Clean Room | Temporada 1. Episodios 5 y 6.

Advertencia: Quien quiera ver la primera temporada de la serie alguna vez, que no siga leyendo. Quien quiera disfrutar de la experiencia y mantener intactas sus expectativas, que se quedé aquí. No queremos spoilear.

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Domingo 9 de noviembre a las 12 h. en La Casa Encendida

Capítulo 5. Abre A: La noche ha dado paso al día. Aquí estamos de nuevo, este grupo variopinto, en el patio central de La Casa Encendida. Son las doce del mediodía y el sol lo ilumina todo. Caras de sueño, caras de resaca. ¡Que me aspen si no hay peña que viene de empalme! ¿Llevarán de pedo desde el viernes? Os juro que vi a un tío intentando ligar con la modelo, pobre. Hay tan sólo, al fondo, una mesa con copas llenas de champagne. La Voz hecha cuerpo toma la palabra y micrófono en mano nos invita a acercarnos y propone ese brindis que quedó pendiente (en el capítulo 3 se nos sugirió, pero nadie dio el paso: vamos de guays pero luego, que si nos da corte… Algunos aprovecharon para hacer chin chin en el capítulo 4, pero en petit comité). Es un brindis colectivo, exhaustivo, trompicado, incompleto, poético, evocador, provocador, condemor, que se extiende por veinticinco minutos. Y brindamos por nosotros y por todos nuestros compañeros, por la capacidad que tenemos de sorprendernos, de buscar aventuras, de plantearnos retos, de meternos en líos, de no conformarnos. Brindamos por la vida, por lo que nos hace únicos, por lo que nos hace mágicos, bravo por la música, por lo que nos diferencia y también por lo que nos asemeja, por lo que nos conecta. Brindamos por el mundo, por lo bello de este planeta, por lo singular, por lo que nos incomoda, por lo que nos reconforta… ¡Por Grace Jones! ¡Salud!

Capítulo 6. Salimos a la calle de paseo, es domingo por la mañana, el Rastro en ebullición, las calles abarrotadas. Nos mezclamos con las gentes, participamos de la vida de la ciudad. Vamos charlando despreocupadamente, “A ver si puedo ir a lo tuyo en Pradillo…”; “Buah, voy pillado de tiempo, tengo que presentar los papeles en la SGAE antes de…”; “¿En Estocolmo? De puta madre. ¿A caché?”… Cosas de la endogamia. En derredor puestos llenos de cachivaches, tráfico, familias con niños y perros, coleccionistas, despistados, carteristas. Somos parte de todo eso, es el mundo en que vivimos. Acabamos de brindar por todo esto. Un autocar se detiene a nuestro lado y, perplejos, subimos. Se inicia un recorrido por zonas emblemáticas de la ciudad, de Madrid. Embajadores, Bailén, La Almudena, las Vistillas, el Viaducto, Ferraz. A mí me han pasado cosas en estos lugares, llevo tres días removiendo el pasado y me asaltan recuerdos de aquel rollo cerdete justo en ese portal, de una vez que me di de hostias con uno en ese garito (bueno, un par de galletas)… Veo el viaducto y veo gente saltando. Hay cola para entrar en la catedral, ¡frikis! Contemplo las calles, miro a las personas a través de los cristales, deberían ser una barrera que me aleja de todo, como mirar una pantalla de televisión, pero estoy ahí abajo. La vida de todos es también nuestra propia vida. Ser tan sólo espectadores es una presunción intolerable. Creo que de eso va Clean Room. El bus se detiene en el Teleférico de Madrid y nos montamos. No veníamos desde niños. Somos ahora unos niños excitados en las cabinas de cristal. Decimos tonterías, hacemos bromas. Y a nuestros pies la ciudad. Nuestra ciudad a vista de pájaro… Ya en el mirador de la Casa de Campo se cierra la Temporada. Clean Room se despide por ahora. María Jerez, sobre un barril, la Libertad guiando al pueblo, nos dedica unas últimas palabras cariñosas. Falta la foto de familia, de esa extraña familia disfuncional pero bien avenida que se ha creado tras estas tres sesiones, cada uno con el regalo personal recibido en el capítulo 4. Y punto y aparte. Hasta pronto. Ojalá alguien se atreva a programar en Madrid la siguiente temporada. Nos invitan a unas cervezas vacilonas (por si no os habéis percatado, esto es una super producción, no se repara en gastos para agasajar a los participantes, que no espectadores). Seguimos de charleta y el grupo se va disgregando en la tarde madrileña.

