El próximo viernes 7 de noviembre de 2025, a las 20:00h, se estrena en el Teatro Ensalle de Vigo una nueva obra de Antonio Fernández Lera. Esto que sigue es solamente una invitación a que vengáis y celebremos. El sábado 8 y el domingo 9 a la misma hora tenéis otras oportunidades. Yo aviso con tiempo. Vosotros veréis.

Antonio en Tipos Infames © archivo AFLera
Track 1: Intro. Los Hombres de Piedra y el nacimiento del Teatro Pradillo
El miércoles 7 de noviembre de 1990 abría por primera vez sus puertas al público el Teatro Pradillo de Madrid. Lo hacía con una obra llamada Los hombres de piedra con dirección de Carlos Marquerie, quien por aquel entonces era junto a Juan Muñoz una de los dos patas en las que se apoyaba La Tartana Teatro y el recién nacido teatro.
La antigua nave de transportes que antes utilizaba SEUR comenzaba su andadura en el mundo de las artes escénicas. Hasta hoy. Lo hacía en el barrio de Prosperidad, la Prospe. Un barrio del norte de la ciudad bastante alejado del centro, del eje Malasaña – Lavapiés dónde se concentraba el meollo de la actividad cultural tanto teatral como de la ya entonces decadente movida madrileña.
La obra se estrenaba bajo el paraguas del VII Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid. Un festival internacional que intentaba concentrar en un mes lo más novedoso del mundo escénico a imitación de otras iniciativas otoñales europeas. Ahí sigue. Con sus bandazos y sus recortes presupuestarios, pero ahí sigue. Empezando hoy mismo su 43º edición.
He encontrado pocas referencias de aquel estreno en una búsqueda rápida por la red. Entonces los smartphones no existían y las redes sociales se activaban en las plazas y los bares, sobre todo los bares. Nadie podía dejar sus notas para la posteridad universal e incrementar así su huella de carbono. Encontré una fotografía distribuida por la agencia EFE. Y una amplia reseña posterior firmada por Pedro Valiente en la ya desaparecida revista Público. En su crónica, titulada Infiernos concéntricos, hace una introducción a doble cuerpo de letra: “El teatro Pradillo inauguró oficialmente su andadura con el estreno del último texto dramático de Antonio Fernández Lera, una bisagra en la que confluyen el estilo característico de La Tartana y nuevas propuestas escénicas, en lo que parece ser un viaje concéntrico desde el infierno hasta el infierno”.
Además de esto, hay un interesante artículo académico titulado La recepción crítica del teatro de vanguardia en Madrid (1990-1991) donde Eduardo Pérez-Rasilla se hace eco de varias críticas en la prensa generalista madrileña. Textos en Diario 16, El Mundo, Ya, El Sol, ABC y uno de Eduardo Haro Tecglen en El País. Sorprende la abundancia de reacciones en la prensa generalista comparando con la escasa atención actual. También habla de la expectación que se levantó entonces. De Haro entresaca un párrafo: “La belleza, la línea estética, es admirable, pero difícilmente llena por sí sola la hora y pico de representación, aunque sea también admirable y pulcra la interpretación de los actores, muy compenetrados y muy especializados en este género”. Pero ya sabemos que el histórico crítico de El País no siempre era comprensivo con este tipo de propuestas. Más bien todo lo contrario.
El Centro de Documentación Teatral conserva en su sede de Madrid un vídeo de aquel estreno. Habrá que verlo algún día.

Pausa en un ensayo. © archivo AFLera
El autor del texto de Los hombres de piedra, como habréis imaginado, es Antonio Fernández Lera. También participa en la dramaturgia.
Creo que algún día habría que escribir extensamente sobre el Teatro Pradillo. Sobre sus cuatro o cinco periodos bien diferenciados de gestión y sobre la cantidad de personas ligadas a las artes que hemos pasado por allí a lo largo de estos treinta y cinco años. Escribir sobre todo lo que saben y callan aquellas paredes mil veces repintadas hasta ir formando un altorrelieve de sudor y brochazos. Escribir sobre las tormentas de viento que generan los ecos de tantas palabras dichas rebotando en sus cerchas metálicas y sobre el abrazo que han dado tantas veces los viejos y pesados focos en las pieles hambrientas de calor. Otro día será. Y casi mejor otra persona.
