La caspa

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Sebastian Maharg

No hay lugar para el temor ni para la esperanza. Sólo cabe buscar nuevas armas.

Gilles Deleuze, Post-scriptum sobre las sociedades de control.

En este Madrid cada vez menos “brillante”, pero sí más “absurdo” y “hambriento”, parece que la mejor alegoría de sus intestinos la encontramos en Montera, donde putas y policías conviven en avenencia trazando una línea ¿moral? de la que si te sales, te tiran, y caes convertido en basura, quizás el material más representativo y honesto de los madriles. Que no nos reciclen, ojalá fosilicemos para que en adelante puedan comprobar lo hijos de la gran puta que fueron algunos, y lo imbéciles que fuimos todos los demás. Dylan Thomas llamaba a Londres el “Gran Basurero”. Su Madrid, a falta de cerebro, tiene hígado, todo rebosante de bilis negra y amarilla, todo mal temperamento. En El Callejón del Gato no hay espejos donde deformarnos, pero puedes tomar unas bravas patentadas. Gómez de la Serna no canta en el Retiro, pero hay guiris de resaca dando un paseo en barca, flipando todavía con lo barata que les salió la noche. Al final va a ser verdad, y a este país no lo conoce ni la madre que lo parió, que es la misma que alumbró a los niños de Murillo que vuelven a verse por las calles de Madrid; siempre hambrientos, cansados del melón y las uvas, no ganan ni para un Happy Meal. Si, por lo menos, ya que no paran de jodernos, pudiéramos vender nuestro trabajo como pornografía, nos ahorraríamos un 17 % de IVA. No pasa nada, podemos tomarnos unas cañas de cuando en cuando. Pero ahora, en su Madrid, corte farisea de un reino sin caballo ni pony ni tiovivo ni hostias, empieza a notarse un temblor acelerado por las prisas. Las conversaciones a media voz suelen acabar con un “espérate a ver qué pasa en mayo”, ya que puede ser que las generaciones de malas hierbas de larga sombra que no debieran haber sobrevivido impunemente pierdan su terreno de recreo; dejándonos, eso sí, un barbecho que obliga a inventar, sin temor y sin esperanza, nuevas soluciones, nuevos campos, nuevas armas.

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La pregunta, la de siempre: ¿quiénes son los otros? Si hacemos caso a las cifras podemos, sin retranca, afirmar que cada vez son menos, sean quienes sean o seamos quienes seamos. El problema también pasa por la otra pregunta de siempre: ¿qué deseamos?, cuya respuesta será ahora del todo infértil si no va acompañada de la coletilla: ¿y cómo vamos a conseguirlo? Es decir, ¿qué vamos a hacer y desde dónde?  Aquí empieza el baile. Así que movido por la curiosidad me acerqué a un plenario de Podemos Cultura celebrado en Espacio Cruce para saber cómo suena la melodía con la que se supone sintoniza el ciudadano.

Escuchando allí a las compañeras pensaba en cuál es el lugar para cada uno en el movimiento que se está dando. Si los espacios invisibles, las asambleas, la calle, los partidos, los bares, los blogs… Que la participación directa, la acción y el compromiso tienen muchas caras, que todo suma, o todo resta, y que me tenía que ir a estudiar la organización de Podemos porque no me enteraba de la misa la media. Que un partido no es lugar para un perro, porque los perros casi tenemos claro que nuestro espacio de acción es “un contagio cuyo objetivo es extenderse siempre más lejos, bajo formas más irreconocibles [i]”.

La base de lo que se oía en el plenario, y de lo que no se oía, era interesante y reconocible, ya que recogen sensibilidades y voluntades de un “lugar común”, sorprendentemente ya formalizado, pero que se ha erigido a base de mucho trabajo en esos otros lugares. Entonces, pensaba, ¿meterse o no meterse? ¿Qué supone estar dentro o fuera del círculo? ¿Dónde están los límites de la participación? ¿Cómo empieza ésta a ser real? ¿Cómo deja de ser una ficción? Asaltado por estas preguntas sentí cómo me dejaba llevar por una de las peores derivas democráticas, por un “individualismo de apartamento [ii]” que llama Sloterdijk. Yo, desde mi “isla nómada”, quería saber qué estaba pasando con las artes escénicas, sólo con las artes escénicas, y eso no iba a pasar, lógicamente. Todavía están trazando las líneas generales [iii]. Por lo que apacigüé mi individualismo isleño, asumiendo que se puede trabajar en la frontera para extender el contagio, convenciéndome de que los cambios estructurales llevan tiempo, que todavía no es el momento de acotar parcelas; pensando que las personas que hay aquí parecen capaces, que aunque no estemos acostumbrados tenemos que confiar y seguir estando atentos; y entonces me pasó: me sobrevino una revelación. Entre luz bajó una voz templada. Supongo que para compensar mi acto de fe, me confió un mensaje para el cambio en las artes escénicas madrileñas: acabad con la caspa.