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Y ahora me vais a permitir. A ver. Yo soy un espectador sin más, un tío que va bastante a ver teatro. Me gusta lo que me gusta, como a todo dios. Pero independientemente de lo que me parezca lo que veo, de lo cerca o lejos que puedan quedar mis gustos, aprecio sobre todas las cosas que se me trate con respeto, que no se me tome por idiota. Sé reconocer cuándo hay un trabajo serio detrás, cuándo se miman los detalles, cuándo se considera al tipo de la butaca (o el cojín, o el puff, o el escalón) como a un igual, con su cerebro pensante y toda la pesca. Pondero que me desafíen, que me busquen las cosquillas. No quiero ver cosas hechas para salir del paso. Me sulfura ver al emperador en pelotas y tener que callarme la puta boca. Pues bien, lo de Juan Domínguez y su Clean Room Temporada 1 reúne uno por uno todos esos requisitos indispensables, y muchos más, que hacen que yo siga jugando, que siga queriendo pagar por asistir a un espectáculo (por mucho que esos cerdos pongan el IVA al ochenta por ciento).

Me lo he pasado de putísima madre y ha sido un privilegio formar parte estos tres días de la troupe del Domínguez.

Tengan cuidado ahí fuera…

Guri Petre

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Clean Room | Temporada 1. Episodios 3 y 4.

Advertencia: Quien quiera ver la primera temporada de la serie alguna vez, que no siga leyendo. Quien quiera disfrutar de la experiencia y mantener intactas sus expectativas, que se quedé aquí. No queremos spoilear.

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Viernes 7 de noviembre a las 22 h. en La Casa Encendida

Episodio 3. Día dos. Número de bajas insignificante. Las diez en punto y se nos reúne en la misma antesala en la que se desarrolló el primer episodio. Un papel: “Clean Room: En capítulos anteriores…” nos sitúa. Quince minutos de espera, pero no estamos ensimismados, no somos gente haciendo cola ante la puerta de un espectáculo. Nos conocemos un poco ya . De vista. Ya habíamos cruzado algunas palabras el miércoles. Así que charlamos, este con aquel, esa con aquella. No sabemos qué va a pasar pero nadie parece preocupado al respecto. Estamos entre bambalinas y quizás pronto el regidor aparezca llamando al ejecutante del siguiente número… Pero surge Juan Domínguez y nos indica el camino hacia lo que será propiamente el comienzo del espectáculo. Una sala muy iluminada. “There is a light that never goes out” de nuevo. Y sillas enfrentadas dos a dos que dibujan una gran serpiente ocupando todo el espacio. Nos sentamos al tun tun. Ahora surge La Voz. La misma voz. Pero suena diferente. Nos hace pregunta directas a cada uno de nosotros, sobre lo que sentimos, sobre lo que somos. Nos obliga a un ejercicio de introspección. Pero nos resistimos, hay algo violento en ello. Tanta luz. Miramos y somos mirados. Somos conscientes de no estar a solas. La voz, esa voz, no es hipnótica hoy. Es intimidante. Es el juez invisible al que se enfrenta Josef K. La voz de nuestra conciencia poniéndonos a prueba. Hay preguntas que no quiero responder, que no deseo contestarme. Surgen risas pero no me suenan naturales. No veo dónde está la gracia. ¿Nervios? No lo sé. Y cambia el sujeto sobre el que se nos interpela, abruptamente, ya no somos nosotros mismos. Debemos fijarnos en la persona sentada enfrente. Debemos fabular sobre sus orígenes, sus intenciones, su modo de vida. De lo superfluo a lo más profundo. Y nos miramos a los ojos y nos sentimos incómodos, se nos fuerza a crear una intimidad con un desconocido, es todo muy embarazoso y a la vez revelador. Nos hemos mirado y ahora miramos afuera y en todo ello hay una conexión inexplicable. ¡No nos hablamos! Nadie dijo que no se pudiera pero no nos decimos ni una palabra los unos a los otros. Visitamos los lugares propios y exclusivos del ser humano pero se deja de lado la expresión oral. Tan sólo está la voz de María Jeréz. Cambiamos de posición y enfrentamos a una persona distinta, mas lo que había, esa magia improbable, se desvanece. Fin del episodio.