Hoy quiero centrarme únicamente en la trayectoria de Antonio Fernández Lera. Empezar con esta introducción que habla de un estreno que no viví es más una cuestión sentimental. Porque la suma de Teatro Pradillo + Festival de Otoño suponen prácticamente una década de mi vida. La década de la emigración. La tengo aún muy presente, por dura y por cercana.
Para hablar de la obra de Antonio se podía empezar de un modo cronológico con su colaboración con Espacio cero, una compañía de teatro de-vanguardia-contemporáneo-o-como-hostia-se-quiera-llamar y después seguir. O se podía centrar en la época más actual con Magrinyana, su proyecto más personal y lo que todos tenemos más reciente. Pero de alguna manera el cuerpo me pide hacerlo de un modo fragmentario y con saltos en el tiempo. Una recopilación a modo de un mini-LP de grandes hitos, que no éxitos. Y tocando varios de los formatos que ha utilizado. Dejando huecos sin rellenar, como un edificio con muchas ventanas desde las que se pueda ver el tiempo fluir. Porque la obra de Antonio no sólo tiene valor por sí misma, sino que puede ayudar a comprender y contextualizar los últimos 40 años de las escénicas que a mí me gustan.
Track 2. La maquinahamlet, Espacio cero y los años 80.
Por aquel entonces aún se podía leer enfrente de la casa de mis padres la pintada que decía “A merda dos verquidos para a porca da Thatcher”. Era lo primero que veía al salir de casa, junto al cartel de la taberna O Pote. Sólo unos pocos años antes se había conseguido frenar el vertido de residuos radioactivos en la fosa Atlántica y estaba muy reciente la épica aventura del Xurelo y de los otros pequeños pesqueros gallegos que se enfrentaron en alta mar a los cargueros que transportaban y dejaban caer al mar los bidones llenos de materiales radioactivos. Parece que aquello ayudó a provocar el nacimiento del movimiento ecologista (sea lo que sea el ecologismo). Y aquí seguimos, ahora ya más conscientes de que nos estamos cargando el planeta, pero procrastinando: el que venga detrás que se apañe. Se calcula que en la Fosa Atlántica hay 140.000 toneladas de residuos nucleares radiactivos depositadas en el fondo del mar y parece ser que la radioactividad acumulada en esa zona es siete veces mayor que la que rodea Chernóbil. Pero ya apenas nadie recuerda a los del Xurelo, ni a la bomba de relojería que tenemos a unas millas de las playas atlánticas.
Eran los años duros de las huelgas del metal en Vigo. Mi padre seguía evitando aparcar su coche en un cruce de calles porque sabía que eran los primeros que se cruzaban para hacer barricadas y ralentizar, de ese modo, las persecuciones y los porrazos de la policía que se sucedían día tras día sin piedad.
Reconversión naval en marcha, los puestos de trabajo habían sido sustituidos por la heroína barata que inundaba los barrios obreros. En mi instituto no resultaba nada complicado conseguirla, su presencia era directamente proporcional a la politización del alumnado.
Por si fuera poco teníamos a diario en las televisiones la sonrisa profident del que antes vistió chaquetas de pana y por aquel entonces aún ocultaba su colmillo retorcido de oro. Colmillo que todos los fascistas esconden en sus fotos más democráticas. Acabamos de ser admitidos en el Mercado Común Europeo y eso marcaba la senda: “es el mercado, amigo”.
En este contexto, duro contexto, una compañía fundada en Madrid por Chete Lera y Pepo Oliva a finales de los 70 llega a la ciudad. Van a la sala pequeña del gran teatro burgués de Vigo: el Teatro García Barbón.
La compañía se llama Espacio cero y la obra que traen a provincias es La Máquina Hamlet. Por azares del destino el profesor de filosofía de mi instituto tiene entradas para regalar. Para el 8 de mayo de 1986. Lo sé porque conservo la entrada con una anotación en el reverso, cosas de los fetichistas del papel. Y allí vamos, no recuerdo con quién, imagino que con los habituales de la pandilla. A fin de cuentas, desde la puerta del teatro a la zona de vinos que frecuentamos sólo hay dos calles, así que nos queda de camino.
