Entrevista a las comisarias de Sense esquerda no hi ha punt de llum

Entrevista a Carolina Campos y Tomás Aragay, comisarias junto a Sofia Asencio y Sara Manubens de Sense esquerda no hi ha punt de llum, exposición en Santa Mònica hasta el 25 de octubre con la participación de Sofía Archer, Lu Chieregati, Efe Ce Ele, Lucía Egaña Rojas, Sergio Fausttini, João Fiadeiro, Núria Güell, Jokkoo Collective, Bruna Kury, Márcia Lança, Las Mediocre, Xavier Manubens, Manicure, Merci Xula, Jorge Nieto, Calixto Neto, Norma Pérez, Daniel Pizamiglio, Puzzlemania, Mar Reykjavik, Victor Ruiz Colomer, Serrucho, Leticia Skrycky, Tres Peons y Mónica Valenciano. 

¿Cómo describís vuestra propuesta expositiva en Sense esquerda no hi ha punt de llum?

Tomás Aragay: El propio denominativo de exposición está puesto en cuestión a partir del trabajo del equipo curatorial. Viniendo de donde venimos las cuatro, también hubo tensión entre la palabra festival y la palabra exposición, o entre objeto artístico, instalación, cuerpo… El museo nos invita a partir de la pregunta de qué es un esdeveniment (acontecimiento), cuándo se produce un evento o algo relevante. Esto en un museo sucede cuando alguien se encuentra delante de una obra quieta, y en un lugar muy determinado para la cultura. Así que empezamos a jugar y preguntarnos sobre el esdeveniment en un museo bajo el paraguas de una exposición. La expo pone todo esto en cuestión y en tensión, tanto para la institución como para el visitante o la artista. 

Carolina Campos: También nos hemos preguntado por los flujos de atención en un dispositivo como el museo, tendiendo en cuenta la idea de invitación o el público que visita el museo. A partir de ahí empezamos a pensar distintas naturalezas de acontecimientos, más o menos artísticos, centrales o periféricos, con distintas temporalidades, y dibujamos las distintas capas de la expo. Por los protocolos asumidos del museo y la exposición, parece importante explicar que el público se va a encontrar una propuesta diferente en función del día, como si fuese un festival. Entonces el público tiene una tarea en relación a la atención. 

Tomás Aragay: Esta expo es un evento o algo que sucede cuando no lo esperas, que es entonces cuando coge su fuerza máxima, y puede producir una grieta en la realidad. Cuando algo que sucede no se le está mirando, genera un hecho poético que en una exposición, donde se supone que todo está explicado y quieto, es un problema y un acierto para el museo, porque genera un espacio nuevo que es el estamos intentado explicar. Hemos puesto en marcha estrategias desde la curadoría para que la sensación de cuándo va a suceder la cosa o quién es la cosa quede suspendida. En el texto curatorial se dice: “¿El acontecimiento seremos nosotras?”. 

Carolina Campos: Una pregunta importante que atraviesa nuestro trabajo es quién ocupa esos acontecimiento del museo, qué cuerpos pueden estar allí. Hemos hecho también el esfuerzo de programar pensando en quiénes son las personas que se acercan a cada tipo de acontecimiento.

A grandes rasgos, parece que la exposición se organiza a partir de instalaciones, residencias y activaciones, pero se entiende que hay mucho más y entre medias. ¿Cómo funciona la máquina de Sense esquerda no hi ha punt de llum? 

Tomás Aragay: La idea es mezclar públicos y clases de activaciones o sucesos en distintas temporalidades. Luego hay propuestas que están previamente anunciadas, que generan una expectativa, y cosas que no, que se generan en el tiempo de la exposición. Las cinco residentes estarán trabajando duracionalmente allí para generar algo en relación a la pregunta, pero que se activará cuando quieran, ni nosotras lo sabemos aún. Si bien hay ventanas que están marcadas para que lo hagan, esa tarde pueden estar en la escalera improvisando y los demás equipos acompañaremos y facilitaremos que eso pase. Esto supone una de las capas imprevistas de la exposición. Luego, en la tensión exposición/no exposición, el museo nos pidió que hubiera cosas fijas o instalaciones, y hay cuatro que también trabajan a partir del acontecimiento que sucede cuando sucede. Varias de ellas con temporalidades concretas y diversas, trabajando con la presencias o no de espectadores, funcionando como una especie de respiración interna que tampoco es fija aunque lo parezca, así que el espectador puede encontrarse las instalaciones activas o tendrá que tomarse el tiempo y esperar. Luego hay eventos puntuales con volúmenes muy diferentes. Desde un concurso de ajedrez que dura todo un día, o la Feijoada que es un espectáculo en toda regla con particularidades a su vez. La idea es cruzar todas esas capas en el tiempo. 

Carolina Campos: Nos interesa mucho la imprevisibilidad. Hay mucha cosa controlada, programada y divulgada, pero muchas otras van a pasar en el momento. Por ejemplo una performance de diez personas sucediendo a la vez que un desfile de moda o un campeonato de ajedrez. Hay un deseo de crear las condiciones para no saber que atraviesa la exposición. 

Tomás Aragay: En las primeras conversaciones del equipo curatorial, Sara Manubens trajo una lectura sobre la diferencia entre la catedral y el bazar. La catedral está quieta y rígida, y allí todo el mundo sabe lo que va a hacer y va suceder. El museo es muy parecido, es el templo del arte. El bazar es todo lo contrario, es el caos, el cambio y la mezcla. Y quisimos traer el bazar al museo. 

Santa Mònica se ubica en La Rambla de Barcelona, en un antiguo convento, después cuartel e iglesia del barrio, que tras la reforma proyectada por los arquitectos Albert Viaplana y Helio Piñón se convirtió en centro de arte. Desde que Enric Puig Punyet dirige la institución, hemos visto propuestas espaciales muy diversas en cada exposición, siempre en negociación con la arquitectura del espacio. Para Sense esquerda no hi ha punt de llum habéis contado con el diseño expositivo del artista Víctor Ruiz Colomer. ¿Cómo es la propuesta espacial de esta exposición? 

Tomás Aragay: Víctor Ruiz Colomer fue muy importante en el proceso curatorial. Santa Mònica es un centro muy particular espacialmente. Víctor ha querido reflejar la inestabilidad de la que hablábamos en el espacio, esa cosa que no acaba de estar del todo afirmada. Hay gestos en su propuesta que tienen que ver con eso, con cómo se accede al espacio, cómo se conforma el espacio representativo o la posibilidad de ser movible. También se ha trabajado el espacio con la idea de pasar tiempo en el museo, que no fuera un lugar de consumo de arte. Hay agua y comida hecha por Kantina Migrante. Esta expo responde a la idea del equipo comisarial de que alguien cuando vaya a ver algo concreto, se cruce con otra propuesta y se pueda tomar el tiempo. Ese ágora que llamábamos, sería el claustro del edificio. En el primer piso hay una instalación de Serrucho. En el piso de arriba hay un taller o atelier para las residentes, un espacio privado-público en el que trabajan, pero que también se puede ir a visitar. Durante el proceso hablamos de buscar maneras para que la espectadora entienda que todo lo que sucede en un lugar, más allá de si es señalado como arte u obra o no, ya forma parte del devenir de la cosa, como el personal de limpieza o de seguridad. Intentamos llevar la mirada o la sensación vital-coreográfica a eso y no darlo por supuesto. También comentar que a la artista Mar Reykjavik le hicimos un encargo poético-visual, una especie de coreografía de la atención a través de la palabra, en la que usará una radio interna del centro. 

Carolina Campos: Hay toda una infraestructura arquitectónica en el espacio, pero también otra invisible que condiciona las temporalidades, el material que se puede usar… por lo que hemos tenido en cuenta y jugado tanto para el espacio como para la curadoría las tensiones de protocolos del museo. A pesar de que Santa Mònica es un centro que se está experimentando mucho, tiene unas restricciones nada neutrales. Al respecto, Víctor por ejemplo ha querido trabajar con algunos materiales exposiciones anterior.

Tomás Aragay: Hay barreras de la institución que no hemos podido derribar. Por ejemplo y entre otras cosas, queríamos que las residentes pudieran dormir en el museo. Dentro de que estamos en un mundo muy normalizado y vigilado, hemos intentado crear otras dinámicas y flujos de públicos que no sean el típico consumo de arte. 

Santa Mónica se define como “un centro de artes público, gratuito y abierto a todo el mundo. No es un museo, es un espacio donde descubrir la creación artística más contemporánea. Es investigación, experimentación y creación participativa.” Si bien las artes performativas suelen estar demarcadas en los museos en actividades o programas públicos, y en pocas ocasiones son objeto central de interés, ¿qué pueden aportar las artes performativas a las propuestas museísticas y expositivas? ¿Cómo influyen en la vuestra? 

Tomás Aragay: Creo que el arte vivo puede generar tensión, lo que a su vez provoca pensamiento crítico para los tres lados, a quien lo propone, a la institución, y para el que se ve involucrado al visitarlo. Mientras esa tensión siga viva, me parece que vale la pena practicar. Santa Mònica lo intenta y ahí hay algo vivo. 

Carolina Campos: También tenemos que repensarnos dentro de las artes performativas. Ponernos en tensión nos hace ver también nuestros protocolos, lo que da conciencia de las neutralidades que creemos tener, y que no sé si son más o menos que las de los museos. Cuando nos ponemos en tensión con las cosas es donde aparece la vitalidad. 

La exposición se inaugura con una obra del colectivo Jokkoo y se clausura con la Feijoada de Calixto Neto, obra que se presenta por primera vez en el estado. ¿Cómo son y qué significan esta apertura y este cierre de la expo? 

Hemos tomado la decisión de empezar y cerrar con dos grandes eventos, tanto por las artistas que están involucradas como por sus propuestas. Es un privilegio poder programar la Feijoada en Barcelona. La obra ya juega en sí misma con el dispositivo teatral. Cerrar con una obra que es un gran acontecimiento que juega justo con la tensión entre celebrar y estar conscientes, desneutralizar y poner en movimiento lo que tú llamas alegría crítica. Feijoada te pone en un lugar festivo, pero también de conocer toda otra historia, y en el lugar de otra colectividad con sus rituales. Y empezamos con Jokkoo que trabaja con la arquitectura del lugar y las personas que entran en ella. Así que creo que vamos del espacio vacío con Jokkoo, cuando las artistas aún no están ocupando Santa Mònica, hasta el espacio lleno con la Feijoada. 

En el texto comisarial describís Barcelona como “una ciudad higiénicamente remojada de acontecimientos”. ¿Cómo se relaciona y qué propone Sense esquerda no hi ha punt de llum en relación a Barcelona y sus dinámicas?  

Tomás Aragay: Hay cuerpos y prácticas que no estarían en un museo o en un centro de atención que hemos intentado que aparezcan, en buenas condiciones y bien contextualizadas. Esto me parece que sí aporta en esta Barcelona donde lo institucional lo abarca casi todo y hay poco espacio para el underground, si es que esto es underground. Por un lado hay un intento de abrir esa grieta, y por otro el de desplazar el evento en una ciudad tan ordenada, que lo tiene todo en cajones y sus públicos bien separados, un intento deshigienizante o contaminante que, si sucediera un poco, sería increíble. 

Carolina Campos: Ahora cuando estamos empezando con la divulgación de la expo, nuestras preguntas iniciales están ahí, pero hay otra capa que ordena todo por ejemplo a través de llamarlo performances o instalaciones, y tenemos la sensación de que estamos alimentando la misma lógica que Barcelona. Hay que ir poco a poco intentándolo, no lograrlo y seguir intentándolo. Hemos intentado desde el inicio torcer las cosas al máximo, pero después se acomodan como se acomodan. 

Tomás Aragay: Los públicos también estamos súper formateados. A mí cuando me pregunta la gente qué o cuándo van a ver la expo, les digo que se pasen cualquier tarde, pero no es suficiente. “¿Pero qué tarde?” No lo sé, cualquiera puede ser la mejor.  

Carolina Campos: Hay un contexto en el que estamos todas insertas, en una cierta economía de la atención y de los algoritmos. En que yo como público no quiero editar la información, queremos que nos digan a qué ir. En esta exposición estamos jugando y en diálogo con el cansancio que creo ahora mismo sufrimos todas. 

Fernando Gandasegui 

Imágenes de Jordi Play de la performance de Jokkoo y las instalaciones de Efe Ce Ele, Leticia Skrycky, Jorge Nieto y Serrucho

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S’imposa un retorn al desordre

Què deu ser, el contrari d’arribar i moldre? Entrar ensopegant? A empentes i rodolons? Començar cancel·lant? És que ni fet expressament. O és que seria capaç, La Virreina Centre de la Imatge, d’ordir una producció d’abast internacional que coordinés milers d’activistes pro-palestins, l’abominable IDF, una manifestació convocada ad hoc i la decisió conseqüent d’anul·lar l’espectacle —i per tant, el primer dia de Poesia Hacció— per part del col·lectiu Nicomedes Mendes (que, per si no ho sabíeu, agafen el nom de l’últim botxí de Barcelona)? Un esforç ingent totalment incongruent per unes jornades així —i per tant, totalment adequat: tot el que provoqui curt-circuïts, tot el que trastoqui, tot el que vagi a la impensada és territori hacmorià i xargayà, o xarmorià, o hacgayà, esclar. Comencem bé: comença el fracassart. 

*

Quina patxoca, un ring al bell mig del pati de la Virreina!  Quina alegria, un espai dedicat al descontrol, un racó alliberat de la supremacia de l’excel i de la marca personal, una tarima elevada als quatre vents on no s’hi afirmi l’excel·lència, la fama ni el progrés!  Si es planta un ring a peu de carrer —al peu de la Rambla manifestada, de la ciutat atrafegada i alienada—, a banda del que hi passa dalt hi pot passar tot el que passa pel carrer —curiosos, badocs i despistats, els que reguen la ciutat, la gossa Tamariu que intervé amb algun lladruc, com les campanes o les llaunes de cervesa quan s’obren, que també van salpebrant el vespre—, i és per això que el 1992 s’hi va plantar un ring, a peu del carrer, en homenatge a Arthur Cravan, el poeta boxador, i és per això que s’hi torna a plantar ara, però a aquell homenatge se n’hi afegeix un altre, o dos, o més aviat cap o l’antítesi de tot homenatge —sí, més aviat això.  

*

Aquest divendres 3 d’octubre del 2025 a dalt del ring s’hi ha llençat insecticida contra la paparra del sentit, s’hi ha trobat la secta anti-sectària dels anti-anti-anti-anti-sistemàtics, la colla de la parapèmia i de l’embolica que fa fort, els del com més serem més riurem i qui dugui metrònom i tiralínies s’ha etivocat: cap al recinte firal falta gent! 