Episodio 4. Noche cerrada. Volvemos al patio central, que se ha convertido en un salón elegante. Luz tenue. Una veintena de mesas de cuatro con manteles blancos, velas, copas y vino tinto -El Pícaro, bodegas Matsu-. Nos sentamos al azar, elegimos o no a nuestros compañeros de velada. Nos servimos, brindamos, bebemos. ¿Qué es lo que está a punto de pasar? Pues se trata de una invitación a combinar intelectualidad y sensaciones. Mientras se va sirviendo un menú degustación en miniatura continúan llegando preguntas apelando a lo más profundo de cada cual. Pero algo ha cambiado. La Voz ha enmudecido y ahora la voz está en nosotros. Se nos devuelve el habla. Y no nos contestamos en silencio a nosotros mismos; contestamos en comunidad, respondemos para los otros, escuchamos sus respuestas, nos decimos, conversamos, algo se ablanda, bajamos la guardia, se abren grietas en los caparazones… La cosa se desarrolla más o menos así: Unos camareros sigilosos traen unos vasitos con un extraño ajoblanco negro. Vista. Paladar. Y llega una tarjeta con una pregunta escrita. Hablamos sobre ello o tal vez pasamos. Una cucharada de ensalada caprese y otra pregunta. ¿Estamos en lo que nos proponen o somos colegas bebiendo vino y charlando? Un mini steak tartar y varias preguntas más, de golpe, ya sí hacemos que nuestra conversación la determinen estas tarjetas, y llegan más, el ritmo se incrementa y queremos hablar de ello. Arbitramos un sistema, como un trivial, leer por orden contestar por orden. A mí me interesa lo que cuentan el resto de comensales. Lo que creo que van a contar. Seguimos bebiendo y decimos cosas íntimas, nos lo tomamos en serio, no tengo ni idea de por qué. Tensión cero. ¿El resto de mesas? Ni puta idea. Un mini gin tonic verde cierra la ronda gastronómica y vemos que se nos acaba el tiempo aunque nadie lo dice y queremos contestar a cada una de las preguntas… Y la música brota sin que nos percatemos y ya está fumando la peña y algunos bailan y antes de acabar nos intercambiamos los regalos que se nos instó a traer de casa y eso sucede de a dos y a mí me mola.

Ha sido cojonudo.

(Me fastidia ser tan entusiasta, parezco Marcos Ordóñez, copón.)

Por cierto, ¿a qué género cinematográfico pertenece tu vida?

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Guri Petre

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Clean Room | Temporada 1. Episodios 1 y 2.

Advertencia: Quien quiera ver la primera temporada de la serie alguna vez, que no siga leyendo. Quien quiera disfrutar de la experiencia y mantener intactas sus expectativas, que se quedé aquí. No queremos spoilear.

clean_room_thMiércoles 5 de noviembre a las 22 h. en La Casa Encendida.