Apenas recuerdo nada de aquella obra, sólo una sensación rondando la cabeza que persiste tantos años después y referida más a lo escuchado que a lo visto. “Esto puede ser más fuerte que el caballo”, pensé entonces. Lo debí pensar mientras íbamos camino de pillar un par de talegos de costo, echar unas partidas de futbolín y beber las especialidades de cada uno de los 6 o 7 bares que frecuentábamos en cada salida de fin de semana, a cada cual más alcohólica.
Así que al volver al instituto pregunté a mi profesor de filosofía, Miguel Vázquez Freire, si me podía conseguir el texto. Y me pasó la traducción, que entre otros hizo Antonio de la obra. Un pequeño librito editado por Cuadernos de Cántiga que aún conservo.
Ahí empezó todo.

La Maquinahamlet + entrada
Por no extenderme e ir a lo conocido. A finales de los años 70 se forma la compañía Espacio cero. Parece que a iniciativa de Chete Lera y Pepo Oliva, que sin experiencia previa en las tablas teatrales abandonan sus cómodos puestos de trabajo en cómodas oficinas y se lanzan a la carretera. Debutan con Asa Nisi Masa en 1980. Y a correr. Y vaya si corrieron.
En 1985 abordan su octava producción en sólo cinco años, se trata de Delante del muro, con texto de Antonio y dirección de María Ruiz. Es la primera vez que encuentro su nombre asociado a un montaje teatral.
Al año siguiente montan La Máquinahamlet de Heiner Müller. Antonio participa junto a los directores de la obra, Max Egolf y Sefa Bernet, en la traducción del texto.
Y al año siguiente Antonio escribe y dirige Carambola, que se estrena en la Sala Olimpia de Madrid, entonces Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas y hoy en día Teatro Valle Inclán del CDN. Si mis cuentas no fallan es su primera incursión en la dirección de escena.
A principio de los 90 la compañía desaparece después de varios montajes más. A Pepo Oliva se le vuelve a ver con uno de los primeros textos de Rodrigo García en la obra Reloj. Pasó por Pradillo y yo la vi en la recién nacida Sala Galán. Con Rodrigo también empezó a colaborar Chete. En gran parte de las primeras obras de su compañía, La Carnicería Teatro, Chete está en escena. Obras tan recordadas como Los tres cerditos, Protegedme de lo que deseo o Haberos quedado en casa, capullos.
Hay varias traducciones circulando por ahí de Die Hamletmaschine. Deberíais intentar leerla si no lo habéis hecho, aunque hoy ya sea un trabajo casi de arqueología. Son unos poquitos folios, no os llevará mucho tiempo, aunque no os garantizo el tiempo que después estaréis dándole vueltas, eso es cosa de cada uno. No enlazo ninguna versión porque la que siempre he tenido en mente es la que Espacio cero mostró hace 40 años y creo que no está disponible. Os dejo a modo de espóiler con el monólogo final de Ofelia, por si despierta vuestro interés: “Al habla Electra. En el corazón de la oscuridad. Bajo el sol de la tortura. A las metrópolis del mundo. En nombre de las víctimas. Expulso todo el esperma que he recibido. Convierto la leche de mis pechos en veneno mortal. Devuelvo a mi vientre el mundo que he parido. Asfixio entre mis muslos al mundo que he parido. Lo sepulto en mis partes. Abajo la felicidad de la sumisión. Viva el odio y el desprecio, la sublevación, la muerte. Si cruzo vuestros dormitorios con cuchillos de carnicero sabréis la verdad”.
Track 3. No somos el fuego. Empezar de nuevo a partir de cenizas.
El 27 de abril de 2012 comienza, a mi modo de ver, la tercera etapa del Teatro Pradillo de Madrid. Bajo dirección artística de Getsemaní de San Marcos, acompañada inicialmente por Fernando Renjifo y Carlos Marquerie, después de un periodo de reformas vuelve a abrir sus puertas al público. Lo hace con unas jornadas de apertura que llamaron Cuidar el fuego. En ellas participaron muchos de los que en los siguientes años formaron la Comunidad Pradillo y de alguna manera se encargaron de mantener la llama viva. Llama viva que, como todo el mundo sabe, es una de las cosas más conflictivas de gestionar en un teatro lleno de madera y multitud de elementos inflamables. Y no estoy hablando de egos ahora.
La primera de las acciones de esas jornadas fue No somos el fuego, iniciativa de Antonio Fernández Lera. Paradójicamente 22 años después vuelve a estar su nombre asociado a un comienzo.