Aquest divendres 3 d’octubre del 2025 a dalt del ring, per començar, amb guitarra elèctrica, arquet, micros, megàfon i un loopstation la Pia Sommer compon en directe i aixeca tota un arquitectura sonora que omple el buit del pati de la Virreina; després l’Enric Casasses treu del cabàs un poema seu del 1987 dedicat a Cravan, recorda el poema obituari que li va dedicar a Hac Mor a partir del seu clàssic «Aquest poema no vol dir res, i tanmateix ja ha dit massa», i a la seva divisa «La perfecció és feixista» hi contraposa un poema que acaba dient «El pinyó és la perfecció del pi»; llavors s’enfila la Barbara Held i improvisa amb la flauta travessera sobre una base pre-gravada; i vet aquí que arriba el Pere Noguera amb tres grans rodones de feltre blanc, negre i vermell, sis bols de terrissa i tres bombetes i es posa a fer una ars combinatòria totalment anti-lul·liana; aleshores la Maria Sevilla, amb la seva veu i maquinetes, anuncia que, a partir del «Ara que dos i dos ja no seran quatre» hacmorià, farà un «Intent de demostració matemàtic del concepte d’infrapoesia», i ho fa, i sentim l’Esther Xargay en loop, i ens porta fins a l’hotel d’infinites habitacions on cada poema és un perill per a la poesia; just en aquell moment surt l’Albert Vidal vestit de boxador a llegir-nos un text amb la força dels recursos infinits del seu virtuosisme interpretatiu, tot per acabar convertint la concurrència en un gran càntic; l’entrada del Roger Pelàez és estrepitosa, el sentim contra la lona gairebé abans de veure’l i de seguida s’aixeca per aprofitar que fa segons que cantàvem per continuar cantant plegats les seves proclames goliardesques i reclamar unes noves croades per restituir prepucis a Terra Santa mentre a la pantalla institucional de darrere seu l’esperit morgayà fa de les seves i dispara espontàniament uns vídeos de gegants de la diada de Santa Eulàlia; el final de festa és el Llapispanc armat de reverb, caos i llentiscle, encarnant fidedignament l’actitud desmanegada i incontrolable de les revistes caminades del Carles i l’Esther. 

*

Quina gran segona/primera jornada! Quina gran primera/segona jornada! Quin gran començament/continuació del món xarmorià! Quines ganes que siguin les set de la tarda del sis de novembre per tornar-hi!

Martí Sales

Imatge: ‘Portraits and Selfportraits’ (1997) ©Ramon Guimaraes

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Seis propuestas para un otoño periférico en el Teatro Ensalle de Vigo

Vuelvo a la ría. Al fin. Verano complicado, lleno de muchas cosas. De días que son capaces de contener semanas en sólo veinticuatro horas. Y de largas semanas sin que suceda nada, abrazado a un ventilador, el amor de verano más tierno y metálico que se puede tener en la vejez. Casi me hace llevar al extremo aquello que dijo Heiner Müller: Ya no quiero amar a una mujer a un hombre a un niño a un animal (…) Quiero ser una máquina”. Es lo que tienen los veranos madrileños, que Müller se me viene a la cabeza y quiero convertirme en una máquina. A poder ser de tipo frigorífico.
Por suerte, cuando el verano debería agonizar y no lo hizo, pude asistir a Free Tour. Un festival maravilloso hecho desde la independencia creativa. Un oasis en la programación rancia e insulsa de Madrid, con los teatros públicos a la cabeza. Deberían darle un complemento salarial a las empleadas de la limpieza de esos teatros de tanta caspa que van a tener que barrer esta temporada. En este enorme festival, desarrollado en espacios tan convencionales en la vida diaria como un restaurante, una casa, un parque, una galería de arte o un descampado donde la ciudad deja de serlo para convertirse en misterio, subyacía la idea de que no tenemos casa. No hay hogar. Ni para vivir, ni tampoco para crear o mostrar. Un triste cielo azul surcado de gaviotas blancas estilizadas con el logo de la legión cóndor tatuado en sus alas. 

Vuelvo a la ría. Me asomo a la ventana de la cocina y huelo la llegada del otoño. Pienso que de alguna manera aquí sí tengo casa. Casa como lugar de refugio, como lugar de hacer y no cuestionar. Como habitación propia también. Como lugar amable en todos los conceptos que puede abarcar el verbo amar. A fin de cuentas, todos aspiramos a un espacio donde no pasar hambre, frío o sueño. 

Y sin poder esperar me asomo a la programación del Teatro Ensalle. Para ver qué alegrías voy a tener en los próximos meses. Además de las obvias de poder ponerme un forro polar en algún momento y de estirar un edredón bien gordo sobre la cama. Lo hago casi como un anticipo, como un aperitivo que degustar tranquilamente y salivar. Ruge el estómago, segundo lugar donde más neuronas se acumulan en el cuerpo humano, y ellas saben, claro que saben. 

Para este otoño en Vigo, Raquel Hernández, nos propone acercarnos a seis trabajos diferentes. Cuatro de ellos son creaciones específicas para la sala. Las otras dos son obras que ya han tenido recorrido en otros espacios y llegan ahora navegando hasta la ría. Los cuatro últimos de esta serie se agrupan bajo el paraguas del festival Catropezas en su XX edición y que suele agrupar las obras del mes de noviembre en la sala y se acompaña de algún tipo de taller o curso intensivo. El de este año de Body Weather a cargo de Andrés Corchero. La sala no descansa esos días, vamos. 

Van a continuación unas pequeñas notas kafkianas para acercarme a cada una de las propuestas que podremos ver antes de que las putas luces de navidad nos cieguen a todos y necesitemos gafas de sol en diciembre. Ya lo anticiparon Os resentidos hace mucho tiempo. “Fai un sol de carallo / haiche muito yeyé”. Algunos yeyés, por desgracia, en altos puestos de mando municipales. 

A diferencia de un festival, que se acerca más a un menú degustación con muchos platos y postres y sobremesas y cafés y copas y sobremesas y copas y cafés y más copas, un atracón en toda regla de mezcla de sabores intensos que inevitablemente deja un bajón parecido a la resaca al terminar, tener una programación estable es siempre mejor para la dieta. Y ya vamos teniendo una edad. Y también me gustan los festivales, eh, que uno es mayor pero no tanto.

Y vamos allá al fin. Tanta digresión no sé si puede ser buena.

Intermitencia + Ensalle “Innombrable” 17, 18 y 19 de octubre. 20:00h

Acaban de llegar de México. Once funciones de su penúltima obra, Sobre, en seis estados diferentes de los Estados Unidos de México, que por lo que leo sigue siendo el nombre oficial de la República Mexicana. Y por lo que me cuentan tiene sentido lo de los estados porque cada uno es de su padre y de su madre. Y nada tiene que ver el estado de Guerrero con el de Chihuahua y el de Chiapas con San Luis Potosí.
Pues no contentos con pasarse parte de agosto y septiembre de gira por allí ahora se traen a Galicia a dos artistas mexicanos para seguir trabajando. Esta vez a este lado del Atlántico.
Se trata de Cristel Romo y Caín Coronado, que forman la compañía Intermitencia Teatro. Parece que en algún momento estuvieron de alguna forma ligados al teatro El Rinoceronte Enamorado de San Luís Potosí y aunque ahora ya no están allí no me resisto a dejar de citar un nombre tan hermoso para un teatro. Por si algún día cunde el ejemplo.
¿La propuesta? Juntarse y hacer. Dos semanas y mostrar. ¿Sencillo, no? Bueno, detrás hay mucho trabajo. Experiencia también, pero sobre todo apertura de miras al abrir los brazos y acoger. 
Por lo que oigo quizá se hable de la memoria de México, de la relación con los colonizadores y de la ruptura de la forma, pero igual no. Tal vez se pinchen vinilos, pero es posible que no se haga eso y se opte por cualquier otra cosa. En cualquier caso allí estaré. Y si todo va bien lo contaré por aquí.
Como anticipo nos dejan unas frases. Entrecorto y copio: Como una vuelta a la conquista, ahora dos mexicanos llegan a las costas españolas para hablar de eso que ya no se dice o aquello que nunca debió ser pronunciado o simplemente eso que no tiene sentido… Una luz se enciende sobre el escenario….

AveLina Pérez “Segunda man. Estado aceptable” 24, 25 y 26 de octubre. 20:00h

Por seguir con el copia-pega empiezo con la presentación de la obra que no puede ser más sugerente. Ofrécese muller, dada de alta na seguridade social, para agarrar man de moribundo no último lance. Prezo, 35 €/h. Cóbrase por adiantado”. Con esto debería llegar para, al menos, despertar la curiosidad de cualquiera. No creo que haga falta traducirlo, pero si alguien lo necesita que me diga. 
Lina es una de las artistas residente en Teatro Ensalle. Allí residimos unos cuantos, algunos oficialmente y otros de estrangis, pero que no se enteren. 
En Ensalle hemos tenido ocasión de ver gran parte de su creación desde 2017. De hecho, Segunda man es una especie de reposición ya que se presentó inicialmente en 2023. Ahora tenemos la oportunidad de ver la evolución del trabajo.
De hace dos años recuerdo una mesa alrededor de la que estábamos sentados apenas un puñado de personas porque era un proyecto para público reducido, unos auriculares y unas proyecciones de vídeo. Recuerdo que las voces me llegaban a través de los cascos y que me evocaron a algún cuento de una Mariana Enríquez nacida en el barrio vigués de Teis, pero en aquel momento estaba obsesionado con la escritora porteña porque los papás de Cleo me regalaron un libro de ella y buscaba referencias en cualquier parte. Así que no os fieis mucho de mí.  
Siempre es mejor ir a voces más claras y autorizadas que mi recuerdo, que tiende a modificarse con el tiempo, y leer lo que Afonso Becerra escribió entonces en Artezblai: “¿Será el humor lo que nos salvará? Hay quien piensa que es el dinero. Con él podemos conseguir casi todo excepto la salvación. Se compra. Se vende. Se busca. Se ofrece. Verbos sin los cuales casi no podemos comprender la sociedad actual, sobre todo la que va tirando. Y luego también está la soledad. Ese lugar del que mucha gente huye. No toda.
Afonso escribe muy bien. Y Lina no se queda atrás. Será un placer volver a sumergirse en sus palabras y dejarse llevar. Está bien eso de volver a ver una obra viva pasado un tiempo. No sólo puedes ver cómo ha cambiado la obra si no que, si prestas atención, puedes incluso ver cómo has cambiado tú. Aunque eso dé mucho miedo. 

Antonio Fernández Lera / Magrinyana “Una obra imperfecta. Primera toma. Tres variaciones” 7, 8 y 9 de noviembre. 20:00h

Me cuesta mucho escribir sobre Antonio Fernández Lera. Por un lado pienso que podría rellenar tantas páginas que colapsaría el servidor de Teatron. Por otro lado pienso que ni así llegaría a decir una pequeña parte de lo que me sale del corazón. Con él no puedo ser objetivo. En realidad no puedo ser objetivo con nada, pero con algunas cosas puedo, al menos, tomar algo de distancia.
Antonio, para que os hagáis una idea, es de las pocas personas que si no existiesen habría que crearlas. No digo inventarlas o imaginarlas, digo crearlas. Aportando todos un poquito de nuestro talento, nuestra constancia y también nuestra discreción tendríamos sólo para empezar. Lo digo con conocimiento. 
Si no me hubiera cruzado con él cuando tenía dieciséis años, aunque fuera tangencialmente, habría muchas posibilidades de que no estuviera aquí sentado escribiendo. Ya os contaré antes de empezar el tomo II, para que hagáis sitio en vuestras bibliotecas. Es una historia de amor, no temáis.  O sí.

Antonio regresa a Ensalle. La última vez hace ya unos años con la creación de la serie Vida y materia / Entreactos / Poemas lentos. A Raquel Hernández, Artús Rei y Pedro Fresneda (equipo titular de Ensalle) se sumaba en aquella propuesta Carmen Menager en una creación específica para la sala. Hace ya unos cuantos años porque la obra de Antonio es, más que lenta, pausada. Porque Antonio es un poeta y cada respiración no sólo está meditada sino que ha sido vivida.
Ahora vuelve a emprender otra creación basada en su nuevo libro de poemas Una obra imperfecta. Tres variaciones (Ed. La Garza Roja, Pinto, 2025).
Para acompañarle nadie mejor que la más guapa y además de eso mi violinista preferida, Elena Vázquez, y la presencia, siempre poderosa con esa voz que nos podría arrastrar a donde quisiera, de Gonzalo Cunill. 
Os dejo como anticipo con el primer verso del libro, quizá de la obra: Qué mierda de guión es éste.

Amalia Fernández “Solala” 14, 15 y 16 de noviembre. 20:00h

Uno de los primeros recuerdos que tengo de Amalia me ha acompañado todos estos años desde entonces. Estamos a finales de los 90, con la difunta Sala Galán en plena actividad. Adivina en plata de el Bailadero. Mónica Valenciano, Raquel Sánchez, Amalia Fernández y Félix Santana (¿dónde estás, Félix?). Cuatro seres escapados de un cuadro de Goya que aterrizan en Polonia sin ninguna necesidad y después de dar una vuelta por Galitzia vuelven a huir perseguidos por un irritado Tadeusz Kantor llegando finalmente a Santiago de Compostela y a la otra Galicia, la buena, la mía. Cuatro seres que deambulan por el teatro diciendo sus cosas. Contándonos sus anhelos más profundos. Y en esto va Amalia y suelta sin anestesia: “Quiero vivir en una casa que desde la sala tenga vistas al Obradoiro y desde la cocina al Sacromonte”.
Mas de 20 años llevo creando versiones de esta imagen en mis sueños. Cambiando al Obradoiro por la ría de Vigo y el Sacromonte por el monasterio del Escorial, la plaza de Lavapiés o la medina de Tánger…
Amalia estará en Ensalle con Solala, una obra que comenzó a trabajar en 2022 y ya ha tenido un cierto recorrido. Según dice, la obra ha ido evolucionando hasta convertirse en un tríptico que se puede ver seguido. 
Siempre que me hablan de trípticos me viene a la mente El jardín de las delicias de Hyeronimus Bosch, como a todos. Pero no por lo obvio. Porque para mí lo mejor de ese cuadro es que tiene bisagras y se puede cerrar sobre sí mismo. Entonces aparece el reverso de las famosas tablas también pintado. A esa nueva fachada el pintor le llamó La creación del mundo. Si podéis id al museo del Prado en horas gratuitas y corred a ver esa obra. Mirad desde el ángulo adecuado. Vais a flipar. Y un día desarrollaré mi kafkiana teoría sobre esto, pero no hoy. 
Yo por mi parte iré a flipar a Ensalle y después le preguntaré si al fin ha encontrado su casa con las dos fachadas. Yo sigo buscando la mía con las dos escaleras sin descanso desde entonces.