Episodio 1. La Casa Encendida. Hall de entrada. Al calorcito. Unas ochenta almas. Todo el mundo conoce a todo el mundo. Besos. Comadreo. Dan las 22. Casi sesión golfa. Se nos indica que podemos ir hacia la sala y allá que vamos. Pero somos retenidos en el descansillo, en las escaleras de bajada. Beatriz Navas, responsable de Artes Escénicas y Cine del garito desde hace unos meses, bloquea, micrófono en mano, la puerta de entrada. Y nos obsequia con una presentación surrealista de las funciones que conlleva su cargo. Sin palabras. Casi nadie protesta. La mayoría son artistas, beben de su teta, pretenden hacerlo los años venideros. ¿No la conocen? ¿Está aprovechando para presentarse en sociedad? Nos deja atónitos al afirmar que ella no es responsable de programar a Juan Domínguez. Lo es su antecesora, Maral Kekejian, a la que cede la palabra. Ésta empieza una explicación absolutamente prescindible acerca de Clean Room, de su recorrido, de sus intenciones. Pero, ¿no vamos a verla? ¿Qué coño nos estás contando? Bea vuelve al ataque, pero ahora desvaría, libros de autoayuda, el baño no funciona, problemas con internet… ¡Que todo esto era ya el episodio primero! ¡Me la han colado hasta el fondo! ¡Bravo! La peña se despolla. Yo me descojono. Toma la palabra Emilio Tomé, artista residente, y cuenta su proyecto “Home Experience”, del que no daré detalles. Capta el interés de la basca. No es de risa. Luego pilla micro una chica. Habla de cámaras que nos graban. Otro chaval diserta sobre los cambios en la ciudad. Tertulia. Cháchara. Una mujer polemiza. Interpela a otra que resulta ser cantante lírica. Y canta “L´amour est un oiseau rebelle” de la Carmen de Bizet. Divertidísimo. De verdad. La misma mujer nos dice más cosas sobre nosotros y luego llega el segurata que es fan de Michael Jackson y se marca un número de imitación hilarante. Otra chica diserta sobre el Kit Kat y sale Juan Domínguez en persona a dar por concluido el episodio uno y nos hace pasar ahora ya sí a la sala.

Todo así, pim pam, a toda hostia, arriba y abajo, es pura televisión, ritmo ritmo, prime time, tertulia, variedades, talk show, El Semáforo, Esta noche cruzamos el Misisipi. Puro teatro. Nunca he podido saber quién de los que me rodeaban acapararía el foco al instante siguiente. ¿Esa top model que quita el hipo? ¿La pareja de enanos latinos? ¿Piensan otros que yo soy un posible candidato? Buenísimo. De puta madre. Teatro del bueno. Por qué no puede durar un rato más…

Episodio 2. Sala rectangular. Paredes negras. Techo negro. Cojines negros por el suelo. Luz tenue. “There is a light that never goes out” sonando. Buen comienzo. Y la voz de María Jerez que surge, hipnótica, como el Max von Sydow de “Europa”, para llevarnos de viaje, un viaje onírico, sensorial, la voz que evoca lugares, que invoca colores, texturas, aromas. La voz, su voz, y el resto está en nosotros, desparramados, tumbados. Es un juego de rol, María el master invisible, estamos jugando, elige tu propia aventura, jugamos todos a la vez pero es un juego individual. Reconozco que viví la experiencia en el Living Room Festival de hace dos años y os aseguro que no por ello es hoy menos intensa. Aunque no elijo bien y mi viaje es entrecortado como el sueño de una siesta de fabada veraniega. Supongo que si indagáis os encontraréis con ochenta versiones distintas. Pues perfecto. La burbuja hipnótica la pincha una música hardcore que proviene del exterior. Salimos. Hamelín. Un trío le da caña al mono en las escaleras de entrada. Cambio de tercio. De un pedo a otro pedo. De putísima madre. Me lo he pasado pirata. Hacía tiempo, que vaya racha. Ni el bueno de Peter Brook…

Que llegue el viernes ya, joder.