Paulina Chamorro, en una entrada en Teatron de esas fechas lo define como “una acción en la que se quemaron cientos de fotos recortadas de periódicos, conservadas durante años para un fin desconocido que se concretó ese día”. En la fotografía que acompaña el post se puede ver a Miguel Ángel Altet (¿dónde andas, Miguel?) y a Carlos Sarrió quemando papeles sobre una plancha de metal.
Ésta acción vino precedida de Cuatrocientas, una exposición de esos recortes de prensa anteriores a 1994 que incluía unas cuatrocientas imágenes aparecidas en diferentes diarios destinadas a arder y de Antes del fuego, una introducción escénica con música de György Kurtág y poemas de Janos Pilinszky donde se creaba el espacio y la iluminación necesaria para la acción.
Paulina, reflexiona: “El gesto fundacional, se quiera o no, siempre se realiza sobre otro anterior, en este caso, sobre los residuos de un trabajo anterior, desde la memoria y el deseo de trazar un futuro. Durante una hora asistimos a la acción reiterativa que prendía fuego, una a una, a aquellas imágenes de archivo y de historias pasadas, nuestra historia pasada”.
Un nuevo inicio. Y allí, él.
Track 4: Bufones y payasos. Magrinyana y los proyectos más personales.
Carmen Menager, en penumbra, dice: “Pero lo que yo quiero es pintarme la cara como un jefe sioux / Quiero llorar como un jefe sioux / Ante tantas matanzas / Quiero destrozarlo todo / Y pintarme la cara como un jefe sioux / Para que nadie vea mis lágrimas”.
Jorge Rúa, también en penumbra, le contesta: “De cocodrilo”. “De cocodrilo / Eso es”, responde Carmen.
Estamos a finales de 2015, en diciembre. Se cierra el año y se cierra esa etapa que empezó como un luminoso sanjuán de fuego y termina entre sombras y niebla.
Carmen y Jorge eran los actores que daban vida a Bufones: Asombros / Microscopias / Desde la sombra / Bufones y payasos, también conocida como Bufones (versión final). Se estrenó en el Teatro Pradillo de Madrid el 3 de diciembre de 2015, hizo temporada hasta fin de año y se mostró también en el Teatro Ensalle de Vigo en enero de 2016.
La denominación de versión final es porque esos textos, esas ideas ya rondaban a Antonio desde antes.
Hay un Dende a sombra / Bufóns e pallasos de 2010 en el que, en galego, trabajaban Xan Solo y Paula Carballeira. Fue un proyecto para el Encontro de Artes Escénicas organizado por el Foro Costa da Morte en Muxía. En 2011 pasó por el teatro Ensalle y tuvo una última acogida en 2012 en el tristemente desaparecido Festival Escena Contemporánea de Madrid. La idea de reaprovechar, revisitar, volver a respirar textos es constante en la obra de Antonio.
De la versión final, la que más presente tengo, recuerdo escuchar en oscuro una letanía de voces diciendo “Nâo me queiras, abismo” verso del poeta portugués Miguel Torga, recuerdo a Jorge con la cabeza cubierta con una soga a modo de turbante recorriendo a ciegas la sala, recuerdo la niebla de una MDG Atmosphere que al final lo cubría todo y marcaba los haces de una proyección de vídeo, recuerdo las luces tenebrosas y sesgadas de Carlos Marquerie, una pequeña banda sonora muy sutil del Colectivo maDam que escucharon ensayos y devolvieron sonidos lejanos, y sobre todo recuerdo a una Carmen Menager llena de barro arrastrándose por el suelo como si le hubieran roto las piernas y diciendo al llegar a ningún sitio: “Un payaso con la cara llena de tatuajes. / Un bufón con lágrimas de plomo en los ojos. / Un payaso que guarda silencio en los zapatos. / Llenos de arena. Llenos de fango. Llenos de agua salada. / Un bufón que guarda silencio en los ojos. / Pintados con un pincel microscópico. Unos ojos invisibles”.

Carmen y cuerda ©Javier Marquerie Bueno
Pablo Caruana escribe en aquellos días: “Lera crea en esta obra como en pocas un espacio propio, un espacio común a la música, la palabra y la imagen, un espacio que es tiempo y reflexiona sobre él”. Y siempre es mejor escuchar a voces más autorizadas que recurrir a recuerdos fragmentados y borrosos.