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Cualquiera esperaría empezar por los empresarios de Madrid Destino, por los funcionarios del INAEM, por los del chiringuito de la Red de Teatros Alternativos, por las escuelas de arte dramático, por las academias…  Por las instituciones donde se fabrican los nudos gordianos. Pero la caspa también abarca las instituciones. Lo abarca todo. La caspa son los que practican la máxima que generación tras generación les ha permitido mantener su hegemonía escénica en esta ciudad: sé mediocre, haz mediocremente, transmite mediocridad, y acepta en tu imperio sólo a unos pocos mediocres. Porque como dice Enric Farrés-Durán, “donde no es necesario ninguna acción que implique cambio o ruptura a través del esfuerzo, el vacío sólo puede ser rellenado con mediocridad [iv].” Si con la primera máxima de la caspa no es suficiente, activan la segunda máxima de la caspa: sé provinciano, enciérrate en ti mismo, desprecia al que propone desde otro lugar, aférrate a lo conocido, teme al extraño, no dejes entrar en tu imperio lo que no sabes controlar. Y es que la caspa es un imperio, porque un “imperio está allí donde no pasa nada. En cualquier sitio donde esto funciona. Ahí donde reina la situación normal [v].”

La fortaleza de la caspa reside en ocupar los espacios estratégicos de arriba, porque para ellos todavía hay arriba y abajo, antes y después, fuera y dentro. La caspa marca su posición como referente para colocarnos abajo, después y fuera. El ecosistema de la caspa en la escena madrileña está por todas partes, pero sólo pueden identificar a la caspa los enemigos de la caspa, que para ellos somos todos los demás. La caspa no se considera caspa, porque en sus esfuerzos por convencer de que ésta es la situación normal, ellos mismos se lo han terminado creyendo. Sólo si tomas perspectiva sabes dónde están y quiénes son. Aunque la distancia tiene un precio que no cualquiera está dispuesto a asumir.

En algún momento la caspa alcanzó el poder -y su legitimidad- y no lo ha soltado. Desde entonces, si no desde siempre, se han apropiado del discurso, de los relatos, de las prácticas y de las instituciones de las artes vivas, convirtiendo todo lo demás en lo otro. Marginalidad, hay que decirlo, con la que muchos se encuentran protegidos como el animal apaleado que se esconde. La caspa acapara el dinero, por supuesto, todo el dinero, pero también los medios de producción simbólicos, creando una industria material para su uso particular y un circuito de significados excluyente que teme igual que repudia a quienes no comulguen con sus máximas. Si eres a lo mejor estás, pero si no eres, en Madrid, o te echas a un lado hasta que desapareces, o te vas. Para la caspa, cada desaparición y cada exilio es un triunfo que asegura su supervivencia. El día a día de la caspa consiste en reproducir su modelo en todas direcciones, en cuidar que nadie más que ellos puedan adecuarse a una realidad que han hecho a su medida. Ellos son la profesión. Ellos son los profesionales. Sólo ellos pueden vivir de su trabajo.

Pero no seamos como ellos. La caspa debe existir. En una escena sana la caspa es necesaria para mantener la diversidad. Su quehacer merece el mismo respeto que el de cualquiera. No obstante, es hora de reventar las puertas y las ventanas de su imperio, crear un espacio diáfano y levantar techos muy altos. Si eso pasara algún día, de nosotros depende, tendremos que contar con la suficiente crítica y sentido del humor como para no convertirnos en la nueva caspa, porque la caspa crece rápido, adoptando formas inesperadas, como por ejemplo “jóvenes guapos con deportivas”, me decía el otro día un amigo. Ya ha llegado el momento de que la vieja caspa deje de ser la caspa, de que se conviertan en un agente más, como todos. No sé a qué estamos esperando. Elige tu arma. Ésta es la mía.

Un Perro Paco


[i] Tiqqun (2012). Primeros materiales para una Teoría de la Jovencita. Madrid: Acuarela & A. Machado.

[ii] Sloterdijk, P. (2002). En el mismo barco: ensayo sobre la hiperpolítica. Madrid: Siruela.

[iii] La Cultura que Podemos.

[iv] Farrés-Duran, E. (2014). París no se acaba nunca: # Districte cinqué. Barcelona: La realitat invocable.

[v] Tiqqun (2009). Llamamiento y otros fogonazos. Madrid: Acuarela & A. Machado.

 

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#1 Canarias | Perros tirados al sol

Martin-Parr-cruz

Quién mejor que un perro para dar un buen repaso a la escena contemporánea en las Canarias. Tierra de canes, ya se sabe. De perros de gran tamaño. Ni buenos ni listos ni fieles ni bellos. Grandes y muchos. Y, como nuestras amigas las lagartijas, tirados al sol.

