Sandra es una estrella de rock

Sandra Gómez en Tentativa

Sandra Gómez en Tentativa

Precedida y también motivada por una serie de trabajos anteriores sobre la biografía y las dificultades propias para la creación relacionadas con la enfermedad, ya en “Tentativa” (2012) Sandra iniciaba una apuesta por el movimiento, por la danza, como motor y como fin de su trabajo. Si entonces, enmarcada su búsqueda en sus experiencias, se reconocía bailando en su propia historia vital en la danza, parece que con “No soy yo” cierra un ciclo, inscribiéndose, reconociéndose ahora en la historia de la danza, al menos en aquella en que se reconoce o se quiere reconocer.

 “Tentativa” es una apuesta por el movimiento puro como danza, que huyendo por un lado del análisis teórico que la enmarca, a modo de proyecciones de estadísticas más afectivas que científicas, más biográficas que generales, y por otro lado huyendo de forma vehemente de los códigos dancísticos, aboca a la sensación de vacío que el movimiento puro tiene.

Escribí esto último el 11 de octubre del 2012. Hace unos días escribía en el Facebook esto otro:

NO SOY YO, de Sandra Gómez en la Inestable
Al decir que no es ella, o más bien que no es YO, Sandra se quiere inscribir o lo hace, se reconoce inscrita, en el cúmulo de las experiencias de la danza contemporánea. Se niega a ese YO para desde tres dispositivos distintos, inscribirse en distintas historias de la danza contemporánea: el testimonio fílmico de mujeres pioneras en la llegada y el desarrollo de la danza contemporánea en Valencia, la reinterpretación de 4 coreografías de 4 coreógrafas postmodernas americanas y el uso de las voces de coreógrafas europeas actuales.
Sandra se reconoce y se apropia en/de ellas, para sin embargo apostar por su autonomía. Cómo ser ELLA sin ser YO, o sabiendo que el YO también son todas ELLAS, que por su cuerpo, como en resonancia, siguen estando.
Luego está la broma que hacíamos el día del estreno: que habría que ponerle un cable, que con tanta energía seguro que daba para abastecer al teatro.
No os la perdáis
Último finde

Sandra Gómez en No soy yo. Foto: Alain Dacheux

Sandra Gómez en No soy yo. Foto: Alain Dacheux

El salto dentro del movimiento, dentro de la danza, lo ha hecho Sandra desde “Tentativa” hasta “No soy yo”, subida al caballo de las endorfinas. Chute constante de segregación física. A través del sudor diario como insistencia, acompañada de la música (¡Viva el temazo!), se ha ido deslizando por los lugares que quería ocupar en la danza o por aquellos que quería  que la danza ocupara en ella.

A pesar de la limpieza, la nitidez, la sencillez tanto de su gesto como de sus propuestas, parece que se ha ido encontrando con donde estar y donde no de forma intuitiva, pero  asumiendo la apuesta, el a por todas, en cada uno de los momentos. Esto puede aparecer a raíz de mil cosas pero pienso que aquí tiene una relación directa con la improvisación en el movimiento. Un uso preciso del momentum, una apropiación más, no sólo en la danza, también a la hora de acometer y escribir cada una de las piezas que han ido desgranándose estos último años.

Pareciera que todo aboca a ella, ella sólo como estrella de rock, cosa que sería genial a pesar de nuestras resistencias postmodernas a la espectacularidad, a la sublimación, al icono. Ya sería genial quedarse abobada, hipnotizada, absorta con esa fuerza de la naturaleza delante de nosotras en “Tentativa”, en “The Love Thing Piece” (2013), en “Heartbeat” (2016), en “No soy yo”. Pero Sandra ha ido haciendo algo aún más peliagudo en los tiempos crípticos que corren en la escena: reclamarnos la cultura popular como nuestra y en el centro de ésta el baile, la danza misma. Porque bailar, bailamos todas, o al menos lo podemos hacer, y es genial.