Con esta obra se cerró una temporada y también se cerró algo más. La siguiente vez que Pradillo abrió las puertas al público fue, si no me falla la memoria, con otro programa inaugural llamado Jaleo que propiciaron Javier Cruz y Fernando Gandasegui. Un programa de un par de días con obras que abarcaban cinco siglos. Empezaba con la pausada música renacentista de Orlando Gibbons y la obra de Rubén Ramos Nogueira Gibbons amateur, un piano vertical clásico y unas manos delicadas, y terminaba con un coche convertido en discoteca móvil entrando en la sala a tope de subgraves e invitando a todo el público a bailar.
Track 5: las muchas vidas y materializaciones de Vida y Materia.
Vida y Materia, como pretexto o como residuo, es un libro formado por 36 poemas breves que se publicó definitivamente en 2020 dentro de la colección de poesía La Garza Roja, en edición conjunta con Libro de alegrías en un solo volumen.
Los poemas que forman este trabajo fueron escritos entre 2001 y 2011, una década de escritura pausada, vivida y finalmente materializada.
Antes de ser libro tuvo otras aventuras y se ha presentado ante nuestro ojos y oídos unas cuantas veces.
La primera de la que tengo constancia fue en el antiguo edificio de la Tabacalera de Madrid. En 2010, en junio. Dentro de una Gran convocatoria mundial auspiciada por La Tristura. Antonio, acompañado de un bote de pintura negra y una brocha, escribía sus poemas en los viejos muros de la fábrica. De fondo sonaba la música del Kafka fragmenten, de Kurtág. No pude ver esa acción que duró cerca de tres horas en directo pero visité los muros antes de que fueran repintados. O al menos soñé que lo hice. Cuando la lectura, asociada al acto íntimo y solitario, se hace pública algo sucede. De modo similar al que provoca un texto lanzado por un proyector de vídeo hacia una pared pero con otra textura más rica. Al hacerse pública y colectiva adquiere otro volumen. Otra densidad. Los que alguna vez hemos usado un bote de spray contra un muro sabemos de la urgencia, de la velocidad necesaria para plasmar el grito y huir. Con la acción de empapar el pincel en el bote, acercarse lentamente a la pared y trazar delicadamente la caligrafía se escapa de la premura, y entonces se susurra, se acaricia, se consigue pausa y perspectiva.
La segunda vez que los versos de Vida y materia se plasmaron sobre la pared fue de nuevo en Madrid. Dos años después. En la librería Tipos Infames y formando parte de Escena Contemporánea. En su XXII edición, el festival propiciaba una especie de retrospectiva del trabajo de Antonio que abarcaba la muestra de Dende a sombra / Bufóns e pallasos, una proyección de vídeos incluidos en sus últimas obras, una conversación pública que introducía la presentación de sus últimos trabajos editoriales, el estreno de una nueva obra escénica, Conversación en rojo, y la acción poético-pictórica de Vida y materia.
Hay que esperar a 2015 para que la acción se vuelva a materializar. Esta vez en el Teatro Ensalle. Se utilizó para esta ocasión todo el espacio de una sala anexa que normalmente se empleaba como aula o como lugar de calentamiento o ensayo. La idea era que perdurara, que se quedara como instalación permanente ya que las dos anteriores sólo alcanzaron a ser temporales. Y la instalación aguantó, de hecho todos los asiduos del teatro denominamos a partir de entonces a ese espacio como Sala Lera y así se le sigue llamando. Para esta ocasión las únicas diferencias significativas es que al ser negras las paredes la pintura era blanca. Y que entonces sonaba de fondo la música del contrabajista y compositor italiano Stefano Scodanibbio.
Y las pinturas permanecieron, aguantaron. Hasta que una inundación arrasó el teatro y, además de hacer peligrar su viabilidad, humedeció y desconchó las paredes. Hubo un momento en que la pintura se desprendía como tiras de piel quemada por el sol. La pintura negra de fondo y la blanca de los poemas unidas para siempre en su destrucción. Algunos fragmentos se conservan, enmarcados, imitando a los frescos de las iglesias medievales o las pinturas negras de Goya.