Islas afortunadas. Tierra de paso. Vendida, comprada y vuelta a vender a lo largo de los siglos por piratas, reyes, mercaderes y estados hasta nuestros días. Puerto franco exento de IVA, tesoro invernal para nórdicos, teutones y jubilados del Imserso, paridora de mangos y plátanos, viaje en el tiempo a paisajes prehistóricos (naturales y antropológicos), a la cabeza en tasa de paro en España y a la cola de los informes PISA. Territorio ultraperiférico naturalmente ligado a la fábula, a inventar historias. Y a inventar su historia.

¿Qué está pasando en Canarias? Preguntan en Barcelona. ¿Masu está por allí? ¿Y Carmelo? ¿Volvió de Méjico? ¿Qué pasó con A ras de suelo? ¿Y lo de La Laguna? ¿Quién está programando allí al Conde, Gisèle Vienne, Claudia, Juan Domínguez, la Córdoba, a David Espinosa, a Ernesto y Bárbara, Doctor Alonso, Amalia Fernández,… a (casi) todos? ¡Hasta la Liddell y su cuento chino! Y Dani Abreu… ¿este también era chicharrero…?

Muchas preguntas sin responder, misterios distorsionados por la distancia y por la lupa brumosa del Atlántico que vuelven a hacer de Canarias un territorio (parafraseando a Amalita) maravilloso, maravilloso… Tratemos de alzarnos unos metros sobre la tierra volcánica y de hacer un mapeado subjetivo, sesgado y perruno de lo que hay (si es que hay algo) y, sobre todo, de cómo se mueve.

Canarias

Si echamos la vista (un poco) atrás contemplamos un territorio cultural en muchos sentidos adelantado a su tiempo que supo saltar a Europa sin pisar la península cuando allí los grises repartían como reparten ahora los nacionales. La vanguardia y el surrealismo calaron profundamente entre artistas e instituciones encontrando un perfil a medida para este carácter entre suramericano y andaluz (lo de africano lo dejamos para la fábula). De esta inercia aparecieron en los 70-80-90’s artistas de la escena y de las artes de la acción (fundamentalmente en la performance y en la danza) que pasearon su canariedad por espacios de creación, festivales y compañías… ¡Siempre te encontrabas a un bailarín/a canario en Berlín, Barcelona o Bruselas!

Y sí, la danza es de las pocas disciplinas que en las islas han ido sobreviviendo a la debacle cultural y al embrutecimiento programado del país. Todo lo demás directamente ha desaparecido. Otras formas de expresión performativa han quedado relegadas en los últimos años a fugaces experimentos académicos o, en el mejor de los casos, a pequeños ciclos vinculados al Museo y al empecinamiento de los gestores de alguna caja blanca en Gran Canaria y Tenerife. Como es muy corto empezaremos por aquí.

a-ras-de-sueloGran Canaria ha sido siempre el foco y el termómetro cultural para las escénicas contemporáneas en las islas. El Hueco sacó adelante durante años un A ras de suelo dinámico y esperanzador que cayó con la misma facilidad con la que en su día la escena contemporánea saltaba a las islas convencida de estar realizando la buena acción del día en un contexto de amistad y playa (el espíritu evangelizador del artista europeo no tiene límites). Era como ir al pueblo con la farándula, como un Pontós de los artistas/para los artistas pero con la diferencia de que Las Palmas es una capital de provincia con más de 350.000 habitantes entre los que se encuentran unos cientos de curiosos. Carmelo se dejó la energía en bregar con las obtusas administraciones canarionas pero sucedió y fue grande. Grande en todos los sentidos porque sembró, básicamente, dos semillas muy importantes que hoy agonizan. Una, la de la referencia y el impulso a las nuevas generaciones locales que compartieron mesa con esa escena contemporánea peninsular. Y otra, la de ejercer de testigo de la herencia performativa para la institución cultural canaria (oxímoron). Un testigo que a día de hoy sólo recogen -muy modestamente- el Centro de Arte La Regenta y el Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM) en Gran Canaria impulsados básicamente por artistas como Gregorio Viera, Pedro Déniz y Raquel Ponce. Más esporádica y raquíticamente, las ocurrencias puntuales del Tenerife Espacio de las Artes (TEA) en Tenerife y los “pinitos” y buenas intenciones del Organismo de Cultura de Santa Cruz a través del Ciclo sobre Cuerpo y Performatividad organizado a finales del año pasado por Masu.

Lo del TEA, evidentemente, requiere mención especial por lo nada especial que supone ser en este país poco más que un continente de nadas varias bajo la dirección de nadie (es decir, otro instrumento más al servicio directo de la política insular). Más allá de estas iniciativas en Las Palmas nos queda el discreto e importante trabajo del colectivo Fluxart y los coletazos folclórico queers de nuestra muy querida Mauri/Celeste. ¿Ya está? Pues sí.