Andrés Corchero “Palíndromos y viceversos” 21, 22 y 23 de noviembre. 20:00

Cuando de joven empiezas en este tinglado de las artes escénicas cada descubrimiento es un mundo que se abre. Recuerdo cuando me regalaron los primeros textos de Heiner Müller y flipar leyéndolos (fue Antonio Fernández Lera quien lo hizo, para más detalles ahí arriba). Y recuerdo después comprar por casualidad las Pavesas de Samuel Beckett y querer montarlas y enseñarlas todas. Recuerdo cuando vi por primera vez en vídeo Café Müller de Pina Bausch o cuando pude ver en Lisboa Alice de Bob Wilson y, casi lo más importante, una pequeña instalación suya en una pequeña galería de arte, Alice-Two Rooms, que me sigue rondando la cabeza porque me la hizo estallar para siempre. 
También me hizo estallar la cabeza, más moderadamente debo decirlo, conocer la danza Butoh. Por aquellos mismos tiempos. Fue mi hermana Estela Lloves quien me la presentó. A mí me revolvió la cabeza, pero a ella todo el cuerpo. Y ahí empezó su periplo, que le llevó a Barcelona, a Japón, de vuelta a Madrid y finalmente a Berlín, para ya quedar bailando por Alemania hasta ahora. A Barcelona se fue a estudiar con Andrés Corchero, en aquel entonces uno de los embajadores de la danza japonesa en la península.
Corchero es un coreógrafo de largo recorrido. Haberlo visto una vez implica que quieras volver a verlo. Por algún lado tengo una foto de un dúo de Andrés con una silla de madera de tijera delante de la Capela Xeral dás Ánimas en Santiago de Compostela. Fue en el primer En pé de pedra, aquel festival de calle que tantas alegrías nos dio en su momento y que no entiendo cómo no se ha reproducido en otras ciudades de las muchas ciudades de piedra. ¿Nadie tiene acceso a un concejal de cultura manirroto de alguna ciudad patrimonio de la humanidad? ¿Fotos comprometidas? ¿Nada?  Si hay algo avisad, porque hay un idea ahí.
Corchero ha puesto en pie multitud de obras. Con su compañía Raravis y también colaborando con músicos y poetas, algo que hace habitualmente. 
Para esta ocasión crea una pieza especial para Teatro Ensalle junto a dos artistas gallegas, la poeta lucense Nieves Neira y la violoncelista viguesa Macarena Montesinos, habitual de la sala y con la que tuve la suerte de trabajar en alguna ocasión.
Como no conozco la poesía de Nieves busco y encuentro. Me quedo prendado con dos versos: O home que fai nevar en agosto reúnenos á súa volta / e conta todas as historias que son a mesma historia. Su libro, por si lo queréis comprar, se llama Neve de agosto (Ed, Chan de Pólvora, Santiago 2022).  Yo voy a pedirlo. Robar poesía en una librería me parece un poco feo, aunque sea en la de El Corte Inglés. 

Daniel Navarro “El vuelo” 28, 29 y 30 de noviembre. 20:00h

Últimamente me pasa bastante que me alegro cuando voy a ver alguna cosa y no conozco a casi nadie del público. No es que no me guste dar abrazos y encontrarme con personas a las que aprecio. Sigue gustándome y me resulta agradable respectivamente. Pero también me gusta ver gente nueva aunque no vaya a compartir más que los minutos necesarios para asistir a una obra. Debe de ser porque en el fondo tengo miedo de que nos quedemos encerrados en un círculo endogámico. Me preocupa, no lo puedo remediar. Y porque también me gusta ver cómo respira la gente desconocida, ver cómo es la energía que recorre el patio de butacas ese día. De eso se pueden sacar muchas derivadas, pero no ahora.
También me gusta ver obras de artistas a los que no he visto nunca. Siempre que vaya bien asesorado, claro, y Raquel tiene barra libre con mi cuerpo, mis ojos y mi tiempo.
Pregunto un poco porque también escribo para vosotras. Y me cuentan que Daniel es un bailarín canario. Que además de la danza contemporánea también ha transitado el mundo de la danza urbana. Que ya ha estado por la sala en alguna ocasión. Y que ha trabajado con Dani Abreu y Paloma Hurtado.
La verdad es que tampoco quiero hacerme una idea precisa, sólo un par de pinceladas.
De su obra dice: Cambiar las mecánicas: mirarnos al espejo y reconocernos en lugar de ver una distorsión, dejar de luchar en contra para empezar a luchar a favor, comenzar a volar teniendo los pies en la tierra…”.
Al ver su programa veo que de las luces se encarga Alfredo Díaz. Y repasando me doy cuenta de que no he hablado de ningún técnico aún. Pues es el momento, aunque sea casi al final. Os digo. Si alguna vez veis un programa de mano y aparece como iluminador Alfredo Díaz Umpierrez no lo dudéis y entrad. Salvo que la entrada sea demasiado cara. Entonces ampliad vuestra visión y averiguad más cosas. Incluido, si es un teatro público, por dónde os podéis colar. 

Se prepara un otoño bonito. Lleno de muchas cosas, pero sin necesidad de ir corriendo, acelerándose. Una de las cosas que más me gusta de la periferia es que puedes llegar despacio a cualquier otra periferia. Sólo hace falta ir bordeando los centros de poder y mirando el paisaje mientras tanto. 
Y en esta reivindicación de la periferia y su vida propia que me he marcado como pauta a la hora de escribir en Teatron, no me olvido de ver con amor el enorme festival que se han montado en Algeciras los camaradas de Box Levante. SUR, le han llamado, Festival de escénicas del Estrecho, de apellido. Lo de estrecho es geográfico, os aclaro, porque por lo demás todo es inmenso. Leo un montón de nombres que no conozco y me gusta. Pero no voy a esconder la gran alegría que tengo al ver, entre tanta gente guapa, el nombre de Fernando Renjifo. 

Igual no os lo creéis, pero si lanzo una botella al agua en la ría de Vigo es muy probable que llegue hasta el puerto de Algeciras arrastrado por las corrientes buenas. Les mando un mensaje. Ahí va. Y si no creéis en el poder de los mensajes dentro de una botella peor para vosotros. He puesto sólo dos frases cortas: Desde el río hasta el mar. Viva Palestina Libre. 

Antoine Forgeron

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La Ribot, LaBOLA, los kafkianos y un revólver debajo de la almohada

Viajamos en coche. Atravesamos de sur a norte una pequeña cordillera entre dos rías, la de Vigo y la de Pontevedra. Montes desgastados por el tiempo, laderas tendidas y playas de arena blanca forman la península del Morrazo. Al punto más alto de esa pequeña elevación los autóctonos lo llamamos O Xaxán. Este monte de apenas 600 metros de altura tiene una aparición estelar en uno de los versos de “Miña Terra Galega”, la famosa canción de Siniestro Total que todas habéis bailado alguna vez en las fiestas de vuestro pueblo. Entre las zanfoñas de Ortigueira y la Liga Armada Galega aparecen “Los kafkianos del Jaján”. 
Con lo de kafkianos se deben referir a los indígenas de la península. Es cierto que los fuertes vientos que llegan del Atlántico pueden provocar que la visión de las cosas se altere un poco. Un poco solamente.
He convencido a unos amigos de ir a ver una pieza de La Ribot y de paso que me hagan de taxistas. 
Por el camino me preguntan qué vamos a ver y les cuento brevemente las tres primeras pinceladas que me vienen a la cabeza sobre María Ribot. 
El primer recuerdo que tengo de ella es de la “U.V.I. – La Inesperada”, una asociación informal que agrupaba en Madrid a seis jóvenes coreógrafas a mediados de los años 80. Entre otras estaban por ahí Mónica Valenciano o Elena Córdoba, les digo, porque sé que han visto trabajos suyos y sé que les han gustado. 
Después se marchó a Londres y más tarde a Suiza y ahí le perdí la pista. La emigración a lugares más receptivos a su trabajo y a la danza en general parece que fue fructífera y en los últimos tiempos ya se pueden ver con regularidad sus trabajos por aquí.
Lo último que les digo es que sus trabajos contienen mucho humor, al menos así me lo parece a mí. Un humor especial con mucha carga de profundidad detrás, eso sí. 

Viajamos para asistir a “LaBOLA” que es la última de las obras que forman parte del programa de Artes Vivas de la Bienal de PontevedraLa Bienal de Pontevedra nació en 1969 como certamen local impulsada por la diputación y la burguesía local como certamen competitivo al uso. Creció y en los años 80 tuvo un giro en su programación, amplió la visión, se modernizó adquiriendo un cierto prestigio internacional. Tuvo una trayectoria continuada hasta que en 2010, en su mejor momento, desapareció súbitamente con la excusa de la falsa crisis de 2008 que provocó un enorme ERE cultural en Galicia.
15 años después, el verano de 2025, reaparece bajo el título de “Volver a ser humanos. Ante a dor dos demais”. Bonita declaración de principios. Me recuerda al “Humain trop humain” con el que Rodrigo García rebautizó temporalmente el CDN de Montpellier. Una reflexión que podría servirme en general si no recordara que estamos en esta hipócrita Europa nuestra que hasta hace dos día miraba hacia otro lado ante el genocidio de los palestinos y aún ahora mira sólo de refilón y forzada por la presión de la opinión pública. 

El responsable de la programación de Artes Vivas de la Bienal es Iñaki Martínez Antelo. Está implicado en algunas de las cosas buenas que pasan en la esquina del noroeste. Ya lo conocíamos de la dirección del MARCO (Museo de Arte Contemporánea de Vigo) en los años que el MARCO molaba. Accedió por concurso público, lo que siempre es de destacar. Allí combinó las propuestas puramente plásticas propias de los museos con otras propuestas de artes vivas. Allí tuvimos la inolvidable experiencia de ver/participar (todos éramos participes) en “Laughing Hole” de La Ribot en 2012, si no me falla la memoria. Después de aquella vivencia de larga duración no se puede decir que no venimos avisados.
Dentro de la Bienal nos ofreció una programación muy variada. Se han podido ver obras de Janet Novás, Cris Balboa, Federico Vladimir y Pablo Lilienfeld o Marc Vives, entre otros. 12 propuestas a lo largo de 3 meses en diferentes lugares de la geografía pontevedresa. Desde una piscina en un complejo deportivo a una nave industrial en Ponteareas, del adro de una capilla en la playa de A Lanzada al Museo do Mar de Galicia en Vigo. También lugares más convencionales como el Teatro Principal.  

Esta vez la cita es en el salón de plenos de la Diputación de Pontevedra a las ocho de la tarde. 
Entramos en el enorme hall del pazo, pasamos el control del listado de invitaciones, ya que todas las entradas son gratuitas pero hay aforo reducido y debemos reservar con antelación, y nos indican que subamos las escaleras hasta el primer piso.
Las escaleras son monumentales. Del tipo de las que se ven en las películas. Las películas de gente rica con casas grandes. Muy grandes. Mármol blanco, un primer tramo común y en el giro se divide en dos vías que conducen al mismo lugar. Una cristalera que deja ver el salón de plenos. Entramos. Piso de madera y una gigante lámpara de araña en el centro de la sala. Espacio diáfano, salvo por un pequeño estrado dónde están los asientos que deben ocupar las diputadas y diputados en el pleno provincial.
La gente, el público, va muy bien vestido. A la altura de las escaleras de mármol y de los techos altos. A la altura del edificio. Me miro y pienso que al menos no he venido con pantalón corto. Aunque sí llevo las botas de trabajo que no me he sacado en muchos meses. Qué se le va a hacer.
Los que han llegado antes se situaron en el perímetro, les imito y busco un lugar donde apoyar la espalda. Algunos se sientan en sillas de tijera, otros más flexibles en el suelo. Pero casi todos buscamos los lugares donde la posibilidad de que nos ataquen por la espalda sea menor. Salvo algunos valientes. Pienso que quizá a la propuesta le vendría mejor algo de caos en la disposición, pero como no estoy seguro me quedo en el primer lugar que encontré. Nadie ocupa los escaños, que están vacíos y eso me sorprende. O no.
Mientras nos vamos situando, los tres bailarines van llenando el suelo de objetos, la mayoría prendas de vestir. Hay también gafas, algún libro, alguna linterna, zapatos, y otras cosas que no llego a distinguir pues están demasiado lejos. Todo muy colorido. De la gama cromática que se puede denominar llamativa.
Lo que sucede después nadie puede describirlo mejor que La Ribot en el texto que acompaña el programa: «Yo me imagino que podríamos estar todos bailando sin parar, todo el rato, todos a la vez, y haciendo más o menos lo mismo, transformándonos continuamente, pasando por todo tipo de experiencias; partiendo, por ejemplo, de nosotros mismos, intercambiándonos las camisas, los pantalones, los gorros; intercambiándonos los zapatos, las toallas y los vestidos, las formas; intercambiándonos las barrigas, los pelos, las narices, los muslos de pollo, las calaveras, los pelos de camello, las faldas largas, los chubasqueros, las alfombras, las mesas y las sillas, los cigarrillos y las escobas, la música y las luces, los libros, las fregonas y los cuchillos; intercambiar los cuerpos y las vidas, las historias y las mentiras, las mujeres y los hombres; intercambiar los cuernos, las quejas y los culos; intercambiar el nombre, la cara y los pasaportes.»  
Esto es exactamente lo que sucede, sólo que en imágenes tridimensionales. Con presencia y con sudor. Los tres cuerpos practican una coreografía con la premisa de no separarse más de lo imprescindible intercambiando sus ropas primero y después sustituyéndolas por las que se encuentran por el camino. El movimiento es constante, no demasiado rápido, pero sin pausa. Salvo cuando deciden que han conseguido crear una buena foto y entonces nos dejan unos segundos que la contemplemos. Y vuelve a comenzar el bucle. Hay un caos aparente, pero también mucha armonía. En su deambular a veces chocan con los cuerpos de los espectadores. No es que nos ignoren y no sepan que estamos ahí. Todo lo contrario. Yo lo sentí como si nos invitaran a sumarse al grupo, a intercambiar las ropas, las barrigas, los libros y también los pasaportes.  
Nadie se atreve, claro. Yo el primero. Aunque cuando se abalanza la BOLA sobre mí pienso que huelen muy bien y que no me importaría que se quedaran un ratito más aplastándome contra la pared. La verdad es estaría bien bonito que eso que imaginaba La Ribot de estar todos bailando a la vez sin parar intercambiando y mutando se pudiera dar alguna vez. 

En algún momento me viene a la mente algo que le leí a María Martinón-Torres hace tiempo. Ella dice que dormimos con un revólver cargado debajo de la almohada. Y esto es porque todas nuestras células se reemplazan en un periodo de entre 7 y 10 años. Es decir, mueren y nacen células en nuestro cuerpo constantemente. Quizá por eso hay veces que no nos reconocemos en el espejo y tardemos en darnos cuenta de que quien nos mira al otro lado seamos nosotros mismos. La posibilidad de que en esos cambios celulares se produzcan mutaciones que no sean detectadas y neutralizadas por las células vecinas y deriven en una neoplasia maligna están ahí. Constantemente. De ahí lo del revólver cargado bajo nuestra almohada mientras dormimos. Mientras cambiamos nuestro aspecto exterior, las ropas, el calzado, los peinados, por dentro también van cambiando nuestras células. 

