Apuntes sucios. Teatro Pradillo. 03/10/2013

 

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En esta apertura de temporada, el Teatro Pradillo invita a creadores a que durante este fin de semana nos muestren apuntes, bosquejos, bocetos de nuevos trabajos, ideas a vuelapluma, escrituras escénicas apresuradas, urgentes, atropelladas, imperfectas. Nos gusta acercarnos a ver estos trabajos apuntados. Nos relaja la mirada, el juicio, la jodida exigencia que nuestros ojos y orejas peludas proyectan en la escena. Obras en proceso, joder, ya estamos con los dichosos Procesos. Relajémonos, son sólo apuntes, cuadernos de trabajo abiertos en escena. ¿Sólo?

Cuando se relajan los cuerpos, las miradas, los esfínteres, nos encontramos delante del juego, de la probatura, de la broma, de la amabilidad. Y esta primera sesión fue amable, cómplice, una celebración tranquila de estar allí, llenando la renovada grada de Pradillo. No sabemos todavía si esta amabilidad nos gusta o no. Pero, vayamos por partes.

La primera propuesta es de la, para nosotros, desconocida compañía Herman Poster. Nos propusieron cuatro movimientos. Cuatro desarrollos escénicos sustentados en cuatro ideas escénicas. Precisas, sin desarrollo, secas.

El primer movimiento fue un apunte humorístico sin desarrollo que despistó nuestra mirada y expectativas para lo que estaba por venir. Zillo, Calzoncillo. Seta, Camiseta. Bien. Vale.

El segundo movimiento introdujo un paisaje tranquilo y sonriente. Una mujer pasea con una niña muy pequeña, casi un bebé. Que sonríe y seduce a la audiencia. La madre la acompaña y le nombra un mundo. Aquí esta el escenario. Este es el público. Escritura abierta, dramaturgia del presente. El tiempo se detuvo y el devenir niño se apoderó de los espectadores. La madre se desnudaba mientras desnudaba a la niña. El juego, la complicidad, la ternura. La madre se viste de mono. Nada sorprende a la niña. Todo sorprende a la niña. Ya han jugado a esto antes. Al juego del mono. Al juego de desnudarse. Pero ahora hay mucha gente mirando. Y es divertido. Nosotros somos divertidos. Ya estamos de nuevo con la amabilidad. La escena como un espacio de curiosidad, amabilidad, descanso, sonrisa. Cuando la niña gatea y expande el espacio, una sensación de vértigo y alegría nos inunda. La madre-mono desaparece, la niña gateando hace una última pausa, deteniendo una vez más el tiempo para sonreírnos y despedirse. El espacio sigue intacto, el tiempo detenido. No sabemos cuanto tiempo hemos observado este pedazo de ternura. Pero sí hemos sido conscientes de la potencia de la escena. De lo cargado de esa escena.

Tercer movimiento. El mono entra y canta. Una canción Pop y un mono que busca su humanidad. Un mono que canta y tararea su canción. Que nos cuenta cantando. Un musical. Nos reímos sin parar y el mono construye el primer dolmen. Marca el espacio, edifica su lugar. Canta. Reímos. Y ese primer gesto. Ese primer lugar en el que sentarse y descansar. Comenzar a ser humano. Pero este mono quiere jugar. Es un mono divertido y cantarín. Triste, alegre y travieso. Destruye su creación, sin aspavientos derrumba el lugar. Y se aleja cantando. Triste y alegre a la vez. Despreocupado.

Cuarto movimiento. En el fondo de la escena hay una puerta y detrás de esa puerta hay un espejo, y reflejado en ese espejo hay un hombre que se pinta la cara de blanco a la luz de una vela. De esa penumbra Pierrot avanza al centro de la escena. Una cara blanca y la luz de una vela es todo lo que se necesita, pensamos. Luego se sustituye la vela por un ordenador, el fuego por la electricidad, el silencio por la música sacra enlatada. Vale. Bien. La gente ríe. Las lecturas demasiado obvias siempre nos incomodan. Una cara blanca y la luz de una vela es todo lo que necesitamos.