La-artista-grancanaria-Raquel-PonceRaquel Ponce en el CAAM

Pero… ¿y los espacios escénicos? ¿Y los teatros?

Los teatros, como en Madrid, con la risa tonta. Pero más.

Hace unas semanas unos artistas en residencia en el Laboratorio de Artes en Vivo del Teatro Leal de La Laguna (volveremos luego a este no-se-sabe-aún-si-oasis-o-espejismo) contactaron con un artista local para ofrecerle una colaboración para el diseño del espacio sonoro de su pieza en proceso. Más allá de la incapacidad del artista invitado para integrar sin juicios la propuesta de los residentes llamó la atención su referencia a la gran cantidad de artistas que había en las islas en comparación (siempre según su visión) con otros lugares de España. Muchos y muy grandes (como los canes). A lo que los artistas residentes respondieron: ¿y dónde están que las salas están vacías? Como señala una buena amiga, “el aislamiento hace creer a los artistas locales que son la polla, nada más y nada menos”. Un ejemplo significativo: el artista canario por lo general no se informa de lo que va a ver (si es que va a ver algo).

Lo de las salas vacías eran conjeturas que habían llegado a los oídos de estos residentes que tenían que ver con la existencia de las mismas, otra de las típicas fábulas canarias. Porque, como en otros puntos del territorio, o no hay o no se ven.

Empecemos de nuevo por Las Palmas (y disculpen si no hago referencia a otras islas pero, para qué…). El Teatro Cuyás, el Teatro Guiniguada, el Pérez Gadós… se mueven bajo los mandos de gerentes infantiles que diseñan programaciones espectaculares sin el más mínimo interés por los nuevos lenguajes escénicos, apartando de sus carteles cualquier atisbo de expresión contemporánea bajo la excusa del público: es que Mi teatro Aún no tiene público para estas propuestas. Lo más interesante es el AÚN. Integran en sus razonamientos que algún día llegará ese público que hoy no existe y que, si existiera, no es suficientemente relevante como para tenerlo en cuenta.

En la isla de Tenerife sucede exactamente lo mismo pero con un par de excepciones que la convierten, con un mínimo de méritos, en el triste referente de la escena contemporánea en Canarias (da pena hasta escribirlo).

Por un lado Roberto Torres y un Teatro Victoria que tras quince años de dura sobrevivencia y una programación estable (en el tiempo) se encuentra ante los contagiosos y mórbidos síntomas del Síndrome de la Red de Teatros Alternativos (del que otros perros han dado buena cuenta-aquí y aquí-). Siendo el espacio natural para la creación contemporánea (de los 90-00) en Santa Cruz de Tenerife, la casa a la que todos los artistas recurren y el único espacio privado orientado a las prácticas (fundamentalmente) de la danza, se encuentra hoy en un difícil equilibrio entre el centro académico/de ocio y un espacio de creación/exhibición sin una línea programática clara (lo del síndrome…). Teniendo en cuenta que el apoyo y las políticas culturales a terceros en Canarias son prácticamente inexistentes sólo queda dejarse fagocitar por festivales impulsados por grandes estructuras (Auditorio) que diversifican propuestas, espacios y riesgos entre espacios menores y sin capacidad de decisión, y seguir invirtiendo energías en un modelo de gestión/programación muy personalista que no termina de abrirse al entorno cercano (aun teniendo el reconocimiento, el cariño y la fidelidad de una buena parte de los públicos contemporáneos de la isla). Nadie le quita el mérito a este gran desconocido de la cultura santacrucera, todo lo contrario. Pero… The Times They Are a-Changin’y necesitamos espacios con un discurso claro y contundente. Algunas señales –como la bien recibida extensión estival del Victoria en las calles de Garachico, pequeño pueblo costero del norte de Tenerife- nos dicen que se apunta hacia un cambio más allá de sus paredes, aunque es precisamente entre sus paredes donde este perro cree que debiera suceder el cambio.

Paisajes-de-la-memoriaPaisajes de la memoria (2006) de la Compañía Nómada del Teatro Victoria