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Guri Petre

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Tus abuelos no son mis abuelos

Veraneantes, Marco Vigo, Museo de Arte Contemporaneo de Vigo 2013

La segunda edición del Festival IDEM, Festival de Artes Escénicas e Inclusión Social, comisariado por Paz Santa Cecilia se desarrolló del 12 al 28 de septiembre en La Casa Encendida. La programación se puede ver aquí. Por desgracia solo pude ver una cosa: O estado salvaxe. Espanha 1939; de Pablo Fidalgo, poeta y exmiembro de La Tristura. Hemos visto lo que hace Pablo sin La Tristura, todavía no sabemos qué hará La Tristura sin Pablo. Hace tiempo Rubén Ramos le hizo una entrevista, aquí. Para saber lo que dice Fidalgo sobre su obra, Liz Perales le entrevistó en su blog de El Cultural (acá).

Hay un puñado de periodistas (por ejemplo) que considera que Fidalgo es uno de los mejores poetas de su “generación”: los poetas españoles más jóvenes. Su primer libro fue elegido por El Cultural como uno de los cinco mejores libros de poesía publicados en 2010. Leyendo La educación física (Pre-textos), La retirada (Ártese quién pueda) y Mis padres: Romeo y Julieta (Pre-textos) se pude decir que sabe titular y que tiene una obra sólida temática y formalmente, aunque a veces algo repetitiva. En definitiva, se puede decir que no se le da nada mal juntar una palabra tras otra. Escribe bien. Bastante bien.

Su último libro publicado por Pre-textos está emparentado con la pieza que pude ver en La Casa Encendida. Un proyecto que ha iniciado en busca de sus raíces y las raíces de su familia. En el libro: sus padres. En O estado salvaxe. Espanha 1939: sus abuelos. El libro comienza con este poema, que copio para que sirva como ejemplo de su escritura:

Yo tenía dos vidas:
una era una pequeña verdad,
la otra era una verdad absoluta.
¿Cuál crees que elegí?

Sé que en mi casa la pureza
es volver lleno de sangre.
Tú me limpias la sangre
porque crees saber de quién es.

O estado salvaxe. Espanha 1939 está estructurado en dos partes. La primera es una película montada con los vídeos que grababa su abuelo desde la década de los 50. Vídeos familiares, de vacaciones, niños pequeños, acontecimientos íntimos. A las imágenes se le suma una locución en off que narra la vida, los dimes y diretes, de su abuelo. Que si su vida, que si los estudios superiores, que si la guerra, que si escuchó el disparo de cuando asesinaron a su tío. El texto es literatura. El audio es la voz del propio Fidalgo, con una cadencia que puede hacerse algo monótona, pero con unas imágenes poderosas: un texto trenzado y bastante redondo. La muerte como regreso al vientre materno. Ole.

La segunda parte. Se acaba el vídeo. Suena un piano. Repito: suena un piano. Sube la abuela de Fidalgo a escena y nos saluda y dice, más o menos: Hola. Lo que vais a ver aquí no es una obra de teatro; es un acto de vida. La abuela se sienta en una mesa y comienza a pasar en silencio fotografías familiares que se proyectan al fondo, donde antes se proyectó la película. Reconocemos ver a la abuela en los vídeos familiares. Después comienza a leer una larga carta escrita para sus nietas: que si su vida, que si no la dejaban hablar gallego, que si no sabía castellano, que si las mujeres, que si tuvo problemas con su suegra. Conflicto entre su origen rural, su emigración a la ciudad y el origen de su marido: urbanita de una ciudad industrial como Vigo. Etcétera, etcétera. El texto también está bien escrito. Se intercala, en ocasiones, una estrofa de poema Palabras para Julia de José Agustín Goytisolo, escrito para su hija, esta:

Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno
son como polvo, no son nada.

José Agustín Goytisolo (de los Goytisolo) se tiró por la ventana de su domicilio barcelonés en 1999, a los 70 años. Digresión aparte.

La “puesta en escena” de O estado salvaxe. Espanha 1939 es sencilla y efectiva. La abuela lee bien, hay algo en su modo de decir las palabras que inunda la sala de “verdad”, pero también hay algo en su presencia que abre una grieta con su discurso. Un discurso que emana belleza, pero con una arquitectura literaria que no puede ocultar su artificiosidad. No es que esto entrañe algún problema: toda creación, de una u otra manera, es artificio. Suponemos que Fidalgo trabajó con sus abuelos y luego fue él quien reescribió sus textos/carta. Bien.