Abandono mis pensamientos y me vuelvo a concentrar en lo que veo. Y lo que veo son mutaciones benignas. Veo que el público lo está pasando bien. Veo que La Ribot, entre el público, está concentradísima viendo el movimiento constante de sus bailarines. Que ellos tienen un dominio de su cuerpo en el espacio brutal. Esa plasticidad y ese dominio del entorno me hipnotiza. A fin de cuentas, si lo piensas, todo es muy kafkiano. Pero también de una belleza arrebatadora.
En un momento dado, casi al final, se introduce la palabra. Los tres bailarines siguen entrelazados pero ahora con un libro entre las manos. Van leyendo algunas frases alternativamente. Son frases sin conexión aparente. Uno de los libros hace comentarios sobre “Rebelión en la granja” o al menos a mí me lo parece. Otro quizá sea un libro infantil. El tercero algo más contemporáneo y ámbito familiar. Sólo me llega más directa una frase que dice algo de ”prostituir al padre”. Pero no acabo de entenderlo bien. Porque sigo absorto en el movimiento y las formas que van creando los cuerpos.
Mientas leen nos van llevado fuera de la sala de plenos y lo más impactante es que van descendiendo por las escaleras. Se van dejando caer escalón a escalón. Formando un nudo indestructible. Como una comitiva los vamos acompañando. Al final, cuando se detienen, vemos detrás de ellos las mesas de catering que han situado en el hall de entrada. 

Es el acto de clausura de la Bienal. Hablan las autoridades, que han estado presentes en el salón de plenos pero esta vez de pie, protegida su espalda con la cristalera de la entrada, controladas las rutas de huida.
Mientras hacen malabarismos delante del micrófono para no llamar genocidio a un genocidio no les presto demasiada atención. Pero al final se les escapa la frase que esa noche me apetecía escuchar en ese lugar. Que la Bienal de Pontevedra tendrá continuidad dentro de dos años, en 2027. Ahora sólo queda intentar que los años pares también podamos asistir a momentos hermosos como el de esta noche. Ya sólo queda la mitad del trabajo. 

Volvemos a atravesar la sierra hacia el lado sur de la península buscando nuestras madrigueras. A la sombra de O Xaxán. He tenido suerte y a mis acompañantes les ha gustado lo que han visto. Seguro que podré convencerlos de volver a ir a alguna otra obra a la que no me sea posible llegar con transporte público. Yo también estoy contento. He vuelto a ver a gente que le gusta su trabajo, eso siempre se nota, y me agrada.
Al llegar a casa busco “Homo Imperfectus”, el libro de María Martinón-Torres, pero no lo encuentro. Después recuerdo que lo he prestado. Hay libros que debería leer mucha gente, y este es uno de ellos. Así que bueno es que esté dando vueltas por ahí. 
Me asomo a la ventana como alternativa. Se empieza a oler el otoño en las suaves ráfagas de viento que arrastran unas nubes perezosas. 

Antoine Forgeron

Imágenes cortesía de la Bienal de Pontevedra

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BoCA – Biennial of Contemporary Arts- edición Madrid

BoCA regresa en 2025 sumando a la ciudad de Lisboa, núcleo de la bienal, a Madrid para generar así una suerte de alianza ibérica que lleva el título de Camino Irreal. En palabras de su director, el comisario John Romão, responde a darle una vuelta de tuerca contemporánea a los históricos caminos reales que, a mediados del siglo XVI, los colonos españoles fueron abriendo en América, hasta el ahora estado de California, para mantener el control en los nuevos territorios conquistados, imponiendo la lengua, la religión católica y la cultura europea a la originaria población indígena. Esos caminos de privilegio para los navegadores españoles se convierten ahora en unos caminos para dar espacio a lo irreal, a las disidencias, a lo diferente y a la experimentación en las prácticas artísticas. Un encuentro transversal donde caben performance, artes visuales, danza, cine, música y pensamiento. «El Camino irreal alude a un desplazamiento no solo físico y geográfico, que en esta edición de la bienal se opera entre Lisboa y Madrid, sino también simbólico y discursivo, en consonancia con la identidad de programación de BoCA».

Esta V edición madrileña arrancó en el Museo Reina Sofía y en la famosa Sala 102 dedicada al escultor norteamericano Richard Serra, que se viene reutilizando como lugar para presentaciones desde hace algún tiempo. Entre los espacios que deja su escultura de 38 toneladas y que cuenta, por otro lado, con una de las historias más surrealistas del arte al haber sido la original robada o desaparecida a mediados de los años 80 y sustituida por otra, se sucedió Espiral en Espiral de Naufus Ramírez Figueroa, conectada a su exposición Espectros luminosos, una de las grandes apuestas del museo este año. En esta performance toma una de las ideas principales del statement de la Bienal, el pensamiento crítico decolonial. Ramírez-Figueroa es artista guatemalteco. Toda su práctica artística versa sobre el genocidio silencioso ejercido contra el pueblo ch’olti, el más antiguo de la civilización maya. En la performance traslada a la acción su extensa obra visual, profundizando en una continua exploración acerca del simbolismo, la memoria y las tradiciones del folclore de su país. De Espiral en Espiral entrelaza esa historia colonial impuesta por Europa y Occidente como única con las memorias íntimas e intergeneracionales de la propia familia del artista, a partir de la revisión de la producción y usos de los naipes. Naipes de juego que fueron una fuente económica para la Corona española y que siglos después las mujeres de la familia de Naufus convierten en herramientas para la subsistencia en base a sus orígenes astrales y adivinatorios. Una nueva relectura con perspectiva histórica y unos usos distintos para esos naipes que en una suerte de ritual se transforman en una prenda que cubre a los performers Tania Arias Winogradow y Marcos Pelado Herrera. Ese vestido con carácter de escultura y de peso está compuesto por cartas bordadas al detalle por mujeres artesanas tejedoras guatemaltecas, vinculando así las tradiciones de su propia familia con los saberes ancestrales de Guatemala. 

La fisicidad de los cuerpos de los intérpretes, sus outfits blancos que remiten a la pureza y también a los rituales chamánicos, nos sumergen en una teatralidad inmersiva con aires de género fantástico que, a través de los movimientos y uso de los distintos elementos de la naturaleza como semillas, nos sumergen en un universo de magia santera que sirve de metáfora a un artista y una familia que tuvo que migrar a Canadá en 1980 después de la masacre. La práctica artística para revisitar más que nunca el trauma propio y los de un país marcado por el extractivismo colonial, la guerra civil y el desequilibrio social. Naufus Ramírez Figueroa vive y trabaja actualmente en Ciudad de Guatemala. 

La filmoteca española acoge durante estas semanas el ciclo Tainted Love, como la canción de Soft Cell, en portugués con el precioso nombre de Malamor (qué bonito suena todo en el idioma del país vecino) dedicado a la dupla de cineastas formada por João Pedro Rodrigues y João Rui Guerra da Mata en colaboración con la cinemateca portuguesa que invita a Los João a organizar una retrospectiva de su obra en diálogo con películas que les gustan y a producir una nueva localizada en uno de los lugares favoritos de João Pedro Rodrigues; así lo confesó en la presentación del ciclo en Madrid el pasado 13 de septiembre la Ermita de San Antonio de la Florida, pintada por Goya. 

El cine pensado desde un lugar de afectos, resiliencia, diversidad y riesgo temático y formal. Una propuesta de películas dirigidas por otros que interpelan a la educación sentimental de estos directores, muy en las antípodas de las consideradas obras maestras del cine. Así vemos títulos de John Waters, Jacques Demy, Pedro Almodóvar, Toshio Matsumoto, Eloy de la Iglesia o el francés más radical de los años 70, en los márgenes de la nouvelle vague, Guy Gilles, que inauguró el ciclo con la recuperada Absences, 1972. Una película-poema que habla sobre la fragilidad de la juventud y que se adelanta con el personaje protagonista François (Patrick Penn, bellísimo) a todo el cine marginal con temática de consumo de drogas y aislamiento que tuvo lugar una década después. Las ausencias repetidas de Gilles se proyectaron junto a dos películas cortas de João Pedro Rodrigues, Où en êtes-vous, 2017, y Nude descending a staircase (literalmente el título en pantalla) dirigida y protagonizada por João Pedro Rodrigues en 2020 y que repica en loop el inicio del filme anterior. 

La premiere mundial de su nueva película rodada entre Madrid y Lisboa y producida por la Bienal y las dos filmotecas 13 alfileres es una ficción sobre el deseo, los fantasmas y la devoción religiosa a San Antonio. Sabemos que la historia viaja por geografías y tiempos sobrepuestos y disociados de la Lisboa medieval, al Madrid del siglo XVIII reflejado en la pintura de Goya, hasta la Lisboa de hoy, donde los milagros ya no se dan — o tal vez se hayan simplemente desplazado de forma—. «La película es también un ejercicio de cinefilia barroca, en la que la teatralidad del gesto, la exuberancia de los espacios y la tensión entre lo visible y lo oculto construyen una atmósfera ritual y profana».

La bailarina y coreógrafa española Elena Córdoba y el bailarín y coreógrafo Francisco Camacho se reencuentran diez años después en la pieza de estreno Una ficción en el pliegue del mapa presentada en la Nave de las Terneras, una sala municipal en la Arganzuela próxima a MATADERO. 

Desde mediados de los 90, ambos creadores se conocían y seguían a través únicamente de sus trabajos. En 2014, el festival Citemor en la localidad portuguesa de Montemor-o-Velho les invitó a crear una pieza a partir de los recuerdos e impresiones que guardaban el uno del otro. El resultado fue un vínculo que perdura hasta hoy. Francisco en el cuerpo de Elena, Elena en el cuerpo de Francisco. En 2025, BoCA Bienal les propone volver a ese lugar y a ese archivo de memoria para trazar un mapa de afectos en el tiempo, sin la obligación de reconstruir ningún pasado común, sino llevarlo al presente, generando un paralelismo con las numerosas incertidumbres y tragedias del mundo que habitamos; el genocidio de Gaza atraviesa simbólicamente toda la obra. Elena y Francisco, con su sencilla, amorosa y detallista complicidad, se reencuentran a través de la danza que funciona como espejo del otro y de las realidades vividas, compartiendo afinidades, nuevas narrativas y unos cuerpos en escena que se tocan, se piensan y se respetan por mucho tiempo. Cuerpos maduros y visibles que poco tienen que ver con la construcción social que ha idealizado la juventud y la normatividad de la belleza del bailarín y bailarina perfectos. Los cuerpos cambian, se transforman y envejecen, los límites pueden empezar a ser también parte de la obra. En otra obra de Elena Córdoba, nos vamos al 2018; ella decía: «La bailarina vieja tiene una ventaja sobre las demás criaturas; ella baila con sus límites como parte de su propia esencia». 

La vulnerabilidad, distintas capas y sensibilidades que manejan ambos emociona al espectador tanto como la honestidad de su propuesta. Elena cuenta en castellano, Francisco en portugués. Francisco Camacho transita entre la fuerza de un cuerpo fibroso y masculino con el gesto frágil y suave de la feminidad que describía Jean Genet en su primera novela, la poética Nuestra señora de las flores, que Francisco ha bailado durante décadas. Una sensación sobrecogedora e íntima me cautiva cuando veo los movimientos en solitario de él ante una pantalla en blanco y una única luz cenital. Elena coge literalmente esas flores del título y se las coloca en su cuerpo, parcheando su abdomen con pequeños ramilletes que mueve a través de los movimientos temblorosos de su propio cuerpo. Esas flores, en otro gesto generoso y compartido, fueron dadas al público asistente. La obra de Francisco Camacho provoca temblor en Elena Córdoba; es muy bonito escuchar esa explicación de lo que significa un temblor, «’algo que no está premeditado ni controlado’» en boca de Elena. Algo que deberíamos dejar que suceda mucho más. En la parte final se produce un encuentro más potente aún entre ambos, frente a frente, representando una serie de secuencias a manera de rounds de distintos momentos ficcionados en una relación. Acercamiento, amistad, sexo, peleas, risas, complicidades y baile porque siempre lo más importante es bailar. Durante los rounds, los cuerpos semidesnudos desde el arranque se ven vestidos con camisetas superpuestas en las que prevalecen los colores de la bandera palestina: rojo, verde, negro y blanco. Finalizo este texto como empiezan ellos el suyo, con un clamor y un temblor para que todo lo malo pase; ¡Viva Palestina Libre! ¡Viva a Palestina Livre!

Natalia Piñuel Martín

Imágenes de Natalia Piñuel Martín y María LaMuy

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El Grand Tour

Empecemos por el nombre. El Grand Tour fue un viaje que se puso de moda entre aristócratas europeos durante el siglo XVII. Ante la poca calidad de la enseñanza universitaria, los ingleses de altos ingresos y buena posición entendieron que una ruta por Francia e Italia era imprescindible para completar su formación una vez llegaban a la mayoría de edad, a los veintiún años. Algunos viajaban con su tutor, criado, cocinero, cargados de baúles. Otros debían ir más ligeros de equipaje. Desde el inicio este tipo de viaje atrajo a los artistas. Unas como Mary Shelley llegaban al lago de Como y se quedaban. Otros, como Lawrence Sterne, encontraban la inspiración para bellezas de libros como el Viaje Sentimental. Leo por ahí que el Grand Tour es un precursor de las estancias de los Erasmus de ahora. Me da la risa floja. El Grand Tour se llevaba a cabo a pie, caballo o carruaje, y suponía un desplazamiento de muchos kilómetros. De hecho el desarrollo del ferrocarril y las facilidades para el turismo fueron minando su prestigio hasta que el concepto desapareció. La mayoría de Erasmus se mueven más bien poco desde su ciudad de acogida, a la que llegan más por estrategias idiomáticas (lo supuestamente fácil de probar que sabes italiano) o disponibilidad de plazas (me encantaría estudiar en París, pero me ofrecen Brujas), que por una voluntad de aprendizaje europeísta. Pero igual me equivoco. Ahora que lo pienso, aunque en su momento me pareció un pelín desastroso, mi año de Erasmus en Londres fue un punto de inflexión en mi vida. Entendí que había un mundo ahí fuera por descubrir, y me puse a la tarea con entusiasmo.

Es raro este asunto de la cultura. Hay proyectos que nacen ya bendecidos, proyectos que aparecen en prensa o son apoyados por las instituciones antes incluso de entender su sentido, pertenencia o calidad. Contactos, amistades, influencias, todos rezándole al dios de las convocatorias para que reparta algo de abundancia. Hay otros proyectos que nacen por inspiración, deseo, necesidad. Germinan en terreno fértil porque detrás empuja la voluntad decidida de quien no tiene nada que perder, quien no teme al azar ni a la sabiduría de la incertidumbre, que diría mi admirado Alan Watts. El Grand Tour pertenece a este segundo grupo. Este año se cumplió la undécima edición. Tuve la inmensa fortuna de formar parte del grupo. Este texto es un intento de narrar parte de su grandeza.

