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©Carlos Sáez

Va a ser mi cumpleaños y, ya que por trabajo no me puedo ir muy lejos, decido escaparme un día a Madrid; para así engañarme un poco y satisfacer la necesidad de cambiar el paisaje. Coincide que hay un par de cosas que tengo ganas de ver y justo el día anterior a mi llegada, el 6 de octubre, se inaugura en La Casa Encendida una exposición que me genera mucha curiosidad: YOU GOT TO GET IN TO GET OUT. El continuo sonoro que nunca se acaba. Comisariada por las españolas Sonia Fernández Pan y Carolina Jiménez. 

En los últimos meses he ido escuchando algunos de los podcasts que se fueron generando como parte de la exposición, la cual se ha ido desplegando, en el transcurso del año, en diferentes materialidades. Podcasts que han conseguido invadir con un poco de bailes techno mi casa; y no importa no estar en un Club, mi cuerpo sabe de qué va esto: Cierras los ojos, escuchas el beat de la música, sientes los cambios del beat de tu corazón que acompañan tus movimientos y visualizas cómo tu materia gris se va transformando al ritmo de estas vibraciones. Puedes imaginar que hay luces, que hay gente a tu alrededor a la que le está sucediendo lo mismo que a ti: Estoy una vez más con todas ustedes pasándola de maravilla en este anonimato.

Pero volvamos a ese 7 de octubre en Madrid. Estoy de suerte, es un día muy primaveral, han vuelto a salir los vestidos de flores antes de ser guardados en las cajas de la ropa de verano. Además de la exposición formal que habita diferentes salas de La Casa Encendida, ese día se presentó también una performance: Higher xtn del coreógrafo y artista italiano Michele Rizzo. Han pasado ya dos meses de la experiencia y las sensaciones están un poco desdibujadas, pero me gusta la tarea de rebuscar la obra en mi cabeza porque sé que la disfruté, y hago el mismo ejercicio como cuando me quiero acordar de los bailes de alguna discoteca o fiesta, aunque esta vez mi lugar es otro: Solo he sido espectadora. Busco desesperadamente la música que acompaña la pieza, para así intentar revivir con mayor claridad las sensaciones que tuve. Es un beat que entra rápido y difícil de olvidar pero, a pesar de lo repetitivo que es, es complicado de tararear sin que se mezcle con otras canciones más burdas. Veo que, como yo, mucha gente pregunta por ella, y es que todas queremos bailarla. Por el momento solo descubro que es del músico y artista visual italiano Lorenzo Senni; aún no resuelvo si es una rola (como decimos en México), creada específicamente para la obra. Lo único que sí sé: Es que es un rolón.

Ese 7 de octubre aún no había escuchado la canción, hacemos fila, una fila bastante larga para entrar. Disfruto ver otros rostros, algunos los reconozco, bailarinas y coreógrafas que trabajan en Madrid y no es común ver por Barcelona.

Finalmente entramos al Patio Central de La Casa Encendida y nos colocan a todas en el suelo pegadas contra la pared, rodeando lo que en unos minutos se convertirá en una pista de baile. No averigüé nada antes de ir, vi la imagen con la que promovían la pieza, sabía un poco del contexto y me pareció más que suficiente.

No recuerdo si aún estamos en silencio cuando entra el primer bailarín con pantalones de cuero negros y una camiseta de colores transparente y entallada. Imaginemos que él entra… y entonces entra un beat, tun, turún, turún turuun, algo así, un poco agudo y comienza a marcar una serie de pasos, movimientos que nacen en los pies y piernas, y que viajan sutilmente a la pelvis, torso, brazos y cabeza. La secuencia se repite, una y otra vez, la música también. Después de un tiempo, el solo deja de ser un solo y entra un segundo cuerpo, una rubia vestida con colores claros y un tatuaje en el brazo, que si mal no recuerdo dice VOID. Y es que la repetición, una vez que tienes identificada la secuencia, te da espacio, es entonces cuando comienzas a ver los detalles de los cuerpos, sus sutilezas. El beat de la música, es suave, hemos entendido la secuencia y parece que la composición. Ahora, entrará otro cuerpo, un rubio con tejanos y camiseta blanca, y después de un rato otro cuerpo, una negra con un look deportivo, y después de un rato, otro cuerpo, un tercer hombre con gorra, moreno. Los cinco cuerpos repiten la secuencia, todos al mismo tiempo, el mismo paso justo en el mismo instante, las calidades de cada uno varían en detalles tenues, y eso enriquece mucho lo que está sucediendo. El último que entró, el de gorra: ¿será el coreógrafo? Es muy preciso y se nota que esos pasos los ha hecho muchas noches, los tiene totalmente incorporados.

©Bego Solís/Arturo Laso.

La secuencia la misma, cada cuerpo en solitario, cada uno con su estilo y energía, la música va subiendo de tono, siempre el mismo beat, los movimientos también, los pasos dejan de suceder en un lugar fijo y la composición se va complejizando, la individualidad se convierte en colectividad: Hay que saber dónde moverse para no chocar con el otro. A veces se miran a los ojos, a veces se sonríen… muy a veces. Los bailarines están muy concentrados, no puede haber un paso en falso y, en los aproximadamente 40 minutos que dura la pieza, no los hay. 

El baile ha subido tanto de intensidad que el movimiento ya no comienza en los pies y piernas, ya no viaja a otras partes del cuerpo; el movimiento ha tomado a esos cuerpos agotados. Hemos llegado a la última hora de una Rave, la precisión se desdibuja; y nosotras, espectadoras, estamos muy frescas.

Y así como comenzó, así como terminan la fiestas, los cuerpos van saliendo de la pista de baile, uno a uno, en diferentes tiempos. Entonces sale el último, y no cabe duda: Esto ha terminado. ¡Aplausos! El tun turún turún turuuun nos acompañará a nuestras casas, así como las ganas de salir a un Club esa noche e intentar repetir los pasos.

De camino al bar para tomar algo, lo intento, no lo puedo creer, los vi muchas veces y no soy capaz de repetir ni un movimiento, pero sé que han quedado ahí, impresos, como tantos pasos y bailes vistos, que de repente: ¡FUUM! (sonido de encantamiento) ¡Son tuyos! Dejan de ser de ella, te pertenecen, los bailas como si los hubieras bailado toda la vida… Pero hace falta estar en el lugar indicado para que esto suceda. Caminando por Ronda de Valencia es difícil que una magia así pueda acontecer.

Anabella Pareja Robinson

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