El plano de la obra que menos me convence es cuando intenta realizar el trasvase del testimonio personal al plano colectivo, generacional. El nosotros. En ese momento tengo más dudas con la pieza. El texto de O estado salvaxe está publicado en el libro Autobiografía de mi generación (Marco, Vigo, 2014). Es difícil hacer lo que se propone. La escritura del yo de Fidalgo intenta englobarnos a todos, a veces lo consigue, pero otras muchas veces no. Ahí hay una falla que te saca de la obra. No creo que el dispositivo utilizado sea el más adecuado: los textos son muy familiares por mucho que se desarrollen en un contexto global que empape los acontecimientos. El imaginario familiar es muy particular (hay tantas familias como culos, todo el mundo tiene una). El espectador en su libertad es el que tiene que compartir y comulgar con testimonios ajenos. Cuando alguien enarbola una supuesta voz generacional tiene el peligro de caer en un juego de poder peligroso que achate las circunstancias íntimas y personales de cada uno. Pablo Fidalgo nos muestra con maestría y buena pluma las circunstancias de sus abuelos, y lo hace bien, pero eso no significa que sean también las de mis abuelos o las de los tuyos o las de los suyos o las de toda una generación. Se trata de un proceso interno del que asiste a la obra. No puede ser impuesto. Es una manera innecesaria de elevar el discurso. Hablar de mi abuela es hablar de mi abuela. Si hablando de mi abuela para algún espectador estoy hablando de una generación, será siempre algo residual; no debe ser buscado: es consecuencia del buen hacer.

O estado salvaxe. Espanha 1939 no es un acto de vida. Es un testimonio de unos abuelos escrito por su nieto y puesto, de nuevo, en boca de los abuelos. Merece la pena acercarse a él. Pero mejor acercarse como quien se acerca a la historia de una familia, no como quien se acerca a la Historia de un país.

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Otro Perro Paco

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Vamos Patricia sácame a bailar que tú lo haces fenomenal

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Fotografía de Andreas Gursky 

1.
En los supermercados está de moda lo no artificial, lo libre de aditivos, colorantes y conservantes; el cartón, el papel reciclado, el color marrón y el color verde; así, supuestamente, es la vida de verdad: inocente, de una naturalidad desbordante, con tipografía manual, como si Adán y Eva no hubiesen sido expulsados ​​jamás del Paraíso. Todos somos cándidos y todos somos buenos y todos somos angelitos condenados a una vida terrenal que no nos pertenece. Tampoco nos salgamos de madre. Todo esto se ha convertido en nuestro Frankestein, ahora autónomo y rebelde, escupiéndonos en nuestra bonita y preciosa cara.

Lo no artificial llega a resultar más artificioso que el artificio presentado como tal. No hay que hacer visible el truco: hay que no ocultarlo. Visibilizar el truco resulta igual de artificial que esconderlo. Un escenario nunca será el dormitorio de tu casa y un espectador al que no conoces, nunca será, de buenas a primeras, tu amigo íntimo. Solo hay tentativas. Fracasos. Empeños imposibles. ¡Benditas tentativas!, ¡benditos fracasos!, ¡benditos empeños imposibles! El escenario siempre es obra; lugar de construcción; arquitectura.

La magia -la convención-, arroja, en su buen uso, una verdad más profunda que lo falsamente natural. Me refiero a no buscar lo natural como fin y como medio. ¡Qué antiguo, la vida! ¡Qué ingenuidad la del artista pos-pos-posmoderno!

2.
“Hay quienes van al teatro, los más, a ver y oír lo que ven y oyen todos los días, solo que literatizado y estetizado un poco, a mirarse en el espejo de la realidad cotidiana, y por eso no voy yo allí. Los sujetos allí representados son los mismos que me están amargando y atosigando de continuo la vida.” Unamuno dixit.