El Grand Tour del siglo XXI es una idea de Clara Garí. Hablemos de Clara, una mujer que ha hecho de su modo de vivir una obra de arte, un ser sensible que derrocha energía y pasión y que un día, cansada de participar siempre de procesos creativos similares, ver el mismo tipo de obras o escuchar conversaciones similares, decidió apostar por otra cosa, un proyecto que tuviera lógicas distintas, planificado pero abierto a lo inesperado, sometido a las inclemencias del tiempo y a la creatividad de sus colaboradores, una creación que incluso pudiera no controlar del todo. En su esencia, el Gran Tour es un viaje a pie en el que los participantes caminan unos 300 km, en veinte días, con artistas de todas las disciplinas, y donde el propio viaje, sus paradas, el paisaje, su temperatura son el material con el que se dibuja, pinta, o escribe. Más que una puesta en escena, una puesta en situación. Más que una exposición, un work in progress. Más que un inicio, nudo, desenlace, una estructura sin trama, un texto híbrido que creamos desde y con los bosques, las montañas, los ríos. Porque como escribió DH Lawrence “el espacio está vivo y se agita como un cisne, cuyas plumas relumbran sedosas con el aceite esencial de la experiencia”.

El Grand Tour acostumbra a empezar donde termina el año anterior. En 2024 la ruta concluía bajo la sombra de las tres chimeneas. Dos de ellas pertenecen a Sant Adrià. La tercera a Badalona. Misterios de la geografía o un buen tema de estudio para la Temporal School of Experimental Geography (TSOEG), esa red itinerante de artistas que comparten ideas y propuestas sobre el paisaje mediante el trabajo de campo que dirige Luce Choules, una de las artistas invitadas a esta edición. Luce es una artista que se inspira en el lenguaje de la naturaleza. Su mirada dialoga con piedras, signos, señales, que son anotados, fotografiados o movidos sutilmente de lugar. Es de esas personas con las que la complicidad se construye tanto desde el silencio como desde la conversación. Su fino humor inglés no se ha agrietado tras su voluntario exilio en un pueblo francés. Y si hablamos de francesas, otra artista invitada de esta edición fue Marie Bruneau, diseñadora gráfica y autora de un libro que narra un viaje, de Hendaya a Banyuls, del Atlántico al Mediterráneo, 55 días a pie con su compañero de vida, Bertrand. Y una tercera artista invitada fue Cristina Schultz, nombrada responsable de la biblioteca, para la que diseñó y cosió un bellísimo e impermeable farcell (hatillo) que acogió los libros que cada caminante trajo y que fueron redistribuidos al final del viaje. En mi caso aporté Del caminar sobre hielo, de Werner Herzog, en la edición argentina de Entropía. Me dolió deshacerme de él, lo releía esos primeros días del viaje y me emocionaba nuevamente. Pero nada de microapegos, son muy peligrosos. Lo solté, y se fue para Huesca, y en mis manos cayó Walking from scores, de Elena Biserna, una suerte de compilado de acciones, instrucciones o preguntas para hacerse caminando. Una antología inspiradora.

¿Cuál es el tempo de tu caminar normal?
¿Cuán a menudo parpadeas?
¿Cuál es el tempo de tu respiración?
¿Qué otros ritmos escuchas si prestas atención?
pregunta Pauline Oliveros en su pieza Rhytms

Las tres, Luce, Marie y Cristina, junto con Clara, fueron el cuarteto que inició el viaje. El quinto elemento, imprescindible, era Jordi Rayo, músico y maestro de la vida calmada, que aquí asumió con presteza el rol de chofer y cocinero. Porque el Grand Tour del 2025 no es aristocrático, pero se permite algunas comodidades. Los sacos, las tiendas, la comida, la ropa y demás enseres viajan en furgoneta y nos esperan cada tarde en el nuevo destino. Nuestras espaldas lo agradecen. Como agradecen nuestros estómagos los platos que cocina Jordi, siempre bien especiados, siempre generosos.

Llegué a Sant Pol de Mar en tren, el quince de agosto. Era un día de descanso tras los cuatro primeros en ruta. El alojamiento se localizaba en el camping Verneda, en Sant Cebrià, a 4 kilómetros. El tema de los campings es un temazo en el Grand Tour. Cada uno es un mundo. Mis conclusiones: 1. Cuanto más alejados de la playa, menos televisores. 2. Cuanto más arriba de la montaña, mayor disfrute. 3. Una buena piscina suple otras dejadeces. 4. ¿Por qué no hay dónde sentarse? Aprendí mucho estos días sobre montar y desmontar tiendas, y toda la parafernalia que rodea a la vida nómada. Hay que estar pendiente de muchos detalles. Te va en ello la comodidad y el descanso, claves para un buen caminar al día siguiente. Pequeños aprendizajes que a la larga son ejercicios de libertad. Poder dormir bajo un árbol amigo o despertar con un concierto matinal de pájaros es impagable.

En Sant Pol se celebraba esos días la Fira Alternativa, que dirige Alba Sauleda. En la edición anterior del Grand Tour Alba fue la artista invitada y trabajó el tema de los sueños. No sé si es el cansancio, los sonidos ambientales de la naturaleza o el estado mental que genera caminar tanto, pero se sueña mucho y variado en el Grand Tour. En mi caso anoté en mi diario sobre sueños en los que era invitado a bodas desastrosas, o a obras de teatro rarísimas e incluso a mi propia fiesta de cumpleaños, sin saberlo. También soñé con discusiones familiares con madre y hermanas. Sueños costumbristas. Siempre he envidiado a la gente que sueña ciencia ficción o sueños históricos o de otras vidas. Seguiré intentándolo.

El Grand Tour combina acampadas en campings con paradas en hostales, albergues, residencias de artistas o casas amigas. Así, dos de las primeras noches las dormí en una yurta colocada en el porche de Can Bon Amic, un espacio creado por Neus Borrell, con el apoyo de su familia, en la falda del Montseny, especializado en las artes de la voz y el cuerpo. La primera mañana asomé mi cabeza por la tela de la yurta justo en el momento en el que aparecían los primeros rayos de sol del día tras la montaña. ¡Cuánta sincronicidad! Miré a derecha e izquierda y ahí estaban Clara, e Imma, sonrientes, diciéndome en silencio: esto es el Grand Tour, disfruta. Dicen los que saben que la palabra sonrisa viene del inglés, sun rises

Todo lo que hacemos es una explicación del amanecer, escribió el poeta Robert Hass. También el Grand Tour. Quizás eso explique mi emoción al darme cuenta que había dormido a apenas medio kilómetro de la casa que se hicieron construir mis padres cuando yo tenía tres años. Carrer dels Tilers, Santa Margarida de Palautordera. Pasé diez veranos correteando y envuelto por un paisaje bellísimo que en esa época no me parecía tan especial. Un niño urbanita valora otras cosas. En esas cavilaciones andaba cuando casi aplasto un sapo que, inmóvil en medio del camino, tenía algo que decirme: “¿Estás haciendo lo que viniste a hacer? ¿Estás haciendo lo que te propusiste hacer como alma al encarnar aquí? Medita sobre eso y rectifica tu rumbo si crees que no. Aún es tiempo. Esto no se acaba hasta que te entierren o te incineran”. Imagino vuestras caras, ¿qué se tomó el cronista? Lo cierto es que sí entiendo el lenguaje de los sapos gracias al oráculo de Los animales de poder, de Karina Malpica. Fue una decisión de último minuto meterlo en la mochila. Si bien mi tarea en el grupo era impartir un taller de escritura del viaje, pensé que quizás encontrara momentos para ofrecer este otro servicio, llamémosle esotérico. Un juego, pero serio. Fue un acierto. Cada cual encontró sus aliados temporales para el viaje. Los animales regalaron consejos y respondieron a algunas preguntas. Fueron momentos breves, durante las jornadas de descanso o en tardes relajadas, lindos intercambios con los demás paseantes para los que fui un simple intermediario. Para Karina, los animales de poder son espíritus guías, arquetipos o modelos de conducta, energías que pueden ayudarnos. Gracias a mi maestra chamánica Magda, que se formó con ella, he aprendido su valor. Al final todo es un tema de presencia y conexión.

Pero basta de desvíos y sigamos el camino. Ahora estamos cruzando el Montseny. Hace calor, bebo mucha agua, la sudo toda. Nunca sudé tan a gusto como en este Grand Tour. Nunca me molestó menos pincharme con las zarzas del camino. En el Grand Tour no siempre vamos por el camino más previsible, o el más corto. Nosotros seguimos la ruta que dibujó Jordi Lafon. Se trata de evitar en lo posible el asfalto y el ruido, de apostar por el bosque y la sombra. Lafon es un artista y profesor multidisciplinar. Hace unos años fundó el colectivo Deriva Mussol, que asume el caminar y la deriva como formas de explorar posibilidades de creación y aprendizaje. Durante días Lafon fue un espectro, alguien a quien se mentaba en los cruces de caminos o a quien se maldecía cuando la ruta se complicaba. En esos momentos los pitidos del wikiloc nos asistían. Un pitido, vamos bien, dos pitidos, error. Lafon había estudiado el terreno con detalles. Teníamos que creer en Lafon. Finalmente, una noche, apareció. Lafon existía. Venía de turista. Los turistas del Grand Tour son las que no caminan etapas, pero llegan una tarde a conversar, una mañana para participar del taller de escritura, o se quedan un día a cenar. Unos, como Salvador Giralt traen vino natural hecho por él mismo, un vino que cambia en los pocos minutos que pasan entre que se abre y se bebe una botella, un vino numerado y azaroso, ampurdanés y osonenc al mismo tiempo, un vino que obliga a beber a abstemios en prácticas como yo. Cuando no habla del vino, Salvador declama poemas como aquel trovador que fue en otra vida. Salvador es también un escritor medio secreto al que quisiéramos ver más publicado.

Y entre bosques alucinantes de pinos lujuriosos llegamos a la fuente de Sant Marçal. Uno de mis lugares favoritos del viaje. Las raíces de las hayas, la luz que se filtra entre las ramas, las piedras en forma de herradura alrededor de los grifos. Recuerdo a Cristina insertada en un hueco del tronco del árbol que nos envolvía. Más tarde me mostraría una cicatriz que camina por su pierna. Cada una con su pequeña rareza. Todo es posible en este entorno. En ese momento, la actriz Rosa Cadafalch, caminante habitual del Grand Tour, mencionó La mort i la primavera, la novela de Mercè Rodoreda donde ciertas personas entran en los árboles a morir. Afortunadamente, Cristina salió del árbol. Fue un pretexto para hablar de la muerte ritual, del buen morir, de la necesidad de aprender a morir. Los paisajes excelsos inspiran conversaciones profundas. Y el agua, qué decir del agua de la Font de Sant Marçal. ¡Es del tipo de agua que ya no nos dejan beber! Les juro que no probé agua mejor en mucho tiempo. Vía directa desde el útero de la montaña. Esto es el agua. Y lo demás es cloro, microplásticos y filtros de dudosa procedencia.

Si hablamos de agua, tocará mencionar a la lluvia, a la que esquivamos con soltura durante el recorrido. Solo recuerdo dos o tres momentos “complicados”. El primero en la Riera de Ciuret, en pleno Montseny. Estaba yo leyendo a parte del grupo un texto de mi amigo Joseph Zárate en el que invoca al río Amazonas con una prosa poética elegante y musical, ese río que atraviesa fronteras imaginarias dibujadas en el agua, ese río que es también “un espacio para dialogar, para unir pensamientos indígenas y no indígenas que nos ayudan a sanar el mundo que sufre ahorita”. Les compartía que somos las historias, ciertas o inventadas, que contamos de nosotros mismos. Y agua por aquí, y agua por allá, y se largó a llover, y corrimos a recoger la ropa tendida. Fue una lluvia cariñosa, dócil, de esas que te permiten preguntarte, cuando llueve ¿quién se moja más? ¿El que corre o el que camina despacio? Nos lo preguntamos nuevamente en Vidrà, otra noche donde sí llovió con ganas, inundando algunas tiendas mal cerradas, la mía sin ir más lejos. Amaneció y seguía lloviendo y por asamblea se decidió no caminar ese día, se preveía un descenso peligroso, y llegar en automóvil a la finca de Elena y sus caballos, y su maravilloso domo. Pero a ver, de nuevo.

Cuando llueve, ¿quién se moja más? ¿El que corre o el que camina despacio? Adivina adivinador. ¿Nunca se sabrá?
Cuando llueve, el mosquito se moja menos que el elefante, y la mosca menos que el tigre y que las pulgas del tigre. Pero, ¿qué no daría el mosquito por tener la sombra de un elefante y la mosca la sombra de un tigre?
Cuando llueve, nadie quiere mojarse pero todos se mojan, menos los que consiguieron ponerse debajo de algo, techo o paraguas, que son casi todos. Así no vale.
Cuando llueve, el árbol que hace sombra de sol, hace sombra de lluvia.
Cuando llueve, no se puede volar o se vuela menos.
Y los pájaros buscan un árbol frondoso o un alero, porque nadie les enseñó a cubrirse con las alas.
Cuando llueve, a los mares o a los ríos ni les va ni les viene, porque nunca se mueren de viejos. Las lagunas y los lagos no están tan seguros y, cuando llueve, sonríen encantados.
Cuando llueve, es la fiesta de los sapos. No hay mal que por bien no venga.
Cuando llueve, fracasa la casa que no podemos terminar, como el fuego al aire libre que no podemos encender.
Pero… cuando llueve, las gotas se dan al fin un baño de tierra.
Cuando llueve, tu pelo se moja mucho y tus ojos nada… porque están bajo techo.
Cuando llueve, no hay canto de pájaros. Cantemos nosotros al ritmo del aguacero.
Cuando llueve, es mejor que sea verano que invierno, es cierto.
Pero… nunca se sabrá si se moja más el que corre o el que camina despacio.

Gracias Roberto Zelarayán. La poesía siempre lo cuenta todo mejor. Y el santuario que ha armado Elena Cuesta a los pies de Vallfogona de Ripollés es poesía en movimiento. Elena es una amante de la belleza, y se nota en cada rincón de La Plana Gran. Incluso la parte del río que discurre por su finca parece diseñada para amplificar el goce sensorial. De nuevo me sumerjo en el agua, primero la poza, luego la cascada. ¿Estaba fría? Qué va. El lugar es fascinante. El pueblo enmarcado a un lado, las montañas asomando por el otro, los caballos en libertad. Hacen lo que quieren todo el día, y lo que quieren la mayor parte del tiempo es comer de esta hierba fresca que el entorno les ofrece. Elena dice que ella no hace terapia, eso es algo del pasado, ella ofrece coaching. Los caballos que pueden vivir como caballos irradian presencia y coherencia. Su gran sensibilidad y empatía hace que actúen como un reflejo de lo que nos pasa internamente, sin filtros, ni interferencias. La noche que dormimos en La Plana Gran no soñé con caballos, sino con verde, mucho verde. En el sueño, alguien me susurraba: hace más ruido un árbol que cae, que el sonido de un bosque que crece en silencio.