El teatro principal de Santa Cruz de Tenerife (el Teatro Guimerá) tiene al frente a una persona (un profesional) sensible con ganas de introducir pequeños cambios en el malabarismo charcutero del gestor municipal. Hoy los pequeños milagros requieren pocos gestos (o los perros crédulos, en el fondo, los vemos por todas partes) y por aquí se están comenzando a dar. Aún con el enemigo en casa –una estructura administrativa plagada de funcionarios desganados, pagados de sí mismos y sin el mínimo interés por el trabajo del artista- el Guimerá está impulsando con recursos muy ajustados algunos proyectos de  investigación y creación contemporánea. Para un teatro de las dimensiones históricas del Guimerá pensamos que este es un ejercicio de responsabilidad. Sobre todo de cara a los creadores y a un público escasísimo que, en Santa Cruz de Tenerife, viene siempre canalizado por Equipo Para, otro de los pequeños oasis asociativos que generan cultura y pensamiento contemporáneo en la isla. Un inciso: este sí es de verdad un espacio para la creación y la nutrición de buenos perros en Canarias. Habría de ser el espacio natural para la experimentación escénica y quizás por eso mismo sea el lugar que, por su escasa programación, ponga de manifiesto lo marginal de estas prácticas en la isla. En cualquier caso el pulso del Teatro Guimerá es aun muy débil y sujeto a propuestas puntuales, sin ni siquiera un sentido o una dirección clara en el tiempo y, como para el Laboratorio de Artes en Vivo del Teatro Leal de La Laguna, extremadamente dependiente del político de turno.

LEAL.LAV

Laboratorio de Artes en Vivo del Teatro Leal de La Laguna (LEAL.LAV)

Y al LEAL.LAV hemos llegado. Si algo ha sucedido de importancia para la escena contemporánea en Canarias en los últimos años es este mal llamado Laboratorio de Artes en Vivo del Teatro Leal (por lo de laboratorio). Impulsado por Javier Cuevas, ex coordinador de aquel maravilloso despropósito llamado Centro Párraga (Murcia), ha conseguido convencer al ayuntamiento con mayor dotación presupuestaria  para un área de cultura en la isla de la necesidad de ofrecer desde la institución un espacio paralelo destinado a la creación escénica contemporánea. Y por ahora funciona. Por la sala de cámara del Teatro Leal han pasado de forma regular y desde septiembre de 2012 la mayor parte de las propuestas y artistas fundamentales de la escena española de los últimos años en una programación discreta, definida y variada, quizás demasiado buenista y heredera de los contactos de la época Párraga, combinando formación, exhibición, mediación, residencias y cesión de espacios. Como en el caso del Teatro Guimerá de Santa Cruz de Tenerife, demasiado endeble y en dependencia del impulso y el deseo de Una Sola Persona y del concejal/a de cultura y del partido político al que representa (casualmente ambas concejalías en manos de partidos en minoría en sus respectivos ayuntamientos). Quizás lo más loable de este proyecto sea –además del hecho de poder ofrecer una programación estable en la isla desde lo público y con la ventaja, por ende, de no tener que rentabilizar económicamente desde la taquilla- el esfuerzo por conectar a los artistas  programados con los artistas y estudiantes locales a través de encuentros en la propia sala y fuera de ella (facultad de Bellas Artes, TEA, Escuela Canaria de Creación Literaria, Escuela de Actores…).

En este punto el can apunta a la patética influencia que ejerce la mayor parte del profesorado de la Escuela de Actores de Canarias sobre un alumnado básicamente orientado a la repetición de textos clásicos y al monólogo estúpido y televisivo. Un profesorado que, en general, no pisa un teatro (y menos si la propuesta se sale del canon, de la representación y de la convención) y un alumnado que se ve superado en curiosidad y sensibilidad hacia los nuevos lenguajes escénicos y el uso del cuerpo por profesores y alumnos de la Facultad de Bellas Artes.

Aitana-Cordero-Quim-Bigas-LEALTO-GET-HER(E) de Aitana Cordero y Quim Bigas en el LEAL.LAV/Foto: Javier Pino

¿Qué mas vemos desde lo alto?

Desde lo alto lo primero que se ve es el Auditorio de Tenerife. Un edificio espectacular en sus dimensiones, en su forma y en su contenido que ha venido canalizando en los últimos años el soporte económico de las propuestas en danza contemporánea de creadores isleños y la formación de profesionales a través de su programa Tenerife Danza Lab (otro laboratorio que no lo es). El Auditorio –como el TEA- responde a los intereses de la política cultural del Cabildo de Tenerife: ofrecer cartel (musicales, ópera, figuras del pop,…) y gestionar como continente la inversión en esta otra nueva joya de la herencia Calatrava. A cambio el equipo de dirección -mas ocupado en la política cultural que en la cultura misma- aporta su dosis de contemporaneidad y compromiso social (¿?) con este Laboratorio que, sin ser una compañía estable ni un espacio real de investigación, mantiene a cuatro ya no tan jóvenes bailarines en una dinámica de trabajo funcionarial, en una eterna formación/entrenamiento hacia ningún lugar en flaco favor hacia los propios integrantes del TDL. Es un ejemplo claro de cómo una buena dirección pedagógica y artistas con talento pueden sucumbir por pasiva a los intereses de la política cultural  desactivando los conflictos, las reacciones, las tensiones y las relaciones entre la estructura, la creación, los artistas… Desactivando desde dentro el objetivo mismo de la expresión contemporánea.