Esta Herman Poster nos sorprende con su claridad, su tranquilidad, su precisión a la hora de presentarnos sus apuntes, sus ideas. Y vemos en esa tranquilidad, confianza en su trabajo. Y nos quedamos con ganas de más. De más curiosidad. De más bocetos. De más Herman Poster.

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Después de una pausa, les toca el turno a Play Dramaturgia, colectivo jovezno que lleva un año liando a propios y extraños. Construyeron esa reflexión práctica sobre el streaming y la escena, en la que invitaron a creadores a trabajar para ese formato extraño y dinámico de las retransmisiones en directo a través de la fibra óptica. Desplazaron el “lugar” del escenario y expandieron sus posibilidades. Organizaron “conexiones” para ser visionadas de forma colectiva (un escenario en el que la pantalla se convertía en una ventana a un “otro” escenario). Escenarios de Streaming lo llamaron. Lo hicieron sin un puto duro, lo vio muy poca gente, alguna gente más habló de ello, pero sentaron las bases de un futuro hiperconectado y otaku de la escena. Después aparecieron en esa potente extrañeza de “¿Y si dejamos de ser (artistas)?”, en medio de la caótica sucesión de situaciones intervinieron los paneles verdes de La Casa Encendida con su “Chroma key”, un proyecto de vídeo en el que invitaban (de nuevo, “invitaban”, que liantes son estos chicos) a otros creadores a “okupar” esos cromas que llenan la imagen corporativa de La Casa Encendida. Ahora ya se han inventado otra cosa. PVC lo llaman. La idea es, de nuevo, sencilla. Con toda la potencia y el alcance de lo sencillo. Esto es, invitar a artistas “plásticos” a okupar la escena, a desarrollar su trabajo (que ellos califican o intuyen ya como “proto-escénico”). Una vez más, “Los Play” crean un contexto, un recipiente, un “frame” al que invitar a otros a okupar ese nuevo espacio abierto o por construir. Abrir. Invitar. Okupar. Construir. Palabras clave para entender el trabajo de este colectivo que, en sus palabras, “no hace obras, sino que reivindica la figura del dramaturgista”.

En este primer episodio de PVC, invitan a Sofía Montenegro a desarrollar el trabajo sobre la censura franquista. Desplazan su trabajo hacia la escena y su interés por la censura en el audiovisual, es cambiada por los textos tachados por los censores, “Al tachar no se daban cuenta de que subrayaban para nosotros”, dicen. Uno de los Play, Ruffoni, explica las ideas que han tenido y no han desarrollado, aquello que han pensado hacer y no han conseguido, los apuntes de los apuntes. Lo que no llegó a estar en sucio. Lo que se quedó por el camino. Todas las ideas que nos cuenta son mejores que lo que vamos a ver, pensamos, más tarde. En ese sentido creo que la dramaturgia fue errónea. Nos enseñó los manjares que no habían conseguido cocinar y luego llamaron a telepizza a que les “salvaran el culo”. Aún así la idea de leer esos fragmentos censurados como un juego (no olvidemos, son PLAY dramaturgia) fue interesante. Una plasmación de la idea que nos arrancó alguna sonrisa. Interpretado por Getsemaní de San Marcos y Miguel Ángel Altet, alternaban textos y palabras censuradas (era especialmente curioso la enumeración de términos prohibidos: nombres extranjeros, países, ciudades, divorcio, etc.). Sabemos que era un apunte, pero creemos que le faltó contundencia. De nuevo la amabilidad. A veces tan sabrosa, en otras ocasiones desactivadora y despotenciadora de la escena como una azafata que sonríe con el rostro paralizado en una mueca inhumana. Y en este sentido es difícil establecer una crítica al trabajo, a sus posibilidades no exploradas (¿cuál es la censura hoy en día? ¿cuál su reflejo?), se escabullen, ¿a quién nos dirigimos? ¿a Play? ¿A Sofía Montenegro? En cualquier caso, el nuevo “frame” creado no hace sino abrirnos el apetito de nuevos plásticos. Esperando que entre ellos caiga algún hueso. Que siga el juego, señores.