El Grand Tour es terapéutico. Los pensamientos se cansan, las conversaciones se agotan y de repente un día te das cuenta que eres uno con el paisaje, que tu cuerpo echa raíces, que respira entre los árboles, estos árboles lisérgicos de les Guilleries con los que viviría por siempre jamás. Varias veces sentí ganas de perderme en el follaje, de desaparecer engullido por lo verde. Pero el Grand Tour no es el lugar para practicar el arte de perderse, tal como lo concibe Rebeca Solnit. Lo sabemos, aquello cuya naturaleza desconoces por completo suele ser lo que necesitas encontrar, y encontrarlo es cuestión de perderse. Pero aquí sacrificamos ese conocimiento en aras de la consistencia del grupo. Toca avanzar, paso a paso, en la dirección indicada. El arte de perderse no funciona en grupo.

El Grand Tour es un derroche físico, pero, para mi sorpresa, cada día me levantaba menos cansado que el anterior. Es cierto que la primera media hora cuesta un poco más. Piensas en las siete u ocho horas de ruta por delante y te estresas. Pero al rato te das cuenta que son juegos de la mente, que el cuerpo es feliz avanzando a tres o cuatro kilómetros por hora. Estamos hechos para caminar, esa fue casi mi única certeza del viaje. La otra es el llamado del agua. No resisto una poza, una cascada o incluso un charco. Soy adicto a los remojones, a sumergirme en el agua y soltar cualquier pesadez. Parece ser que es algo propio de los que somos signos de Tierra. Y bueno.

El Grand Tour es una escuela. Y algo que aprendemos es a convivir con personas con las que quizás jamás nos relacionaríamos en otro contexto, pero con las que, tras unos días, armarías una comunidad libertaria, o fundarías una religión salvaje. En pleno agosto, mientras la mayoría del país se agolpa en unos escasos metros de playa, un grupo de entusiastas recorre a pie el territorio. El Grand Tour enseña que deberíamos practicar más esto de llegar a pie a los lugares. Es más humano. El pueblo, el caserío, el hostal se despliega ante ti, se abre como una flor para que lo huelas y lo reconozcas. Bienvenido, le escuchas a las piedras.

Recuerdo un día, entre Bujons y Roda de Ter, que nos detuvimos bajo un manzano. Quizás porque intuimos que, cuando el fruto maduro cae, su dulzura destila y permea las venas de la tierra. Entre varios brazos, sacudimos al generoso árbol y recogimos unas manzanas que sabían indudablemente a manzana.

Recuerdo una noche que alguien quiso llamar a los Mossos porque se dispararon unos aspersores. Estábamos por dormir en las magníficas instalaciones de Cardant Cultura, una antigua fábrica textil que tiene unas naves que ya querrían muchos espacios de Barcelona. Habíamos asistido a una conversación suspendida bajo un tilo. Habíamos cenado y conversado de lujo cuando el agua, otra vez el agua, apareció por donde no se la esperaba. Se le mojó el equipo a la artista Carla Farreny y nunca más la vimos, ¿a dónde fuiste, Carla?

Recuerdo una mañana que practicamos yoga en el monte. La noche anterior habíamos recibido a un grupo de músicos nómadas procedentes del Rajasthan que llenaron de música y baile nuestras almas. Luego escuchamos la voz de Michael Gadish, que vino a hablarnos del Mahabharata. Lleva diez años haciéndolo. Habló de que vivimos en la era de la confusión, pero de su boca toda era claridad y belleza.

Recuerdo ese momento en la biblioteca del Mas Negre, albergue rural con unas vistas abrumadoras, cuando le leímos a Clara, o más bien a un “trapito” que la encarnaba, unos textos que le habíamos dedicado siguiendo una propuesta de Cristina Schultz. Antes habíamos discutido si dedicar un libro es lo mismo que agradecer. Me parece que no, pero no anda lejos. Opté por dedicarle un poema de Maggie Smith, en traducción de Ezequiel Zaidenwerg, que siento condensa su actitud al caminar.

POEMA QUE EMPIEZA CON UN RETUIT
Si vas por la ruta, te cruzás con caballos y no decís “¡caballos!”
es porque sos un psicópata. Lo mismo si ves un avión
pero no lo señalás. Un arcoiris,
un cardenal, una mariposa. Si no
susurrás a los gritos ¡ardilla albina! ¡Ciervo!
¡Zorro colorado! Si escuchás a un pájaro carpintero
y no hacés callar a todos los que te rodean.
Si encontrás una caracola plana en una tosquera. Si ves
una aleta hendiendo el agua.
Si ves la luna y no exclamás
por el amor de dios mirá esa luna. Si olés
humo y no buscás el fuego.
Si sentís que te desvanecés, te desvaneces,
y no le avisás a nadie hasta que ya no estás.

Y así entre poemas y recuerdos, podría seguir contando encuentros, conversaciones, lecturas, impresiones, pero es hora de terminar este texto, como terminó el Grand Tour, por todo lo alto, con una inolvidable subida al Taga. Cargamos a relevos el violoncelo de Frances Bartlett, un violoncelo que cumple su 200 aniversario como violoncelo y que lo celebró vibrando con Bach y los propios poemas de Frances en lo alto de la montaña. Fue muy emocionante. Me quité las botas, me acosté y explotó la psicodelia. Terminó Frances y nadie se movía. Estábamos todos en la cima, abducidos por los cambios de color, el sonido del viento, el ritmo de las nubes, en una suerte de subidón natural tan reconfortante que no queríamos salir de él. Con esfuerzo, descendimos la montaña muy lentamente, como si no quisiéramos dar por terminado el Grand Tour, como si nuestro destino fuera caminar día tras día sumando cada vez nuevos cómplices a esta banda de grandtouristas iluminados.

Marc Caellas

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«Como siempre ha hecho nyamnyam, con los Duncan y estas comunidades, hemos encontrado su lado oscuro»

Fotografías de Pau Carrenyo

Nos reunimos con Ariadna Rodríguez e Iñaki Álvarez, pareja sentimental y artística a través de nyamnyam. Están a escasos días del estreno en Fira de Tàrrega – 11 y 12 de septiembre – de su nueva pieza, Cinemática.

Søren Evinson. En este mundo del cuerpoescena en el que estamos, que algunos se atreven a llamar comunidad – hola, hace años que no os veo. Yo os quería preguntar, en este mundo que tiene seguramente el peor de los dos mundos, por un lado, hay una viborización rampante entre los componentes o allegados. Se habla muy mal entre la gente de la gente. Hay mucha crítica dirigida a personas, por un lado está eso, que, por cierto, contrasta precisamente con la pobre producción crítica, periodística, académica, etc., y, por otro lado, nos encontramos en este mundo, que es tan insignificante, que no hay oportunidad de monetizar, sacarle tajada a esas trifulcas. Digamos, nunca salen a la palestra realmente, se diría que no son provechosas entonces. De repente, tú te encuentras con alguien, me encuentro contigo, Ariadna Rodríguez, o contigo, Iñaki Álvarez, nyamnyam, y podemos hablar mal de alguien, pero esto no tiene su lugar mediático, ni siquiera literario. De hecho vosotros sí os habéis encargado de una publicación donde algo de eso sucedía. Y de esto también se podría llegar a hablar. Pero no es a esto donde yo iba. Donde yo iba es: ¿en todo este mundillo donde todos se odian entre bastidores, cómo hacen Iñaki y Ari para que todo el mundo les quieran de la manera que les quieren?

Ariadna Rodríguez. Viviendo en la periferia. Esta es la respuesta número uno.

Iñaki Álvarez. Yo creo que, lo que decía Ariadna, desplazando el centro. Que es algo que con el tiempo nos hemos dado cuenta de por qué el paso de dejar de vivir en una turbocapital de segunda clase como podría ser Barcelona a pasar a vivir en una población más tranquila como puede ser Mieres y poder ver todo eso que estabas planteando, de malestar, en la distancia, y sobre todo generando un lugar que es una casa. Donde se comparten buenas maneras de estar porque sino ya no vienes, estás generando…

AR. De hecho estás cumpliendo, rellenando, facilitándole la vida a la gente todo el rato. Que es básicamente todo el mundo que nos escribe, que necesita algo, que muchas veces tiene que ver con el espacio y con esa posibilidad de… Pues ahora mismo, Serrucho, Raúl Alaejos, que estrena en TNT y no lo tenían. Y, de repente, puedes venir ahora en agosto. Eso no pasa solo por ese lugar y ese espacio sino por estar acompañándolo desde una casa, porque vivimos ahí. Cuando llegas a Barcelona, te dicen «ah, has bajado de la montaña», pues siempre te hace más ilusión ver a alguien que baja de la montaña, se supone, que alguien que ves cada inauguración, cada Mercat de les Flors, que ahora no es así, con todo lo bueno y todo lo malo. Facilitamos y a la vez generamos esa distancia que crea ese sentimiento de hogar. No solo nos encontramos a esas personas que vienen. También se encuentran entre ellas. Algunas que se conocen y muchas que se conocen por primera vez ahí. Pero habrá gente que nos critique igual, seguro (risas).

SE. ¿Atribuís ese atributo que os he mandado, explícitamente, al cambio de lugar?

AR. No. Hemos detectado que mucha gente que llega se pone enferma. Estamos facilitando un lugar también para que la gente llegue y, sea más por fricción o por contacto, la gente de repente para. Y ahí pasan muchas cosas. Y luego, también, con el culo pelao. Con todo lo que hemos vivido. Te llega alguien que ha nacido en el 2000. Y poder ayudar sin querer ser nadie en su vida, sin ninguna pretensión.

IA. No somos un teatro ni lo queremos ser. No somos una sala de exposiciones ni lo queremos ser. Y de golpe hay algo de la confianza que creo que la gente cuando llega y hay una apertura, una presentación, se nota en el sentido de que no estás en el centro. Y la gente puede arriesgar. Y ahí está, la comodidad, la seguridad, etc.

SE. En seis años que lleváis ahí, en el cambio de Barcelona a Mieres, ¿en qué modos ha cambiado vuestra concepción artística, ya sea de forma más estructural o cosmética, en lo que concierne estrictamente a vuestra práctica, a vuestra producción, a vuestra investigación artística, tanto en el campo estético, formal, como en el campo de relaciones estructurales, económicas y colaborativas donde por ejemplo en Cinemática hay una hilera de soportes?

AR. Hay espacios de concentración bastante más profundos. A muchos niveles. A nivel de lo que nos mueve, aunque haya montaña y pajaritos, tiene mucho conflicto. Uno tiene conflicto por todos lados. Hay algo también en entender esto, que en los últimos trabajos nos hemos ocupado de esto, Desenfocar l’anècdota, lloc, que es la declinación escénica de esto, parten mucho de entender el lugar en el que estamos, desde una distancia de Km0. O sea, de repente entender qué significa el paisaje, y de repente ir a ver el museo del paisajismo de l’Escola d’Olot, que es esta escuela pictórica. O sea, cosas que tenemos muy cerca, nuestra práctica de repente se ha ocupado de entenderlas. Que también era así antes. Para nyamnyam siempre ha sido así solo que si el lugar es este, nos ocupamos de lo que nos rodea ahora.

IA. De golpe veíamos que ha sido un proceso, que no vivimos para crear en la ciudad, sino desde a ver si podemos resolver ciertas cosas que en nuestro día a día nos ocupan. Por ejemplo, la presentación de nuestro trabajo en Barcelona ha disminuido un montón.

AR. Casi completamente.

IA. ¿Por qué? Porque muchas veces el contexto de Barcelona funciona a partir de presentarte a sus convocatorias. Y en esas convocatorias hay unas presentaciones y ahí hay una especie de medio circuito. Claro, cuando tu proceso de trabajo ya no pasa por presentarte a esas convocatorias de Barcelona sino que tus canales pasan por otro lado porque hay otros intereses, hay un desplazamiento de centro otra vez y de golpe hay algo con el tiempo que nos vamos dando cuenta. A ver, no es que solo estemos queriendo trabajar para los que estamos allá, pero sí que hay algo de que con el tiempo vamos asimilando cuál es el lugar que estamos ocupando en Mieres. El día a día en ese entorno va haciendo sobre el trabajo.

AR. Y luego está toda la relación con el afuera, o sea, quién está en este proyecto. Hay una parte muy importante para nosotros en el proyecto que se centra en el Centro Coreográfico de Montpellier, que ahora mismo nos queda a tres horas. Valencia o Madrid están a cinco seis. Llevamos mucho tiempo desarrollando esta relación, yendo al Máster de Exerce a facilitar o a estar. A partir de la relación con el CC Montpellier se crea la red con Francia y esta pieza. Como es un proyecto muy transdisciplinar, nos prestamos a una convocatoria en la Universidad para poder estar en conjunto con el museo arqueológico. Esto ya tiene que ver con la investigación. En el fondo todo esto viene por esta proximidad que termina formando parte de tu realidad.

Luego está la pregunta de cuánto de lo que haces tiene que estar en otros lugares para que lo puedas llegar a hacer.

SE. Habéis hablado antes de que mucha de la programación está en torno a las convocatorias. Hablaba con alguien que me decía: «yo no necesito espacio, pero estoy pensando si presentarme para estar presente y luego apañármelas más como siempre me las apaño».

AR. De repente dices, hostia, si ya no curro en Barna. Entonces nos hemos dado cuenta porque de forma muy activa, consciente y querida, no nos hemos presentado. Porque no necesitamos el espacio. Porque yo no necesito el Graner, no necesito La Fabra, no necesito La Caldera. Porque tengo el gran privilegio de poder estar donde estoy ahora. Hay una media de 200-300 proyectos que se presentan a La Caldera cada año. Hay gente que lo necesita más que yo.

SE. Has dicho privilegio, pero no puedo dejar de pensar que estabais en un alquiler de un sitio de Poblenou, que os echaban, que tuvisteis que iros de ahí y que os buscasteis la vida. Evidentemente cada cual está en una posición, pero vosotros habéis sacrificado para iros de ahí.

AR. Sí (risas). Pregúntaselo a Iñaki. Algo que no hemos comentado es que todo esto de nyamnyam ahora es una cooperativa de trabajo asociado. Nosotros por nuestra casa pagamos lo mismo que por una habitación en Barcelona. Por toda nuestra casa. No todo nyamnyam. Está nuestra vivienda y luego donde acogemos a la gente, que eso está a nombre de la cooperativa. Pero nuestra casa, vivimos cuatro personas con un salón, un estudio… todo esto es lo que pagarías por una habitación. Es privilegio pero como bien dices a cambio de sacrificar un montón de cosas, de salir de ese lugar, donde dijo alguien una vez que a nyamnyam le iba tan bien. Esa es la realidad, nyamnyam nació como proyecto hiper-auto-supergestionado, de manera muy querida en 2011-2012, para entender qué era, antes de estar pidiendo subvenciones. Pagándolo con nuestro propio trabajo, siendo nuestra casa. Y de repente estábamos en una situación, cómoda nunca, porque no tenemos el privilegio de venir de lugares donde hay dinero, pero sí que es verdad que de repente tienes trabajo, que es la repera. Y de repente dices me piro, que eso ya viene del sacrificio.