Esa inundación, que pudo ser fatal para la viabilidad del Teatro Ensalle, propició unos años más tarde un ejercicio de cabezonería. La sala, esta vez pintada de un color claro, acogió de nuevo la acción de Vida y Materia. Nuevamente Antonio cogía los pinceles y el bote de pintura, de fondo la música del contrabajista italiano. Acompañaban e intervenían la acción Carmen Menager y Pedro Fresneda, Raquel Hernández y Artús Rei, de Ensalle, la compañía asociada al teatro. Porque esta vez el programa era expandido y lo formaban Vida y Materia / Entreactos / Poemas lentos, otras dos obras escritas por Antonio. Estamos en marzo de 2020.

Vida y materia Ensalle © Elena Vázquez Ledo
Dejo sin comentar muchos otros trabajos para la escena que quizá lo merecían. Por citar alguno de las que tuve oportunidad de ver Las Islas del tiempo, en la que como paisaje de fondo están los desaparecidos de las dictaduras, Memoria del jardín que tuvo varias vidas y yo pude ver con Celso Giménez y una maravillosa Ana Buitrago o Conversación en Rojo, con dos de los actores que más me gusta escuchar en un escenario porque dicen tan bonito: Carlos Sarrió y Miguel Ángel Altet. También los trabajos de Elena Córdoba, que ha empleado textos de Antonio en sus obras, entre otras de Libro de alegrías o de Teorías de animales en su montaje Silencio. Y muchas otras que no he visto como Casa Sola con Gonzalo Cunill en escena, texto incluido en el libro de poemas Las Huellas del agua (Ed Trea, Gijón 2007), Mátame abrázame nuevamente con Altet y Marisa Amor o Plomo Caliente (Ed. Muestra de teatro español de autores contemporáneos, Alicante 2000) editado junto a Monos locos y otras crónicas, otra de sus obras escénicas.
Bonus track: el editor y la gran biblioteca: Los Pliegos de Teatro y Danza
Si editar en general no es un oficio rentable, editar teatro es directamente un ejercicio antieconómico. Si a esto le añadimos editar teatro contemporáneo-de-vanguardia-minoritario-o-como-queráis-llamarle es rizar un poco el rizo. De la danza mejor ni hablamos.
Pero alguien tenía que hacerlo. Y nadie mejor que Antonio, con su capacidad de trabajo y su visión a largo plazo, con su constancia y su paciencia. Porque es capaz de sentirse cómodo en el foco y también en la oscuridad del trabajo de base. Y porque es muy amigo de sus amigos. Afable y capaz de tejer y cuidar conversaciones a lo largo del tiempo con otros creadores. Y también por el rigor: corregir, editar, maquetar, diseñar una portada. No es sencillo llevar un texto a la imprenta. Y más sabiendo que el adelanto económico y de esfuerzo difícilmente va a tener retorno. Pero alguien tenía que hacerlo y él lo hace.
Esta vez sí voy a intentar ser cronológico e ir paso a paso con lo que conozco de su labor editorial, que es grande y constante a lo largo del tiempo.
La primera aventura relacionada con la edición que conozco de Antonio se llama Cántiga, una revista de poesía. Lo hace en compañía de Alfredo Buxán, a quien estará ligado en otros proyectos posteriores hasta hoy. Además de la revista publicaban unos libros monográficos de pequeño tamaño y cuidada edición: los Cuadernos de cántiga. Debió de comenzar a mediados de los 80. El primer cuaderno que tengo es el nº3, el famoso La Maquinahamlet (paréntesis, mientras escribía esto he buscado ese libro de segunda mano para poder regalar y efectivamente lo encontré, hay una librería de Sevilla que lo ofrece en todocoleccion por el módico precio de 99,99€, aunque en letra pequeña dice que admite ofertas, por si os interesa os lo digo, cierro paréntesis).
No sé hasta cuando se mantuvo la revista y hasta cuando se editaron estos monográficos. El último que tengo es el nº18, unos textos de Feliciano Lobelos que se titula La fotógrafa y otros cuentos de 1991.
Antonio tiene, que conozca, cuatro obras en esta colección. La primera se titula Proyecto van Gogh: Entre los paisajes. Esa obra la llevaría a escena en 1989 Cambaleo Teatro, los camaradas que mantuvieron durante tantos años aquel oasis de libertad llamada La Nave, en Aranjuez. La Nave fue lamentablemente clausurada hace unos años por los que desde siempre van apestando la tierra allá por donde caminan.