A este panorama -posiblemente muy parecido al de otros lugares de este país- hay que sumarle la desconfianza y la desconexión que en la gran mayoría de las ocasiones se da entre las personas y los proyectos fruto, posiblemente, de este “encerrarse sobre uno mismo” como estrategia de sobrevivencia y de la propia insularidad (aislamiento) como forma de ser y como forma de operar.

¿Qué relaciones reales hay entre la Escuela de Actores de Canarias y el Teatro Victoria? ¿Y entre el Festival DanzAtac y el LEAL.LAV? ¿Y entre el TDL y el Centro Atlántico de Arte Moderno? ¿O entre la Asociación Réplica de Empresas de Artes Escénicas de Canarias y cualquier forma de creación escénica contemporánea? ¿Qué conexiones hay entre artistas y espacios canarios con artistas y espacios peninsulares, europeos…? ¿Y entre los propios artistas? Mas allá de combinaciones efímeras entre unos y otros (más sujetas a intercambios en el plano de lo logístico y de lo mercantil) la realidad relacional no pasa de una tolerancia a secas donde unos simplemente soportan la presencia de otros. Por supuesto sin llegar a comprender en ningún caso qué mueve a mi vecino, en qué consiste su búsqueda, qué materiales utiliza, qué necesita mañana, hacia a dónde se dirige o qué tiene que ver conmigo.

En el plano de la creación sucede algo muy parecido. La ausencia de espacios comunes limita el contacto entre artistas dejando un catálogo de prácticas muy desconectadas entre sí (generalmente más conectadas con espacios y artistas peninsulares), desarrolladas desde la intuición, con pocas referencias y con escasos feedbacks que terminan generando confusión y debilitando la naturaleza de la propia creación contemporánea (más allá de tendencias, escuelas, líneas de práctica y pensamiento,…).

Desconexión y ausencia de comunidad que deja en el aire la viabilidad y la supervivencia de los proyectos, el crecimiento de los artistas, la memoria de lo que sucede y el compromiso y la curiosidad de los públicos. Perros quedan, no muchos, no muy grandes. Pero hace falta jauría para mantener viva la llama y llama para construir jauría. Porque es fácil en estas latitudes, tan soleadas, tan apacibles, tan planas, caer en la desidia, dejarse estar y -con las mejores intenciones- volver a descubrir América.

Sigan viniendo. Por favor. ¡Tienen un público maravillosamente virgen con el que retozar! Sigan queriendo venir. Nos ayuda y nos recuerda que hasta a dos mil kilómetros podemos madurar y autónomamente ser parte de algo.

Can Chanchán

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Nadie dice nada y Pinter bebe Anís del Mono

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El Disco de Oro de las Voyager continúa su periplo por el espacio interestelar. La primera vez que vi La Abducción de Luis Guzmán fue en el Fringe 2013. Un escaparte en la pasarela del Manzanares que alardea de ser “el festival más arriesgado de artes escénicas”, cuando los únicos que arriesgan son los creadores al asumir que cobrarán una miseria por meses de trabajo. Todos contentos. ¿Todos contentos? Todos contentos! Sobre todo los encargados de la política cultural madrileña, porque han encontrado una fórmula más para devaluar la fuerza de trabajo de los locos que se dedican a las artes vivas, y de paso generar plusvalía simbólica al parecer que apoyan lo que algunos ya califican como un momento “único, efervescente, (…) tan importante como la movida madrileña”. Lo cual no sé por qué me recuerda a lo que le dice Maximiliano Guzmán a su hermano al inicio de la obra: “¿Sabes cómo es dejarse dar por el culo, duro, muy duro, una vez y otra, por un desconocido (…)?”. ¿Qué pasó con Sismo? ¿Qué ha pasado con Escena Contemporánea? Qué movida. Hay que joderse. Y nadie dice nada.

A finales de los setenta, la Nasa encarga a Carl Sagan que grabe un disco con los “Sonidos de la Tierra” para enviarlo en las sondas Voyager al espacio. Por si lo encuentra otra civilización y consiguen hacerse una idea de la nuestra. A Luis Guzmán le flipa Carl Sagan, el misterio y lo paranormal. En el disco puede escucharse la Cavatina de Beethoven, verse un diagrama de los órganos sexuales humanos, y leerse un saludo en Amoy que dice algo así como: “Amigos del espacio, ¿cómo están ustedes? ¿Han comido ya? Vengan a visitarnos, si tienen tiempo”. También hay imágenes de cómo lame, come y bebe nuestra especie. El Disco de Oro de las Voyager continúa su periplo por el espacio interestelar, pero en él no hay nada sobre artes escénicas. ¿Cómo se lo explicaríamos a otra civilización? ¿Con una imagen de un teatro griego? ¿Teatro del siglo XIX? ¿Teatro del XIX hecho en el siglo XX o en el XXI? ¿Performance? ¿Performance en un museo o performance en una caja negra? ¿Enviaríamos un texto de Shakespeare? ¿De Handke? ¿Y si a cualquiera de nosotros nos pidieran que explicáramos a otra civilización cómo eran las escénicas en 2014 en Madrid? ¿De qué hablaríamos? ¿Del ciclo de 10 años de la Tristura? ¿De Angélica Lidell? ¿De Albert Boadella y Arturo Fernández? ¿Alfredo Sanzol? ¿Paz Rojo? ¿De la Red de Teatros Alternativos? ¿Del CA2M? ¿Microteatro por dinero? ¿La Casa Encendida? ¿CDN? ¿Teatro Pradillo?

