
En la capital mundial de la libertad, las fisuras de su modelo neoliberal ahogan la vida común: la sanidad pública asfixiada, el precio desorbitado de la vivienda y la crisis de la educación pública, entre otros síntomas de deterioro social. En este territorio, es donde la compañía de teatro Las Huecas estrena su último trabajo, Risa caníbal, en el Centro Dramático Nacional. Una obra mordaz que se levanta contra el auge de la extrema derecha a lo largo y ancho de Europa y contra su ideología apocalíptica y desquiciada.
La trayectoria de este colectivo ya es ciertamente conocida, fundado en 2016, trabaja desde la práctica escénica compartida, y desde entonces explora la relación entre el cuerpo biográfico y cuerpo político. Con obras como Aquellas que no deben morir, han transitado múltiples identidades —desde etnógrafas a banda punk— y actuado en espacios tan diversos como calles, teatros y redes sociales. Su estética apuesta siempre por el distanciamiento y la poetización de lo común, exponiendo la fragilidad del cuerpo y de sus condiciones materiales.

El título de este nuevo trabajo se refiere al libro La risa caníbal de Andrés Barba, que reflexiona sobre la dimensión devoradora de la risa: “cada vez que un hombre abre la boca para reír está devorando a otro hombre” (Barba, 2021, p. 2). Y es que en una época donde los afectos alterados, más que la razón, dominan la esfera pública, la risa deja de ser un simple desahogo y se convierte en un acto de poder, incluso de violencia tal y como nos permite entender la última obra de Las Huecas.
La acción arranca después de que una voz en off cuente un chiste:
– ¿Cómo se acoge en una escena a las líderes de derechas de Europa?
– De pie y contra la pared.
Sobre el escenario aparecen cuatro mujeres en fila agarradas a una cuerda para no perderse. Dirigidas por una regidora llegan a un espacio indefinido que puede ser una oficina o una sala de espera. Aparecen algunos elementos mínimos: una planta en una maceta, una máquina dispensadora de agua y un fondo de color azul, el de la vieja Europa. Las cuatro actrices son Júlia Barbany y Nuria Corominas, habituales del colectivo, y dos intérpretes invitadas: Judit Martín y Sofía Asencio, todas encarnan versiones grotescas y reconocibles de líderes políticas de la extrema derecha europea. Los personajes son: Giorgia Meloni representando a Italia, la francesa Marine Le Pen, Alice Weidel por Alemania y una mujer española que, aunque podría ser Rocío Monasterio, su caracterización e interpretación hace que se acerque más a la imagen de Isabel Díaz Ayuso. Estos personajes nunca se presentan explícitamente, pero su excelente interpretación, caracterización, y guion bastan para reconocerlas.

A partir de ahí, el juego macabro se desata cuando las políticas empiezan a reconocerse y a interactuar entre sí. La política italiana propone un juego importado de Estados Unidos, se ponen unas narices de payaso y comienzan a satirizar gestos de los movimientos feministas o a ridiculizar el acoso sexual. La figura del payaso encarna aquí lo que sale de control, su libertad les convierte en algo peligroso, porque transforma el humor en crueldad. Las risas del juego tienen que ver con la humillación y la degradación, aquí demuestran su canibalidad, en la risa que se alimenta del dolor y la degradación del otro.
«Haced a los demás lo que no os gustaría que os hicieran a vosotros»
(Barba, 2021, p. 45)
La recursividad de la nariz de payaso en la escena opera como una figura de lo siniestro, sus cuerpos deformes emergen de la repetición de elementos familiares que, al reconfigurarse, provocan una imagen perturbadora. Desde aquí suceden distintos momentos donde excretan fluidos corporales (orín, mocos, vómito, sangre y heces). El cinismo de las líderes se vuelve absolutamente flagrante hasta que la líder italiana se orina encima y las demás tratan de encubrir su excreción. Le sigue la política francesa que vomita mientras una maleta que lleva empieza a supurar sangre. Esta concatenación de hechos es resuelta por los personajes a través de la manipulación del lenguaje y la invención de narrativas. La mentira se impone como relato político y el delirio sustituye a la verdad. La situación se torna cada vez más extraña hasta el punto de que se arrastran por el suelo, defecan, se alimentan de sus propios excrementos y pierden el control. La pantalla que antes les subtitulaba se subleva con la aparición fragmentos del poema Los cobardes de Miguel Hernández.

Hacia el final de la obra el discurso sobre la raza y la tradición llega e invocan al pasado neandertal como la verdadera pureza de la raza europea. Aparece en la escena una neandertal que cobra vida, se come sus ojos, estira su piel con los dientes para despellejarlas y les arranca la cabellera. Mientras, recita un monólogo que contesta las acciones de las políticas, afirma: “Si la comedia se ha vuelto barbarie, que la barbarie sea comedia”. La neandertal apila sus cuerpos, los rocía con un líquido y enciende una llama. La obra acaba y se hace oscuro.
Este cierre, condensa la violencia latente en los discursos de la extrema derecha y da paso a una lectura más amplia del trabajo de Las Huecas. Su propuesta no solo actúa como un espejo en el que reconocemos la deformidad de nuestro presente, atrapado en esa escisión entre lo imaginado y lo real, sino que también utiliza el humor cínico como síntoma de un sistema que se devora así mismo. La obra descubre las imposturas de los discursos de la extrema derecha que invaden nuestros días, la fragilidad del individuo en la masa y la estetización del cinismo hoy. En un mundo gobernado por la creciente opacidad del capitalismo financiero y la manipulación perceptiva de las redes, esta obra emerge como un ejercicio de resistencia. Al poner en escena el absurdo de nuestra complicidad con lo monstruoso, nos recuerda que la producción artística continúa teniendo la capacidad de confrontarnos con nuestras sombras para comenzar a imaginar otras formas de existencia colectiva.
Paula Noya de Blas
Imágenes de Geraldine Leloutre y Marta Lofi
Bibliografía
Barba, A. (2021). La risa caníbal: humor, pensamiento cínico y poder. Alpha Decay.