Otros textos suyos en Cuadernos de cántiga son Cuadros escritos, Cuentos melancólicos y Los ojos paralelos. Este último incluye el texto de Paisajes y voz que dio lugar a otro montaje de La Tartana Teatro dirigido por Carlos Marquerie en 1991.
No hay apenas información en la red de esta editorial y de su colección de textos. Apenas se encuentran ejemplares en librerías de segunda mano, al menos online, salvo el que os he comentado y algún otro suelto. Son tiempos anteriores a que las redes sociales con su inmediatez y su tiranía lo colonizaran todo y por eso hay poca “basura” informática que rastrear.
De estos años, los primeros 90, son otros dos proyectos editoriales en formato revista. La primera bajo el nombre de Fases es una publicación periódica que se edita al amparo del Teatro Pradillo. La otra se llama ConTextos y de subtítulo Boletín de las artes contemporáneas.
Fases tiene su número 0 fechado en noviembre de 1990 y en el escriben, entre otros, Manuel Llanes, Toni Cots, Guillermo Heras, Esteve Graset o el propio Antonio. En ese número hay un texto titulado Otro Loro de un jovencísimo Rodrigo García. Tenía una periodicidad trimestral y cubría sobre todo la programación del teatro mezclado con artículos de más calado. La última que tengo es el nº6 de enero del 92, que tiene en portada a una guapísima Mónica Valenciano que presentaba en la sala Puntos Suspensivos, una de sus primeras creaciones. Me han dicho que se editó un número más, correspondiente al siguiente trimestre y que allí terminó su recorrido.
La revista Fases tenía un formato A4 en papel reciclado y 16 páginas. En la contraportada venía calendarizada la programación de la sala, lo que habla de su vinculación directa con el teatro.
De ConTextos sólo conozco el último número doble de otoño del 94, con una editorial-despedida de Antonio muy triste, pero donde también dice: “Otras cosas serán”. Y claro que fueron.
En paralelo a Fases y también ligado a Pradillo, que era la gran fábrica de creación madrileña de aquel tiempo, se publicaron también dos textos en una edición cuidadísima con papel satinado y muchas fotografías y dibujos. El primero de ellos es Otoño de Carlos Marquerie y el segundo el ya reseñado Los hombres de piedra. Además de los textos de las obras teatrales se incluían reflexiones y conversaciones para acompañar, no sólo el propio texto, sino también los montajes que los llevaron a escena.

Jorge con máscara ©Javier Marquerie Bueno
Hay que esperar hasta el siglo XXI para que se ponga en marcha la gran obra editorial de Antonio Fernández Lera: los Pliegos de Teatro y Danza.
De entrada sé que esta colección se merecería un monográfico en exclusiva, pero no ahora. Quizá el año que viene, se cumplirán 25 del nacimientos de la colección, sea un buen momento.
Es en 2001 cuando aparece el primer número de Pliegos de Teatro y Danza. Está dedicado a Elena Córdoba y se titula El cuerpo en la palabra. Reúne cinco textos de Elena asociados a cinco de sus obras, empezando por los deliciosos Cuentos de la princesa suicida, base textual de su obra de 1993 Cuentos de amor y de la que me siguen apareciendo en sueños aquel par de zapatos de tacón que estaban impasibles en la boca del escenario toda la obra. Hay también notas de trabajo de Elena, algún otro texto breve y termina con dos textos ajenos, una comunicación académica del profesor de Bellas Artes Francisco Baena y un texto poético de Antonio: (Nueve) notas breves (como fotos) que referencia a la obra de Elena Nuestros rostros, breves como fotos, que siempre imaginé inspirada en el libro de poemas de John Berger Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos (Paginas de la herida, Ed. Visor, Madrid 1996) al que siempre merece la pena regresar.
El hecho de que el primer volumen esté dedicado a la danza, a la trayectoria de una coreógrafa, y no a un texto dramático más al uso deja claras las intenciones.
No voy a comentar ahora uno por uno todos los textos de esta colección porque no hay que colapsar el servidor de Teatron, aún no.
Tenéis un poco más arriba el enlace a la colección y la manera más directa de conseguir los textos que os interesen.
Sólo decir que recientemente se ha publicado el nº78 Sobre de Pedro Fresneda sobre el que podéis leer aquí.
Decir, eso sí, que son 24 años continuados de pliegos viajando de la imprenta a nuestras manos.