SE. Cortando hacia Cinemática. Lo intermedial, intermedio entre escena y público, donde lo instalativo parece que es el punto de captura para muchas otras cosas, ¿cómo se formaliza esa intermedialidad entre público, performance y performers?

AR. Es la pregunta abierta de las últimas cuatro piezas. Eso es un lugar de prueba para entender cómo se crea esa relación sin poner al público en el foco, cosa que no nos interesa.

SE. Cuando dices «poner al público en el foco, que no os interesa», ¿puedes especificar un poco más a qué te refieres?

AR. Sí, me refiero a que muchas veces yo misma como público me encuentro en lugares que de repente yo no he deseado estar ahí y de repente me encuentro un poco en una emboscada.

SE. ¿Te refieres a la amplia categoría denominada participación?

AR. Totalmente. Un poco iba a eso, participativo, comunitario. Hay mucho gradiente en todo eso. Todo el mundo sabe que nyamnyam tiene mucha historia en la mediación, en crear lugares de encuentro, creo que eso es algo que hemos hecho mucho desde las escénicas y desde fuera de ellas, entonces nuestra pregunta abierta siempre es cómo crear estos lugares sin forzar, sin tener al público en un lugar no deseado sino sencillamente cómo ese lugar se va abriendo hasta que todas estamos dentro.

SE. De todas formas, hablar de no forzar – y perdonad que os fuerce un poco con la pregunta -, hablar de no forzar al público a la vez que estar haciendo algo que es formal y que posiciona de alguna manera al público, ¿es paradójico? ¿Qué hay entre no forzar y poner de una manera?

IA. Aquí se juntan dos formaciones diferentes. Ariadna, que viene del teatro, la danza y la música y yo, que vengo de las artes visuales. Y siempre la discusión, o punto de partida para arrancar, era esa idea de que no queríamos hacer teatro. O teatro entendido como la cuarta pared. Nuestras investigaciones siempre partían de eso que apuntabas de lo instalativo. De qué manera tú como público entras. Pero luego, por contra, sin caer en el público de las artes visuales, donde no tiene un tiempo, donde va decidiendo más radicalmente su temporalidad. De golpe era: ¿cómo podemos juntar esas dos cosas? Y a partir del hacer, de mucha probatura, nos vamos dando cuenta de qué manera. Es verdad que, a lo que apuntaba Ariadna, nos interesa un montón generar situaciones de encuentro. Si le sumas a lo instalativo el teatro, las artes visuales, de repente encontramos cómo no forzar al público a hacer algo. Que es lo que nos pasa en otras cosas que hacemos, como en las aperturas de Si no vols pols… que la gente pasa un día ahí y dice «hombre, parece que no hay horario, ha sido todo muy flow». Y dices: «hombre, pues no, si hay una escaleta de puta madre, está todo milimetrado». Pues un poco eso, cómo generas un lugar de comodidad, donde todo está megapautado pero por contra la gente tiene una sensación de …

AR. Es un tema de códigos.

IA. …tiene la sensación de «wow».

AR. Es un tema de códigos. Como de mezlar el código de que estás en una sala como en Inert, la última pieza, donde la gente entraba y se comportaba como en una suerte de sala de exposiciones porque había cosas para mirar y para coger pero, de repente, Carme Torrent estaba en el suelo. Entonces había algo ahí de cómo esos códigos se van combinando, cómo se van rompiendo y modificando durante. Eso es algo que nos interesa mucho. Al principio la gente puede estar circulando. Luego despliegas cosas en el suelo que van ocupando espacio, con lo cual estas personas tienen que reubicarse. Que estén en esa situación nos interesa. Como si de repente todo se parece a una conferencia, o sea, esta idea de mezclar los formatos dentro de una misma cosa. Yo creo que hay algo de cargarse un poco la convención, sea la que sea. Sea la escénica o la expositiva, o…

SE. …arqueología especulativa. ¿Qué hay de arqueológico y por qué? Dejando de un lado la especulación, ¿por qué lo arqueológico?

AR. Es arqueología en un momento experimental en un momento dado, porque esto es el nombre de una rama de investigación que ahora se está dando dentro de la arqueología formal. Esto precede a la investigación que llevamos desde 2020 sobre los Duncan y el lugar. Hace mucho que estamos con esto, hicimos una película, desgranamos toda su historia. Rehicimos físicamente todo el viaje que hicieron ellos, desde Italia hasta Grecia. Por una situación grande de enamoramiento, por algo que de repente nos atravesó mucho. Era esa idea de crear espacios donde se están mezclando las artes con las artesanías y el hacer también desde lo performativo con lo cotidiano, a la vez que formativo en el sentido de compartir esas prácticas. Esto nos tenía muy enamorados y enamoradas, así que fuimos siguiendo esta pista. Luego llegó un momento en que llegamos al final de la historia. Pero a la vez lo que nos dimos cuenta es que nos habíamos focalizado mucho en el viaje y había otras cosas, por ejemplo la arqueología, que nos seguían interesando mucho. La manera en que ellos se relacionaban con la Grecia Antigua, que fue a base de visitar los grandes museos europeos y copiar hasta los gestos que aparecían en las vasijas de cerámica. Algo muy surreal, sui generis, naïf con toda la crítica de aparecer en Grecia en 1903 con túnica cuando la gente viste normal y tú eres americano. Ahí hay toda una serie de grietas con las que no solo nos hemos ido topando sino también riendo.

SE. Entiendo que a lo que estás aludiendo es a la apropiación, a la exotización, etc. Pero hay algo muy playful con eso, ¿no?

AR. Muy loco. Hay algo muy loco de ellos mismos con el compromiso de ser ellos mismos. Ser Raymond Duncan y morirte con ochenta años en túnica por París. Esa convicción de creerte tanto lo que haces hasta el punto de creerte que eso es la cosa.

SE. De no pedir permiso ni dar cuentas de por qué haces eso, ¿verdad?

AR. Es realmente el artista.

SE. Algo que por otro lado, y volviendo a una cuestión que mencionabais antes, las convocatorias hacen rendir cuentas constantemente con el ente externo. Entonces la pregunta es, ¿cómo os relacionáis al rendir cuentas o al desrendir cuentas en relación a vuestro trabajo?

IA. Yo voy a responder a la pregunta de antes y a ésta. El tema de la arqueología llegó en un momento como casi de casualidad. En la convocatoria que presentamos con la gente de Montpellier, nos juntaron con un museo arqueológico porque sabían toda esta historia de Grecia. En Grecia y tal hay un yacimiento arqueológico, etc. Y nosotros dijimos: bueno, vamos a investigar y vamos a estar en el museo…

AR. El museo, que es en sí un yacimiento.

IA. …y vemos si esto puede ser una vía de investigación. Con el tiempo nos dimos cuenta que podía serlo. Por eso aparece esa arqueología especulativa. Donde podíamos imaginar otros mundos. Pero para mí lo interesante, y es donde realmente encaja la arqueología, es: nosotros teníamos cuatro años de investigación y habíamos llegado a un final. Pero sabíamos que se nos habían quedado cosas en la recámara, pero no sabíamos cómo manejarlas.

AR. Anne Kerzerho, que es quien coordina el máster de Exerce, que acaba de ganar la dirección de la plataforma Parallel, en Francia. Pues aquí es donde ves cuándo se acompaña bien a las artistas.

Una vez, me acuerdo que Anne Kerzerho nos dijo: «vosotros, ¿realmente, qué necesitáis?» Le dije: «Anne, creo que nunca nadie me ha preguntado esto». Anne hizo ese clic. Pensando en maneras de dar soporte a este proceso, dijo: ostras, Iñaki y Ariadna en el momento en que están, ir a este museo con Diane, que es la directora que ella conoce, y pasarse un tiempo en el yacimiento les puede ayudar mucho. Y fue así. O sea, esas personas, y me incluyo, que podemos estar alrededor de las personas que se dedican a todo esto, es muy gratificante y pasa muy poco. Entonces, Anne tiene mucho que ver con todo esto.

IA. Y, por eso mismo, esto nos permitió volver a conectar con cosas que no queríamos trabajar. Porque Cinemática era como: no vamos a trabajar sobre los Duncan, ni Isadora, ni Raymond, sino que esto es una etapa pasada, pero a partir del tema arqueológico nos permitió poder revisitar esa investigación nuestra. Poder, a partir de una colaboración con Katerina Andreou, empezar a ver de qué manera podíamos movernos y no que fuera el proyecto el que nos estuviera moviendo. Pudimos casi como que despedir a los Duncan.

AR. Bueno, la pieza es como una despedida.

IA. Sí, que al final la pieza ha sido una despedida de los Duncan.

SE. Una despedida laboral, espero. Muy bien, oye, gestualidad y oficios artesanales. ¿Cómo entronca la artesanalidad dentro del contexto de la arqueología especulativa alrededor de los Duncan (si es que conecta, no lo sé)? ¿Podéis hablar un poquito de esto y de esta incidencia en lo artesanal?

AR. Esto viene mucho de lo que te decía, lo que nos atrapó. Como siempre ha hecho nyamnyam, con los Duncan y estas comunidades hemos encontrado su lado oscuro. O sea, fermentar algo, hacer un queso o hacer una pieza escénica para nosotros no es diferente. Y eso es lo que nos parecía que hacían ellos. Se hilaba, se tejía pero la poesía estaba ahí, la danza estaba ahí y muchas otras cosas. Hay algo que siempre hablamos mucho que es eso de cargarse esa dicotomía de la alta y la baja cultura. La alta como pueden ser los libros y la danza y el teatro, y la baja pues tantas cosas, no solo las artesanías sino tantas cosas. Esto del Arts and Crafts es una invención del arte. Es muy reciente esta separación. La artesanía está ahí para ponerse al mismo nivel de la danza, la poesía o la música. Este es en realidad el sitio que ocupamos desde hace años, este lugar de unión. Entonces la especulación sobre esto creo que tenía mucho que ver con esta idea de cuáles eran los gestos de esas artesanías y de la propia danza. Estamos jugando mucho a entender los oficios que se han olvidado. En los últimos 70-80 años se han muerto y se están muriendo los últimos que hacían determinadas cosas. Por ejemplo se están muriendo los últimos carboneros, el último que hacía los zuecos, etc. Se están muriendo por la etapa de desarrollo del capitalismo. Estamos en este momento. Y luego siempre estamos en la especulación de los que están por venir. Que no lo sabemos. Intentamos ubicarnos en este lugar. Esto fue magnífico, o sea, el trabajo con Katerina Andreou. En su trabajo hay muchísimo de la repetición, del oficio, de la danza como oficio, del movimiento, del entreno, de la performance, hay algo ahí que nos ligaba mucho a todo su trabajo. Y de hecho es muy fuerte porque ella es griega. Estudió danza en Grecia. Con lo cual nos explicó que todo lo que recibió de danza en Grecia tenía que ver con la suerte o la mala suerte de que los Duncan aparecieran allí. La única escuela nacional de danza prácticamente la crearon ellos. Y, como dice ella, en ese momento, mientras estaba pasando el Judson Church, en Grecia es como si se hubieran comido toda esa fase. Y luego cuando se fue de allí tuvo que entender lo que era la danza. Entonces ha sido muy fuerte que hubiera una persona muy concreta que hubiera vivido todo eso que nosotros estábamos investigando, que ha tenido que encontrar las maneras de salir. Entonces, bueno, ha sido un diálogo abierto con ella desde hace tres años. Siempre nos preguntaba: «¿por donde vais?» De repente tenía mucho sentido ir a hacer ese trabajo de investigación coreográfica con ella. Con Iver, con Elena, con las personas que están ahora moviéndose. Que no somos Iñaki y yo, nosotros estamos fuera.

IA. Sumado al trabajo de investigación que hicimos con Helen Torres. Que también nos dio ese punto de cómo podíamos especular, cómo podemos estar en varios tiempos a la vez. Intentar, a través de diferentes ejercicios objetuales, entender cómo manejar esa información que teníamos y llevarla a donde queríamos.

SE. Estáis a días de estrenar, ¿qué es lo importante para vosotros en los próximos días y qué es lo importante para vosotros de este trabajo?

AR. Es muy importante que estemos bien todo el equipo. Nunca hemos trabajado con tanta gente. Hay cinco personas en escena, más nosotros dos fuera y creo que es una pieza que se ha excavado a sí misma. Eso ha sido duro. En el sentido de que ha habido muy poco de hoja de ruta a seguir. Hemos tenido un año escogiendo al equipo. Y hemos tenido mucha suerte porque a quienes les hemos pedido estar han estado. No son dos performers, son Elena e Iver. También en relación a en qué están, de qué manera, hay algo de entender ese grupo y cada persona del grupo, que no está ahí por casualidad, para nada. Y además son personas que si las juntas con Estel, con Dani, con Anat, entre ellas son muy distintas. Sus maneras de trabajar están en universos muy diferentes. Eso es también uno de los intereses de la pieza. No queríamos entrar en esa cosa que de repente todo se aplana y todo se vuelve como neutro porque todo el mundo viene como de la misma cosa. Y de repente es como una pieza que homogeneiza. Queríamos cargarnos eso. Para mí estos días es importante que todas estas personas puedan seguir siendo lo que son en este trabajo compartido. Que esto suena muy hippy pero no es fácil. Hay algo también de esto que has dicho de saber lo que estás haciendo. Que puedas contar ahí lo que deseas. Que ese deseo, que estaba ahí de forma latente, coincida en su forma. Y eso es muy complicado. Luego el contexto, estamos en Fira Tàrrega. Hay algo muy guay, que la pieza pasa en una escuela de artes y oficios. Hemos trabajado con los alumnos desde mayo, que no están en la pieza. Hemos hecho un proceso paralelo de compartir metodologías. Pero hay algo de estar en este lugar que es muy meta.

IA. Estoy deseando mucho que la despedida sea clara. Que nos desenganchemos del proyecto con clase (risas). Que no tengamos ni prejuicios ni que nos hayamos olvidado de algo…

AR. Es meter cuatro o cinco años en una hora…

IA …En estos momentos estoy pensando en muchas partes del proceso. En Rosana y Aris, que nos acompañaron en la primera parte, en la película. En Penélope, la persona que dirige el centro de Atenas, que realmente fue la que empezó la chispa. También estoy pensando en Juls y Gal·la (sus hijos), que nos acompañaron en el viaje. O sea, hay algo de que todo este viaje no termine en un portazo sino casi que termine en algo festivo. Ahora mismo estamos con esa idea de cómo terminar de una manera festiva un proceso que ha durado tanto tiempo.

SE. El trabajo no le debe nada a nadie. Es importante no olvidarlo. Si es que estáis de acuerdo, igual no lo estáis y eso está bien también. Muy bien, muchas gracias, ha estado muy empacado todo, hemos hecho 44 minutos.

