
De la extensa programación del festival Surge he ido a ver una sola cosa en la sala Réplika. Se llamaba LA NUEVA ERA y es el último trabajo de Marie Delgado con La Tarara Company, colectivo que dirige desde 2011 (o 2013, según la fuente) y que también integran Iván Fernández Mayo, Luis Carlos Agudo y, quizá, Jose W. Paredes (también, según la fuente).
La Tarara se formó cuando sus integrantes finalizaron sus estudios de Arte Dramático en la Universidad de Sevilla, desde entonces ha estrenado cinco espectáculos, sin contar happenings y acciones callejeras. Es la primera vez que yo veo un trabajo de esta compañía, pero es la segunda que estrenan en SURGE: en 2022 participaron del festival con una obra llamada Dismorfia sobre “las alteraciones mentales causadas por la obsesión por la apariencia física”.
Marie Delgado es de Cádiz. En esta obra habla del futuro de la humanidad como especie, de la sanidad pública en Andalucía, de la salud mental y de los afectos. También menciona la condición periférica del sur de España, pero esta es una idea que no se desarrolla demasiado.
La sala está más o menos vacía. Contra las paredes esperan objetos de los que los intérpretes se servirán a lo largo de la obra y que parecen construidos con material de desecho. Del peine cuelgan carteles que informan sobre el lugar que esa zona del escenario será en la ficción que comenzará dentro de un rato. Los carteles tienen dibujos que recuerdan al trabajo de Derek Riggs, el que hacía las portadas de los discos de Iron Maiden, e inscripciones como “Factoría”, “Casa de LLL” o “Consultorio de LLL”. Los vestuarios y el maquillaje están muy trabajados y construyen personajes de aspecto grotesco.
Cuando la obra comienza Marie Delgado está en el hospital de Puertollano con su abuela, acompañando a su tía agonizante. Allí se pregunta cómo gestionará la humanidad el dolor en el futuro y se responde que, probablemente, en el futuro la muerte sea abolida y con ella desaparezca también el sufrimiento. Lo que seguirá a eso será una historia de ciencia ficción que ilustrará el posible resultado de esta hipótesis:
En la Nueva Era los humanos no mueren, aunque, al parecer, sí se deterioran sus sistemas operativos y se degradan sus cuerpos si no reciben mantenimiento. LLL es uno de estos humanos. Su cuerpo es orgánico, fue fabricado a partir del de una persona que vivió hace tiempo, su nombre era Marie Delgado.
LLL vive sola y se especializa en reproducir la antigua gestualidad humana. Trabaja entrenando a otros robots que por avería o antigüedad carecen de la capacidad de sonreír, demostrar asombro o poner cara triste.
Un día, mientras trabaja, LLL experimenta un sentimiento, desde entonces comienzan a asaltarla recuerdos de una vida que no es suya. Parece que algo de Marie ha quedado atrapado en el cuerpo a partir del cual construyeron a LLL y ahora pugna por salir en forma de acento gaditano. Esto es un problema grave: en la Nueva Era los sentimientos están proscritos, quien los experimente será castigado con el destierro.
La aventura de LLL es una lucha clásica del individuo contra el sistema, del sujeto diferente contra la uniformidad imperante y de la gracia gaditana contra el mundo, como también lo fue, en cierta forma (nos vamos enterando con el correr de la obra), la vida de la tía de la que nos hablaron al principio: una persona con discapacidad intelectual y coja que cargó con la etiqueta de “loca del pueblo” desde muy pequeña.

A medida que avance la obra la historia de lo que ocurre en la Nueva Era se irá cruzando con la de Marie y las mujeres de su familia. En todo momento el lenguaje será crudo, sin eufemismos ni sutilezas. Se construirán imágenes que representarán de forma bastante literal lo feo, lo que está en proceso de descomposición, lo exagerado, lo que se deforma, lo que es viejo, está roto, parece basura o ya no sirve.
El trabajo con el cuerpo, que recae sobre todo en la propia Marie, en Carlos Pulpón y en Victoria Aime es preciso y da gusto verlo. Creo que en las escenas que LLL tiene junto a P (Pulpón) y a la Doctora (Aime) están algunos de los momentos más interesantes de la pieza, y también más divertidos.
Para ir terminando diré que me costó entender el significado de algunas cosas y que creo que esa dificultad es el resultado de que con el correr de la obra se fueran olvidando convenciones que se habían establecido poco antes, o de que en algunos casos se diera información contradictoria: Cuando se nos presenta a LLL se nos dice que es una humana genéticamente modificada hecha a imagen de Marie Delgado, luego, en la escena que comparte con P, LLL es un robot que emite un sonido al moverse, más tarde, cuando recuerda el pasado es, o parece ser, porque el cuerpo de Marie Delgado tiene memoria, pero, hasta donde sabíamos, el cuerpo de Marie Delgado solo había servido como imagen a partir de la cual diseñar el de LLL. Me hice un lío. Sé que entender estas cosas no resulta imprescindible para comprender la pieza en su conjunto, pero soy de la opinión de que construir las historias con precisión es mejor que no hacerlo, porque es en los detalles donde una historia puede diferenciarse de todas las otras con las que comparte arquetipo. Atender a esta precisión, creo, también habría ayudado a recortar material redundante para que la obra pudiera tener una extensión más asequible.
No quisiera extenderme más, solo decir, a modo de resumen, que me pareció que este trabajo aspira a reconciliarnos con la idea de que todo lo de lo humano que intentamos aniquilar, porque no nos gusta y porque nos duele, está inevitablemente ligado a la podredumbre, y que los intentos por despojarlo de esta siempre fracasarán y que está bien que así sea, porque lo que no se pudre no es honesto, ni es real, ni estuvo vivo nunca, y no puede hacernos bien, de ninguna manera.
María Cecilia Guelfi
Fotos de La Tarara y de Carmen Aldama