Que podéis encontrar 12 textos de Rodrigo García empezando con la tierna Agamenón Volví del supermercado y le di una paliza a mi hijo, que empieza golpeando a todo lo que se menea, luego nos explica la tragedia y termina extasiado ante la contemplación de unas gotas de rocío. Se lee del tirón y se vuelve a leer y se deja reposar sólo para volverlo a leer un tiempo después con la sensación de descubrirlo nuevamente.
Que está prácticamente la obra completa de Pedro Fresneda, la de Fernando Renjifo, la de Elisa Gálvez y Juan Úbeda y sus cantos de la cabra.
Que hay textos de Carlos Fernández, Carlos Marquerie y Carlos Sarrió.
Que de Elena Córdoba hay otros cuatro pliegos más, que hay dos dedicados a Mónica Valenciano: Disparates y La voz el cuerpo (Acústica del movimiento) y otros dos a Lola Jiménez y uno, más reciente, a Jesús Rubio Gamo. Con lo complicado que es encontrar referencias textuales sobre el mundo de la danza contemporánea.
Entre mis preferidos, Bonneville de Miguel Ángel Altet, una obra que (como tantas otras, lo sé) mereció girar mucho más y donde Altet pone en una balanza el macarrismo y el patetismo que un varón de mediana edad puede acumular sintonizando desde su sofá para (espóiler) acabar a tiros con la balanza. Deberíais correr a leerlo, si no lo habéis hecho aún.
Aunque también podrían estar entre los favoritos El rey de los animales es idiota de Marquerie, por lo que significó para mí en su momento ver esa obra o Prefiero que me quite el sueño Goya a que lo haga cualquier hijo de puta de García porque me flipó ver a Gonzalo Cunill embutido en un traje de mascota del Atlético de Madrid poniendo en claro las prioridades que hay que tener cuando eres padre y debes gastar algo de pasta con tus hijos. O el Mayo siglo XXI de Renjifo que resonaba en ese Pradillo pintado de plata suelos y paredes, o La Maleza de Fresneda por…, vale, ya paro.
Porque al margen de cada obra tomada en particular, la grandeza de los Pliegos de Teatro y Danza está en la colección. En el conjunto. En la suma. En el repaso a una forma de hacer y de decir. Sobre la absoluta disparidad de miradas de las autoras y autores que forman parte de la colección hay un guiño, una sonrisa y un abrazo. El que Antonio nos da.
También decir que a los periféricos fetichistas del papel con pocos recursos, cada vez que no podíamos ver una pieza porque se hacía sólo en centros de poder alejados, nos daba la vidilla poder tener un tiempo después, entre las manos, ese residuo en forma de texto con el que imaginar lo que no vivimos. 26 centímetros ocupa toda la colección en mi estantería. Poco espacio para la enorme cantidad de placer lector que me ha proporcionado a lo largo de los años.
Por completar su labor editorial, a Cuadernos de Cántiga le sucedió Cadernos de néboa / Cuadernos de niebla, una colección exclusivamente de poesía dónde volvemos a encontrar nombres habituales como Alfredo Buxán o Miguel Vázquez Freire. Del mismo formato que los Pliegos, un A4 plegado y grapado, fue un paso intermedio para su última y actual aventura relacionada con la poesía: la colección La garza roja, donde está publicado el texto punto de partida de la obra que veremos durante este fin de semana: Una obra imperfecta. Tres variaciones.
Seguramente en la siguiente edición habrá añadido una entradilla donde se diga que la obra fue estrenada el 7 de noviembre de 2025 en el Teatro Ensalle de Vigo bajo dirección de Antonio Fernández Lera con la participación en escena de Gonzalo Cunill y Elena Vázquez Ledo.
Para cerrar. Cito lo escrito a raíz de una de sus piezas, para mí extensivo a toda la obra de Antonio y que de algún modo la puede resumir. Dice Pablo Caruana: “Sus textos son metrónomos poéticos al mismo tiempo que están pensados para el actor y el espacio. Es ese maridaje uno de los puntos que lo identifican y lo hacen imprescindible. Además, su pensamiento político, donde se lucha desde el escepticismo por la no aniquilación de la esperanza, hace que sus textos resuenen en un presente que busca el peso de la pregunta y huye de la ilustración”.
Porque Antonio, sobre todas las cosas, es un poeta.
Antoine Forgeron