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El apunte, la confidencia, la ocurrencia, la proliferación y contaminación, el juego, forman parte de las últimas propuestas de Cristina Blanco. No era extraño, pues, que fuera invitada a estos “apuntes sucios”. Con ella se cerraba la noche. Cristina tiene mucho morro. Mucho. Su morro u hocico, que hemos visto asomarse en una prolongada colaboración con Cuqui Jerez, nos ha enseñado a mirar su trabajo de otra manera. Cristina presento su anterior trabajo, Ciencia-Ficción, durante su proceso de creación en presentaciones escénicas, charlas, conferencias y un blog. Y finalmente (qué coño, los procesos siempre siempre marcan cuál será el resultado final) su pieza se convirtió en una presentación deslavazada de ideas, conexiones, canciones, ocurrencias, planteamientos no desarrollados, apuntes escénicos y posibilidades por explorar. Y, como necesita un pegamento que una los pedazos, ha decidido que ese pegamento es su morro. Y así, Cristina, nos embauca como un vendedor de los tiempos de la depresión, con sus elixires mágicos, sus disparatadas ideas, su artesanía low-fi, su mezcla desprejuiciada de géneros, texturas, formatos y estrategias. En esta ocasión nos presenta los primeros pasos de su nuevo proyecto, “La hipótesis del agitador vortex”, título que no explicó. Y salió a escena con un disfraz de Flash Gordon para explicarnos sus primeras ideas. Cuando todos empezábamos a pensar que Cristina no tenía demasiado que enseñarnos, alguien del público se lo echó en cara, lo que derivó en una incómoda discusión que Cristina intento zanjar con un “pues pide que te devuelvan el dinero, yo que sé”, la trifulca creció hasta que el indignado espectador saltó al escenario y empujo a la artista. Algunos espectadores saltaron al escenario a defender a Cristina antes de descubrir que la pelea se transformaba en un combate de esgrima, floretes en mano entre la Cristina superhéroe y el espectador ofendido. Cristina venció, claro, y ese combate contra el espectador era su forma de vencernos a nosotros, espectadores, encerrados en nuestras reticencias, prejuicios y desconfianzas. Cristina es persona de escena y sabe cómo cautivarnos, arrancarnos la risa y ganarse nuestra complicidad. Con morro. Con mucho morro. Como el vendedor de crecepelo que, subido en su caravana, sabe engañarnos y hacernos creer en las posibilidades increíbles de algo que, hasta hace tan sólo un momento, parecía agua embotellada.

 TU PERRA

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Carta a un joven imbécil #1 Pablo Caruana. Día 6: cronicar

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DÍA 6: sábado 5 de octubre.

CRONICAR

Ayer asistí a una noche bien bonita de teatro. Ambientazo, lleno total, tres propuestas escénicas y una instalación en esto que han llamado en Pradillo “Apuntes en sucio”. Lo bueno de la propuesta era que lo que se planteó en escena eran eso: declarados apuntes, pequeñas invitaciones abiertas, sin ánimo de estar acabadas. Y las tres al unísono estaban planteando abrir la escena, ver con libertad que todo puede caber en ella. Y eso mola.

Sorpresón de Horman Poster, colectivo bilbaíno de quien nada sabía. Además gestionan un espacio allá que se llama Muelle3. Fueron capaces de iluminar un rincón que siempre vi mal utilizado en Pradillo, la puerta del fondo que da a camerino. Y lo hicieron con vela, con tiempo pausado y con actor maquillándose de Pierrot frente al espejo. Grandes. Y sacaron a un bebé a escena que dominó el espacio como nadie, y encima lo acompañaron de una frase estupenda de Benjamin. Y ahí se acabó, apuntes que miraban posibilidades, que sugerían a cada rato pequeños caminos y significados…

Luego les tocó el turno a PlayDramaturgia. Colectivo del que no me entero muy bien quienes son pero voy conociendo. Para mí que era la primera vez que presentaban algo en un teatro madrileño como Pradillo. Bueno, me imagino que cada uno de ellos habrá hecho sus cosas individualmente, sé que Ruffoni estuvo con algo en el Garaje Lumiere, me imagino que otros tanto lo mismo…. Pero creo que no me equivoco en decir, que como colectivo, lo de ayer, tenía mucho de presentación en sociedad.