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La Abducción de Luis Guzmán es una marcianada. Un agente extraño en el cuerpo escénico madrileño. Y eso mola. Eso sí, hay dos posibilidades: o el cuerpo escénico se modifica para asimilara, o la expulsa. Habrá que estar atentos a la reacción. Por sus características, de las que hablaré más adelante, el espacio natural de esta obra debería ser alguna sala de los teatros públicos madrileños. Pero, por muy buen trabajo que sea, ¿cómo va a estar la primera obra de teatro de un tipo que se dedica a las audiovisuales, con actores como Emilio Tomé, en uno de esos cotos vedados? Año tras año nos lo demuestran. Y nadie dice nada. Nadie dijo nada de la despedida faraónica de Mario Gas del Teatro Español con Follies, sino que le agradecieron que se gastara menos que otras versiones del musical. Y la crítica le alabó y triunfó en los Max. ¿Cuántas obras se hubieran podido producir con el presupuesto de Follies? Producciones de esas en las que pagan ensayos, dietas, desplazamientos, y te hacen contrato de artista o torero durante las funciones. ¿Alguien sabe de qué hablo? Nadie dijo nada cuando Gerardo Vera dejó la dirección del CDN y monta con su productora Maribel y la extraña familia de Mihura. ¿No puso así de manifiesto con qué compás movía la batuta? Tampoco nadie dice nada de cambiar los estatutos de la Compañía Nacional de Teatro Clásico para que muchas obras que están en el CDN se hagan en el Teatro Pavón y se ventile un poco el imaginario contemporáneo.

Hace un par de años cambió la dirección de los teatros públicos madrileños. Poco se ha notado. Y todos seguimos callados. Nadie dijo nada cuando Natalio Grueso tuvo la revelación de programar la obra dramática completa de Vargas Llosa. Todo un visionario, además de imputado. Y nadie ha dicho nada de los reestrenos de esta temporada en el CDN. Buen sí, ochenta y pico personas firmaron una carta pidiendo explicaciones a Ernesto Caballero. Quien no ha dicho nada es él. No passa res, en este país estamos acostumbrados desde siempre a que a las instituciones públicas las rijan principios conservadores, a que los espacios con más dinero sean los más rancios, a que lo que meten dentro de ellos lo llamen CULTURA, y que lo que dejan fuera sea cultura alternativa o incluso contracultura. Mientras tanto a Rodrigo García se convierte en el director del CDN de Montpellier. Y así seguirán las cosas por los siglos de los siglos, a no ser que hagamos algo. ¿Propuestas?
http://vimeo.com/81843202

La Abducción de Luis Guzmán es una obra de texto, de personajes, de conflicto dramático y todas esas cosas del siglo XIX que han sobrevivido a las vanguardias históricas, al viraje plástico de Beckett, a las dramaturgias de la “densidad” y la “complejidad”, a la danza contemporánea, a todos los pos y repos, y, y, y… Quizás el motivo sea que las instituciones burguesas (y fascistas) también han sobrevivido al siglo XX, y todos somos más o menos burgueses (y fascistas). Y al ser burgueses (y fascistas), todavía nos creemos que nuestro mundo aséptico tiene un orden y su devenir un sentido, y por eso nos tragamos cosas como que esta crisis tiene principio y tendrá un final, o la cartelera de muchos teatros. No asumimos la complejidad y seguimos representando la “realidad” en estructuras que responden a los principios de causalidad y coherencia. El teatro burgués, gran parte de nuestro teatro para bien o para mal, se construye para vender al espectador la sensación de que la “realidad” es explicable, predecible y controlable. Así, el imperio de la verosimilitud dramática gobierna la escena desde hace demasiado tiempo. Todo lo demás es lo otro, lo obsceno, y cuando lo conoces y te lo metes, has de volver a configurar tus hábitos dramáticos, o mirar para otro lado.