3.

Hace algunas semanas pasó por Madrid Patricia Caballero. Dentro del Ciclo Intermitencias del Asombro. En La Casa Encendida. Comisariado por Ana Buitrago. Diferentes artistas afines fueron invitados para mostrar sus obras en diálogo con el trabajo de La Fuller. Necesario reivindicar a La Fuller. Inmensa. Carlos Marquerie/Compañía Lucas Cranach, Fernando QuesadaJaime Conde-Salazar, Paula Caspão, los PLAYdramaturgia, etc..

4.

Otro Perro Paco aprovecha y reivindica el cine fantástico de  Segundo de Chomón.

5.
Desde hace tiempo escucho -de gente en quien confío- buenas referencias sobre el trabajo de Patricia Caballero. Como era una buena oportunidad para verla; fui. También impartió, dentro del mismo ciclo, un “laboratorio de movimiento” llamado: El estado de la danza. Conversaciones con la luz y la gravedad. Sigamos. Soy un exagerado si digo que en el patio de La Casa Encendida había más de veinte personas. Este es otro tema del que ya se ha hablado en Perro Paco, de pasada, en otras ocasiones. Nota: convendría abordarlo más en profundidad. Un pequeño comentario al respecto podría ser: es una lástima que propuestas interesantes pasen tan desapercibidas. Hay un problema claro en las políticas culturales. Pero no vale echar constantemente balones fuera. Creadores (algunos) y gestores culturales (algunos) de vanguardia o últimas tendencias o cómosequierallamar; deberían ver qué diantres se hace mal situándose ellos mismos en el centro de la crítica. El diablo no es lo otro. El diablo empieza en nosotros. Si hay que romper paredes que sea, en primer lugar, con nuestras cabezas.

6.
Patricia Caballero nació en Cádiz en 1987. Está interesada, según nos dice la ficha, en “los procesos perceptuales y relacionales y las prácticas y estudios sobre el cuerpo” y “sus trabajos oscilan entre el documental escénico, el objeto danzante, la intervención urbana y el autorretrato fotográfico”. Todo eso dice la ficha. Y también dice que “ha desarrollado su investigación coreográfica en diferentes países, apoyada por instituciones como Iberescena, La Porta, Barcelona, RE.AL, Lisboa”. Por desgracia La Porta se nos fue: DEP. Hijosdeputa. Se puede leer su proyecto de Iberescena, Lo raro es que estemos vivos (2012), aquí, y se puede ver en el vídeo que pondré al terminar con este párrafo. Y algo sobre João Fiadeiro, padre del RE.AL, nos lo dijo Un Perro Paco al hablar de Claudia Días, acá. Obras de Patricia Caballero son, entre otras, “Simulacro de simulacros (2008), Cómo congelar fantasmas (2008), Hazañas e incidentes (2007) o 50 Hz (2006)”. Los títulos de las obras de Patricia están bastante bien. Entrevista con Patricia con motivo de SISMO, allá. SISMO también se nos fue…

7.

Chronoscopio, Patricia Caballero

La primera pieza, de las dos que veremos, es Chronoscopio. Obra de 2010. Patricia Caballero está cansada de bailar. Patricia Caballero pone a bailar a los objetos. Frente al cuerpo y su política; los objetos y su política. Dos ventiladores miran al cielo. Encima de uno de ellos pende una bombilla; sobre el otro, un micrófono. Su danza, gracias al aire que sube agitado, es hipnótica, ligera y, a la par, honda. Danzan, mientras se gradúa la intensidad de los ventiladores, con diferentes movimientos circulares. La atmósfera. Las respiraciones sofocadas del micrófono, entrecortadas, exhaustas.

