobre la hierba, fumando, de Peter Lindbergh. Y claro, me reconcilio con el mundo: si ha existido ese cuerpo que se deja observar, si alguien ha estado allí para contemplarlo y gozarlo y yo, ahora, tengo el privilegio  de compartir esa mirada, sólo puedo tener en este momento un sentimiento de gratitud. Una bella yaciente tan rotunda y potente como “El origen del mundo” de Courbet.

Cordula_Reyer-Peter_Lindbergh 4Ben Vautier dice que “para que lo bello sea bello es imprescindible que escandalice o haya escandalizado”. Aparte de ser una máxima como otra cualquiera y teniendo en cuenta que todas las máximas son cuestionables, es una tremenda chorrada. En todo caso, no creo que Peter Lindbergh pretendiera escandalizar y desde luego no nos escandaliza. Quizás sí haya escandalizado Courbet cuando pintó el origen del mundo pero es mucho decir que su belleza radica en ese escándalo.

Otra máxima: “escandaliza, que algo vende”. Con esta estoy más de acuerdo; Cela, después de ser censor, se tomó esta máxima al pie de la letra. El mito del artista provocador o escandalizador. Podríamos inventarnos ahora el decálogo del artista-artista: 1 – que escandalice. 2 – que se tenga bien trabajada la imagen, o sea, el marketing. 3 – que maneje mucha pasta, vamos, que detente o que aspire a un cargo público. 4 – que viva del poder y que desprecie el poder. 5 – que aborde discursos bio o eco (biopolíticos, bioéticos) 6 – que revisite periódicamente a los clásicos. 7 – que no hable de nadie más que de uno mismo bla bla bla (este párrafo es parte de un texto de “Cerrado por aburrimiento”).

“Para vender agua limpia es preciso aumentar el peligro del agua contaminada” es muy aplicable al teatro, desde un lado o desde el otro: para vender lo de siempre se acusa a los demás de no inventar nada nuevo, y para vender lo más provocadoramente provocador se acusa a los otros de ser comerciales, de estar acomodados, bla.

Quijoptimista

Cuando uno improvisa en escena no suele ser consciente de los movimientos que hace, de las palabras exactas. Después, al tratar de recrear una improvisación, el cuerpo busca energías y asociaciones, no sólo las que la provocaron si no las que fueron surgiendo al tiempo de la improvisación. Y al final, los movimientos van conformando una partitura, los tiempos acaban fijándose, las palabras precisas encontrándose.

Pero no quiero hablar mucho sobre lo que hago, porque no quiero poetizarlo. Odio “la palabra de artista” sobre sí mismo.

Me limitaré en este último apartado a dar unos consejos para la salud: aire fresco, ejercicio y conocer gente. Esto es fundamental. Comunicarse con el mundo. Así que no lo dudéis, pacoperros, o jóvenes que os dedicáis a las artes escénicas a pesar de la decepcionante realidad: EL TEATRO ES BUENO PARA LA SALUD.

Y como contrapunto al buen rollito quijoptimista -término que escuché en la radio y con el que me identifico plenamente- recopilo tres apuntes sobre la seriedad contemporánea:

Uno. Mi amigo actor -hace tiempo que no es joven, gracias a dios- está instalado en el pasado y de espaldas al público, con los brazos caídos. Así mira la escena; pero ¿es posible que desde esa actitud mire el mundo? Me resisto a creerlo. Quizás sólo esté atravesando un período de imbecilidad.

Dos. En un taller que di hace algún tiempo los bailarines participantes empezaban las improvisaciones situándose siempre de espaldas al público: misma quietud, mismo silencio, misma actitud.

Tres. Asisto a una función en la que alguien se mueve como si hubiera decidido despojarse de toda emoción: ninguna comunicación emocional visible. No hay premura, no hay sorpresa.

Hay que librarse de la seriedad. La risa destruye la seriedad. Para eso lo primero es reírnos de nosotros mismos. Reírnos del teatro también.

No es una reivindicación de la frivolidad. Igual que la violencia engendra violencia, la risa engendra placer o, por lo menos, predispone al placer. Y sobre todo el humor desmonta la trascendencia porque provoca un efecto espontáneo e inmediato. Nos instala en la realidad. Es una manera de resistir ante el desconcierto que nos provoca el mundo que vivimos.

Así que -dejando de lado la transgresión políticamente correcta, la convención de lo escandaloso y la inútil provocación- aunque parezca contradictorio, propongo tomarnos las cosas en serio y: ¡resistir por medio de un humor inteligente, un sarcasmo apasionado y una ironía sin cuartel!

Ana Vallés

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