Así que la cosa tenía su importancia. Y su propuesta fue nítida: la vocación de convocar que siempre han tenido como colectivo (su propuesta se basa en una invitación a artistas plásticos a hacer en escena); y un primer apunte dirigido a mirar atrás, a mirar nuestro pasado y nuestra historia. Sofía Montenegro era la artista, su trabajo: sobre la censura franquista en el teatro. Creo que antes ya había trabajado sobre la del cine. Puta madre, pensé yo. Solo creo en los modernos que tienen el cuello dolorido de tanto mirar atrás, me dije. Los otros me dan horror vacui.

Salió Ruffoni y habló y contó, y parecía bien interesante. Las charlas con una persona mayor que había pasado por todo aquello con conciencia y luchando desde el silencio impuesto, las acciones que se habían quedado por el camino… A mí, particularmente la de enviar los textos censurados a asociaciones pro fascistas me parecía bien potente. Finalmente optaron por liar a dos personas de Pradillo para que fueran leyendo unas tarjetas con los textos censurados y con las evaluaciones de los censores, tarjetas que estaban dispuestas en una mesa muy bien iluminada y muy frontal. Se leyó bien, funcionó. Las burradas de los censores y su claro objetivo en pos de un arte inerte, fueron oyéndose en escena. Olía a España autárquica y hermética, a berza hervida. Pero me quedé pensando en que aquello había quedado demasiado amable. ¡Coño!, me dije, esto lo pones como intermedio entre dos premios de la gala de los Max y funciona, gusta, emociona y nos tranquiliza como ciudadanos bien pensantes que votan al PSOE. Más tarde cavilé y me da a mí, desde la distancia, que Playdramaturgia quiso fijar. El problema de querer fijar. Fijar para solucionar o fijar porque encontraste. Me quedé con ganas de que nos hubieran contado más, de que hubieran encontrado la manera escénica de plasmar lo que se intuía, de que hubiesen sido capaces de apuntar suciamente un cuerpo en escena.

Luego le tocó el turno a Cristina Blanco. Anda liada en un nuevo proyecto que creo ha estado trabajando en la Casa Encendida. Está empezando y, con toda la chufla y la generosidad, en Pradillo apuntó por donde va. Ahí anda, componiendo desde la alteridad y la confrontación escénica de lo dispar. El proyecto respira por todos los poros las características de su teatro: lo que parece no hecho, la libertad de poder hacer, la tecnología artesanada, el humor, y lo sorprendente, la capacidad de la sorpresa que te hace pensar que no es posible lo que estás viendo al mismo tiempo que te provoca una sonrisa placentera ante el hallazgo. Como era eso del Conde de Lautréamont del bello encuentro fortuito en una mesa de disección de una máquina de coser y un paraguas… Pues eso, el teatro de Blanco lo tiene. Fue un apunte rápido, con la conciencia de estar comenzando y con toda la sorna, bendita sorna, del mundo.

Apuntes sucios estará todo el fin de semana. Hoy viernes, que escribo, estarán Itsaso Arana, Gabriel Azorín y Celso Jiménez como primera propuesta, Ana Salomé y Sandra Gómez, programa que se repetirá el domingo. Hoy sábado que leen, volverán a estar Herman Poster, Cristina Blanco y Play Dramaturgia, estos últimos con otra propuesta. Todo ello muy cubierto de lanas, de ovillos, de lagos acolchados y macetas imposibles de la instalación de Salomé de la que no me enteré de nada, no se puede estar a todas.

Me gusta esta programación cruce de caminos, pequeña invitación, apertura, espacio de encuentro. Y me gusta la grada que han pillado en Pradillo, hasta ya parece un teatro. ¿El consejo?, ah, sí, hagan lo que les gusta, a mí me gusta cronicar, que el DRAE dice que es un verbo que no existe.

 

Pablo Caruana
pablo_caruana@yahoo.es

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