De pronto aparece en escena un coche teledirigido. Sobre él una batidora haciendo el pino. Baja una gran bolsa con bolitas de corcho blanco, la turmix abre un agujero en la bolsa. El corcho cae. El coche, con alguna que otra dificultad, abandona la escena. Los ventiladores comienzan a recoger el poliespán del suelo y a menearlo por el aire. Suenan como tracas de pequeños petardos. Sus movimientos son azarosos e infinitos. Juego de luces. Lucecitas de colores. La luz rebota en el poliestireno expandido y hay miles de luciérnagas y una tormenta de nieve y fuegos artificiales y espermatozoides mirados bajo la lupa de un microscopio y galaxias y estrellas y todo lo que mi atención quiera ver. De pronto luz roja y un volcán, de pronto luz blanca, de pronto otra luz. En esto hay mucha Fuller. Bien. A mi parecer el ritmo de la pieza está logrado: tienes que tener el día para habitarlo, aunque mi acompañante pensó que el tiempo estaba estirado en exceso.

Para acabar sale Patricia a escena, retira los dos ventiladores y mueve los péndulos: péndulo bombilla, péndulo micrófono; haciendo una perpendicular. Su trayectoria dibuja una cruz en el suelo y Patricia se tumba allí. Quietecita. Palus y patibulum. Al final hay un giro. Me gustaría ver un posicionamiento frente al hombre y frente al mundo, algo amargo, que termina por redondear esto que acabamos de ver. En el final del fin Patricia agarra la bombilla y la desenrosca. Muerte. Oscuridad. Hasta aquí hemos llegado. Eso sí, el público, perplejo, no supo muy bien que eso era la conclusión de todo aquello.

8.

La segunda pieza es Aquí gloria y después paz–marzo de 2014: Veinte años cosechando destrezas físicas. Y quien dice cosechando, dice acumulando, coleccionando. Esta pieza me pareció menos interesante que la primera. Tengo que decirlo. Origen y final se complementan. Patricia Caballero tiene aura en escena, algo especial, bonito; no hay duda, pero quizá haya que dar al público (aunque sean quince almas en pena) más cosas para hacer de un trabajo algo memorable.

Patricia Caballero nos cuenta su vida. Que si quiso dejar de bailar. Que su infancia. Que su pueblo. Que el martinete que cantaba una gitana gorda. Que si trabajó escuchando esa canción una y otra vez. Y se pone a cantar y me gusta y me pone la piel tontorrona. Que si ha aprendido muchas cosas estúpidas en su vida y que las intenta olvidar para hacer hueco a las nuevas. ¿Es posible borrar la memoria de un cuerpo? Que si la Fuller ha influido en su trabajo y nos lo ilustra con algunos movimientos. Que si hablo muy bajito como si os contase un secreto al odio. Que si tengo los ojos así que veo como movido. Que si la electricidad funciona así o asá y me lo ha explicado mi novio y yo establezco un paralelismo con la escena del que no estoy muy segura y es algo lioso, pero no pasa nada porque sois mis confidentes y esto sólo son los retazos de un diario, de una vida, de mi vida. Y también que si hago algunas variaciones a partir de un cuerpo y hago así como que deformo el cuerpo y se hace algo grotesco, algo comedia del arte, esas cosas.  Y también que mando poner luces para estar constantemente fuera de foco. Y también que me acerco mucho a la primera fila para que los de la tercera fila apenas se enteren.

La bragas con las nubes estampadas de Patricia Caballero me gustan. Ahí hay un signo que me remite a la primera pieza y me gustan. Pero ahora se me hacen demasiado angelicales. Patricia necesita bailar con el público y no para el publico. Supongo que ese es uno de los secretos de las artes escénicas. Nunca bailar para uno mismo, bailar para esos otros que también son uno mismo. El yo universal. Sácame a bailar Patricia, si me quedo aquí un poco más morirá el mundo que me presentas porque estoy desconectándome de ti.

El caso es que merece la pena. O no. Ya no lo sé. Mientras escribo esto la pieza me va gustando más, quizá pasados unos días mi cabeza haya organizado algo de aquello. Mi sensación a la salida de no fue la misma. Me lo haré mirar. Eso siempre está bien.

Otro Perro Paco

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