El principal transmisor de la verosimilitud ha sido el texto. Por supuesto, hay y ha habido de todo. Hay textos que han reventado la tradición, generando nuevas vías escénicas. Otros, aun partiendo de estructuras verosímiles, han sabido llevarlas hasta el límite, poniendo en cuestión los principios de los partían. La dramaturgia anglosajona está llena de buenos ejemplos, pero quizás el más interesante sea el de Harold Pinter. La Abducción de Luis Guzmán es lo que hubiera escrito Pinter si en vez de whisky hubiera sido bebedor de Anís del Mono. Lo que la diferencia del teatro de texto que solemos sufrir en esta ciudad, y me lleva a pensar sobre ella.

El argumento la obra es el siguiente: Luis Guzmán es un hombre raro. En su pueblo será el tonto del pueblo, aunque su dialéctica supere la de muchos hombres cultos de ciudad. Sufre algún tipo de trastorno mental de esos por los que encerraban a la gente en psiquiátricos y ahora salen en la tele o se les incluye en las listas cerradas de los partidos políticos. Está obsesionado con el misterio, lo paranormal, el espacio exterior, Carl Sagan y su Disco de Oro, y alucina un poco creyendo que todos los días graba un programa de radio llamado La hora de Luis. Luis Guzmán es el loco que la sociedad niega y oculta para no enfrentarse con lo terrible. Hasta ahora ha vivido con su padre José Luis, quien se encargaba de su cuidado. Su padre muere, y su hermano Maximiliano vuelve de Londres a enterrarle y a decidir qué hacer con Luis. Empieza la obra. Tarde después del entierro. Hermanos contrapuestos. Max, egoísta y frío, es un ejemplo del individualismo anglicano liberal. Tres palabras que podrían ser sinónimas. Nada que ver con la familia cristiana que permanece unida en torno al brasero de la mesa camilla de la que Max procede, y de la que su mujer, Clara, no sabía nada. Max y Clara, dos nombres muy pinterianos. Primera transición. Llega Clara y flipa con Luis y con el pasado de Max. Max y Luis se enfrentan, Max y Clara se enfrentan, Luis y Clara se enfrentan. Triángulo. Segunda transición. Al día siguiente Max y Clara deciden qué hacer con Luis. Ya. En fin, esto puede leerse en cualquiera de las críticas que se han escrito sobre la obra.

Por ponerme un poco perro, creo todo fluiría más si se perdiera el respeto a las coordenadas temporales y el apego a la estructura dramática. Old Times de Pinter. Las espaciales no influyen. ¿Es Castilla? Qué más da. Podría ser cualquier pueblo. Se abstraen las características de las provincias. Mola. El personaje ausente del padre, de quien se nos dice poco, se hace presente a través del sillón y del abrigo que se pone Clara al llegar. Bien. Clara también podría ser un personaje ausente y no pasaría nada. Lo que pasa, pasa entre Luis y Max. El problema es que no podríamos disfrutar de la interpretación de Ana Alonso. Que se quede Clara, entonces, que se quede Ana Alonso. Francisco Reyes tiene mucho de eso que los entendidos llaman presencia escénica, cuya enseñanza por profesores de interpretación daría para una divertida videoplaylist o un cómic. Pero no sólo es presencia. Se luce en esos relatos que tanto recuerdan a Ashes to ashes de Pinter. Emilio Tomé ha conseguido construir un personaje con el que empatizamos desde que sale comiendo pipas. Yo, si se emitiera La hora de Luis, sería un oyente fiel. Luis Guzmán no tiene ideas, tiene trenes de ideas. Luis Guzmán no habla, vomita. Si Luis Guzmán tuviera twitter sería un fenómeno hipster. Tomé, mucho mejor que en el Fringe, logra encauzar el torrente verbal de Luis sin pasarse de revoluciones. La participación de Emilio Tomé en el montaje, a quien se le ha nombrado como “uno de los valores del teatro de vanguardia patrio”, pone en cuestión la tontería esa que nos quieren hacer creer de las familias del teatro y la danza, y anima a la promiscuidad escénica. Algún día, cuando encuentre el modo de no herir demasiadas sensibilidades, escribiré sobre la generación silenciada de creadores escénicos de Madrid, a la cual pertenecería Emilio Tomé. Gran parte de las palabras de Remón, de quien por favor esperamos más obras, han sido escritas a partir de improvisaciones en los ensayos. Un método que ahora se le atribuye a Claudio Tolcachir y su Timbre 4, pero que sólo es posible con mucho tiempo de trabajo previo. Condiciones que estaría bien que alguien empezara a hacer viables. Es decir a pagarlas para que montajes como La Abducción de Luis Guzmán no sean un sacrificio económico, y salgan de los halls de los teatros y ocupen los escenarios.

La obra tiene todas las papeletas para convertirse en un éxito. Un éxito merecido. Por méritos propios. De ser así el cuerpo escénico madrileño lo agradecerá. Significaría que su salud mejora. Y entonces sí, Todos contentos!
http://vimeo.com/65635065

Un Perro Paco

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