En plena época de los comunes, de los círculos, de las asambleas, de la infinita retahíla de discursos del pensarse juntas sin por ello desaparecer instrumentalizadas por lo nuevamente institucional, Sandra nos propone que bailemos, que sabemos hacerlo, tanto solas como juntas. La danza es un lugar de encuentro posible y cercano, por infinitamente testado.

“Tentativa” después de “Tentativa” fueron otras “Tentativas”: “Tentativa and Guests”. Invitadas primero las no profesionales (Teatro Inestable, 2014) luego las adolescentes (Las Naves, 2015) y finalmente las mayores (Teatre El Musical, 2016), “Tentativa and Guests” funcionó por tres veces como un dispositivo para mostrarse juntas pero cada una a su manera. Bailando. Buscando a veces un bailar imposible, enjugazado y otras enjugazándose en lo que se sabe bailar desde los 70 del siglo pasado para acá, según la edad, pero sin academias, sólo transmisión popular de discotecas, casales falleros, verbenas, salas de baile, calles, paradas de metro, habitaciones propias y fiestas populares.

Su decisión de alejarse de los códigos dancísticos le llevó a esa danza limpia del correr en círculo de “The Love Thing Piece”, surgiendo aquel huracán inmenso que sólo encontraba conexión, referente, en los temazos de su vida, desde el disco hasta el electro. Y de aquel ritmo incansable, de aquella música hecha para bailar y su pulso sostenido, surgía lo que construye en última instancia “Heartbeat”: tres horas, que podemos llegar a pensar que por qué no cien, de latidos de su corazón unidos a la música, dándole al baile sin parar. ¡Eh, mi corazón late como la música techno! ¡Eh, la música techno late como mi corazón! ¡Aquí estoy! ¡Soy una estrella del rock! ¡Y tú también! ¡Seguro que tienes ganas de bailar!

“No soy yo”, como decía antes, cierra un ciclo. Se ubica Sandra geográficamente, dándole voz a algunas de aquellas mujeres a través de las cuales llegó y se desarrolló la danza contemporánea en Valencia y por ende, en ella misma. Se ubica reconociendo como propios los referentes en el movimiento de las postmodernas de hace cuarenta años en EEUU, allí donde empezó la ruptura con los códigos dancísticos, hijos del ballet. Y se ubica finalmente en el contexto europeo con las voces de algunas coreógrafas actuales del continente. Se ubica entre mujeres en un contexto profesional que a pesar de que en su mayoría está compuesto por éstas, son cada vez más visibles los hombres. Decide recuperar de la historia y de la memoria las experiencias de movimiento, los procesos de búsqueda y  las experiencias de las personas, para poder seguir bailando. Trabajo autorreferencial de la danza contemporánea, casi de carácter didáctico, reconocido en su propio cuerpo para llevarlo otra vez al temazo electro-punk donde se lo agencia, se lo baila, se lo destruye, para que se convierta en popular y ella en estrella de rock, que nos fascina en escena pero no deja de ser alguien más que baila. Acabamos como siempre, con ganas de bailar. Debe de ser algo bueno.

Carte de No soy yo, de Sandra Gómez

Carte de No soy yo, de Sandra Gómez

Apunte:

Preguntadas por cómo ven la daza en el futuro, las entrevistadas en “No soy yo”, hablan otra vez desde ese lugar de fragilidad profesional que han arrastrado y vivido y que no desean que se perpetúe. Estoy convencida de que si hubieran sido francesas por ejemplo, las entrevistadas, hubieran hablado de danza, de estética, incluso de implicaciones políticas del bailar, pero lo que tenemos es un territorio funesto, persistentemente precario, donde a pesar de lo vivido no parece que se haya mejorado en las condiciones laborales y sociales de las bailarinas y de las creadoras, no parece que podamos ser libres en pensar en por ejemplo la danza del futuro que sugiere magistralmente Jaime Conde-Salazar.

Incluso en la dinámica ficticia liberal del mercado ¿cuántos bolos tendrá Sandra de estas piezas? Pero sobre todo, ¿podrá vivir de ellos?

Al final tendremos que pasar la gorra.

Sandra estará en Teatro Pradillo el 28 y 29 de octubre con “No soy yo” y el 30, con “Heartbeat”.

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