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Trabajar sin tocar el suelo

Marc Vives en el festival Eufònic. Foto de Àlex Espuny

Recientemente tuve la oportunidad de ver en tres ocasiones el performance SSSSS de Marc Vives. Primero en un ensayo privado, luego el 20 de junio, compartiendo cartel con Noela Covelo y Garazi Navas, presentado muy idóneamente en Kampai, el espacio en Bilbao donde trabaja y programa el colectivo Tripak, y finalmente, una semana después, en los talleres abiertos de Bilbao Arte.

SSSSS funciona como entiendo que lo hacen todos sus trabajos: la continuación de una larga genealogía que él va alimentando con obras que presenta recurrentemente con más o menos variaciones, haciendo difícil distinguir cuándo acaba una y empieza otra. Así lo pude constatar asistiendo de manera seguida a estas tres presentaciones, en las que mantuvo una misma estructura, aunque ajustándola, agregando elementos y afinando los tiempos en cada ocasión. No podría ser de otra manera si el arte se hace con el propio cuerpo y con lo que llevas puesto.

Yéndome muy atrás, la manera repetitiva del uso de la voz en que se desarrolla el performance recuerda la intensidad de las versiones más simples de los jingles que hizo en el 2007, aunque con más oscuridad que la dulzura de, por ejemplo, el pegadizo Toma Miki. Con Bestué-Vives continuó con sus exploraciones vocales en Acciones en el cuerpo e Historia del Alacrán y más tarde, en su faceta como Black Tulip, disfrazado de chamán con barba pelirroja Marc performaría Karaoke (2009) y Sesión de relajación (2012). De esas primeras experiencias surgieron una serie de performances más entre 2014 y 2017 que funcionaron como precedente del genial La Fiesta (2019), que parte de una conferencia de 1939 dictada por Roger Caillois de título homónimo y que tuve oportunidad de presenciar una versión en el 2016 como parte de un tour-performance de tres horas en autocar recorriendo la montaña de Montjuïc.

Por esa época, Marc experimentó la imposibilidad, como él dice, de organizar y sistematizar, una investigación en torno a esa montaña. Me lo puedo imaginar, como hemos hecho la mayoría de artistas de su generación, intentando ceñir sus métodos a las maneras y protocolos que la era de las convocatorias de arte nos ha impuesto a todos. Esa experiencia o “investigación fallida”, fue en parte el punto de partida de la mítica exposición Es que ahora no puedo en 2018 en la galería ethall. Tras haber regresado a Barcelona después de vivir en Donosti, Marc nadaba a diario durante tres meses en el mar y, en sus palabras: “le hablaba, cantaba, insultaba a Montjuïc… a veces era yo, a veces mi pareja… Un espejo en el que proyectar…” De ahí surgieron videos que hacía con una cámara acuática y que publicaba sistemáticamente en Instagram sin ser editados. Marc eventualmente entendería que, lo que empezó como una actividad rutinaria atraído por la gente que nada diariamente en la playa de La Concha, se fundamentaba en gran parte en el hecho de trabajar sin tocar el suelo, flotando en el agua. Una percepción que, me aventuro a decir, es una intención que atraviesa su práctica en general.

En este complejo entramado autorreferencial, SSSSS funciona específicamente como una ramificación de un vídeo de título homónimo del 2020, realizado también cantando y nadando pero en este caso a partir de material proveniente de una temporada de verano que Marc pasó en el 2018 en S’Agaró, en la Costa Brava. Desde entonces, los aprendizajes y materiales que se manifestaron en ese proceso en el mar se han ido incorporando a una larga serie de “tests y ejercicios” resultando en la versión performance de SSSSS.

Marc Vives en el festival Eufònic. Foto de Àlex Espuny

BOCA CHIUSSA, TROMPETA, CHUPETÓN, POMPITAS, CHASQUIDO, FANGO, RESPI RYTHM, XIU PADRINO, IRR UCS SALO, FLAMEN, LIVRE, ARMONICS… son las descripciones o títulos de algunos de los patrones de sonidos que Marc tararea y repite con su voz en SSSSS a lo largo de unos 30 minutos y que son versiones de un guión proveniente de esos días, años atrás, de nado y canto en el mar. La presentación está marcada por un momento de rara (o falsa) anagnórisis, por tomar prestado este recurso de la tragedia griega, en donde el protagonista revela una identidad oculta hasta ese momento y que conlleva un giro narrativo en la historia. A los 10 minutos aproximadamente, Marc se cuelga dos grandes aros en las orejas ornamentados con pequeñas formas modeladas con residuos amasados de sus comidas diarias, una actividad que yo sabía que viene haciendo de manera discreta desde hace algún tiempo. Inmediatamente después, se quita la ropa deportiva Adidas azul que viste y la coloca en el suelo acomodando el pantalón y la sudadera de manera que las tres bandas de la marca se conectan en ambas prendas, revelando a su vez un pantalón corto trasquilado a manera de taparrabos, decorado de igual manera que los aretes, y el rapado parcial de su cuerpo velludo, con forma de una especie de antifaz o mariposa en el pecho y bandas paralelas en las piernas y brazos que luego, en el desarrollo del performance, se peina con la ayuda del sudor. Este lapso funciona como descanso en la retahíla que Marc provoca, dejándose escuchar algunas carcajadas en el público.

Coincidiendo temporalmente con el desarrollo de la genealogía que nutre este trabajo, Marc ha vivido en varios lugares: Donosti, en Sabadell por periodos cortos mientras dirigía la Nauestruch, brevemente también en Les Planes, Sant Feliu de Guíxols, Bilbao… Siempre regresando por temporadas, creo que un poco a regañadientes, a Barcelona, la ciudad donde nació, vive su familia, estudió y comenzó su carrera. En este sentido me parece reveladora la recurrencia con que Marc se refiere a la montaña de Montjuïc, tan manoseada históricamente y tan importante para la identidad barcelonesa. Marc lleva metido en su cuerpo esa ciudad, que a su vez es un gran cuerpo que lleva metida una piedra a manera de montaña.

A Marc lo conozco desde hace muchos años, lo cual no sé si ayuda para definir sus particulares reglas. Entre sus amigos no es raro escucharnos decir sonriendo que algo que vemos “es muy Marc”, indicio de que por más que él se escabulla, algunas reglas existen y que hay algo muy característico. Cada vez tengo más la convicción como artista de que cada definición que se hace de lo que hacemos supone una pequeña condena y que una parte inherente de nuestra labor tiene que ser saber detectar cuándo debemos resistirnos, aunque esto implica ir en contra del funcionamiento de muchas cosas. En este sentido, escribir este texto e intentar aterrizar el trabajo de Marc, me supone un pequeño aprieto.

Probablemente Marc no estaría de acuerdo con esto que digo, que él no quiere ir en contra de nada, pero pienso que uno de los valores de su trabajo como artista es que involucra esto naturalmente y que por lo tanto conlleva la mejor manera de madurarlo a lo largo de una vida porque ralentiza la velocidad imperante, dilatando en el tiempo lo que entenderíamos como un resultado en su obra. Prácticas como la suya, evasiva y mantenida en el intersticio de disciplinas, desde el primer día son indispensables para aceitar y revitalizar los engranajes de un sistema del arte tieso que a final de cuentas siempre pedirá convencionalidad. Ya nos da alguna pista en la frase de otro de sus jingles: El arte jamás ha de intentar ser popular, el público es el que ha de intentar ser artista.


La noche en que me invitaron a escribir este texto en que me debatí si podía escribirlo, soñé que en realidad la comisión consistía en diseñar y fabricar un cajón muy grande, como de dos por un metro y forrarlo de terciopelo acolchado. El sueño era sobre todo acerca de toda la parte técnica para desarrollar esa estructura y tuvo como desenlace la entrega del encargo y la revelación de que ese cajón lo necesitaban para colocarlo en sustitución del cenicero de un coche gigantesco.

Jorge Satorre

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Generar espacios de cultura crítica, rara, compleja, profunda, arraigada, compartida es urgencia. Pols o col·lapse

El contracte de Enric Farrés Duran, Pol López, Regina Giménez y Marc Roca

“Yo entiendo que me pides un texto, Pol, pero en realidad a mí me gustaría hacer más cosas, objetos, no solo hablar y escribir…”

Algo así dice Enric Farrés expresando las dudas sobre su práctica artística en el documental que presenta junto a Pol López, Regina Giménez y Marc Roca. Un documental que sigue una conversación muy larga entre tres personas que intentan llegar a algún tipo de acuerdo justo: un intercambio entre una obra de arte y unas entradas para el teatro.

La pieza se adentra en un debate profundo sobre la diferencia entre dos mundos artísticos: el de las artes escénicas y el de las artes visuales. Es una especie de intento de encontrar un terreno común, un intercambio equitativo entre ambas formas de hacer. Y, por suerte, acaba siendo un proceso frustrante, confuso, imposible. El vídeo casi pierde el hilo conductor, se va por las ramas, se dispersa. Una historia complicada, densa, casi absurda, pero profundamente seria, sobre todo para Enric y Pol. Es seria porque hablan de su trabajo, de su día a día, de aquello a lo que dedican una gran parte de su tiempo y esfuerzo.

El vídeo nos hace reflexionar, junto a sus protagonistas, sobre el sentido de lo que hacemos artistas, actores, trabajadores culturales. También muestra con mucha claridad la fragilidad que sentimos quienes habitamos este oficio. Un oficio, entendido como un proceso constante de negociación con nosotres mismes y con el mundo en el que estamos sumergides. Una negociación que, como en la película, pone en cuestión el sentido mismo de lo que hacemos.

Tu m’entretens de Carles Congost

Nyamnyam lleva años generando espacios donde, como mínimo, podemos compartir, sentir y soñar en torno a las prácticas artísticas. Entrar en procesos de diálogo, de reflexión, de escucha sobre lo que pasa a nuestro alrededor a través del cuerpo, las imágenes, el sonido, el movimiento, el texto, los sentidos. Procesos largos, complejos, raros, difíciles, como la vida misma. Lejos de la velocidad y el “glossing” del capitalismo, que nos lleva directos al colapso. Nyamnyam lleva años sosteniendo un espacio de resistencia.

Muchas instituciones públicas y programas culturales siguen aferrados a la idea de que hay que subirse al tren, competir con más espectáculo, más marketing, más algoritmos. Pantalla contra pantalla, like contra like. Mientras tanto, vamos eliminando toda vida del planeta.
Obviamente, no vamos a revertir el colapso mundial solo con encuentros bucólicos entre árboles y tomateras en la Garrotxa. Pero en esos encuentros hay una propuesta. Un gesto. Una posibilidad de conexión.
Conexión con el entorno. Conexión profunda con lo que nos pasa. Conexión con los procesos, no solo con los acabados, los vendibles, los diseñados para el instafeed.

El doomscrolling nos está matando. La alienación está llegando a un nivel demasiado elevado. La luz azul nos mantiene lo justo vivos para seguir comprando por Amazon. Y, mientras tanto, Mieres se quedó literalmente un tiempo sin agua.

3000 estructures de Estructuras 3000

Hace falta valentía. Hace falta imaginación. Hace falta promover propuestas que favorezcan el contacto humano como las de nyamnyam. Compartir espacios, momentos, conversaciones, miedos, sensaciones y vivencias.

Espacios de conexión. De negociación. De reflexión crítica. De procesos largos. Conversaciones profundas. Espacios raros y amables.

No, no vamos a salvar el mundo solo con cultura. No hay que ser naïf.
Pero sí que la cultura forma parte del antídoto.

Con Iñaki y Ariadna de nyamnyam, compartimos muchos momentos. Junto con la artista Ángela Palacios llevé el espacio Fireplace en Poblenou. Éramos vecines de nyamnyam en su época urbana. Vivimos las contradicciones del barrio y de las políticas de la ciudad mano a mano. Y en un momento parecido, con mi familia, decidimos salir de la ciudad. Ellos se fueron a Mieres. Nosotros primero a Almoster, en el Camp de Tarragona, y ahora al Priorat, en Falset. Ahora compartimos las contradicciones de las políticas fuera de la metrópolis.

Tanto en zonas urbanas como en zonas urbanas difusas o rurales generar espacios de cultura crítica, rara, compleja, profunda, compartida, arraigada, es una urgencia.
No hay que tener miedo, pero sí conciencia.
Conciencia del momento global que vivimos.

“Volem pols!” Queremos polvo. El polvo forma parte del proceso. El mundo sin polvo de la Big Tech ya está aquí y no pinta bien.
Queremos proceso. Queremos complejidad. Necesitamos compartir la arquitectura de nuestros esfuerzos. Necesitamos pols.

Riure caníbal de Las Huecas

Propuestas como las que vivimos con Estructures 3000, Las Huecas, Carles Congost, Enric Farrés, Pol López, Regina Giménez, Marc Roca —son innegociables.
La payasada que nos presentaron Las Huecas sobre la ultraderecha daba miedo de lo real que era. Pero compartirla desde la duda, el humor, la complejidad, el cuerpo, es maravilloso.
Necesitamos ver las entrañas. Las historias detrás, como compartió Carles Congost. Ver lo absurdo de levantar una bandera, como hicieron en Estructures 3000.
Queremos más estructuras visibles.

La magia del capitalismo no es real.
La magia de las pantallas, limpias, perfectas, esconde búnkeres inmensos que chupan recursos a toda velocidad, zonas de sacrificio monumentales, masas de personas sin medios, listas de especies desaparecidas, montañas de residuos.

La resistencia a la magia tecno-capitalista, en cultura, se hace abriendo el taller, el teatro, el museo, el centro de arte, la editorial, la productora…
Abriendo rendijas para iniciar procesos compartidos. Enseñando los esbozos, los fracasos, las dudas, los conflictos, las contradicciones.
Compartiendo lo que hay detrás del biombo.

Muches ya estamos en esta labor. Y no por estrategia, sino porque es una necesidad vital.
Seguimos.

Pero, por favor: técnicos, directores, responsables públicos de cultura:
Volem més pols. Queremos más eras. Y para los que no estamos en posiciones claras de poder, seguimos insistiendo. Seguimos dando valor a lo que hacemos. Seguimos construyendo eras donde podemos.

Quim Packard

Fotografías de Sebastià Masramon

La próxima jornada de Si no vols pols organizada por nyamnyam será el 5 de julio en Mieres (La Garrotxa).

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Grec 2025: Destilación interesada de una programación inabarcable

Imagen de Manual per a éssers vius de La Mula

Comienza en breve el festival de artes escénicas más grande del Estado Español: el Grec de Barcelona. Un presupuesto de 3.600.000 euros, 2.200.000 dedicados a la programación. Del 26 de junio al 30 de agosto. 92 espectáculos y más de 150.000 entradas a la venta. Las cifras marean un tanto. Es el gran festival condal y este año tiene nueva directora: Leticia Martín Ruiz, que sustituye a Cesc Casadesús. 

Es un festival inabarcable. Nadie podrá ver todo. Te puedes encontrar desde el teatro más tradicional en el Poliorama, pasando por la enfant terrible de la escena europea, hasta la pieza más experimental de la escena invisible española. Por todo ello, para clarificar y dar alguna pista, propongo un recorrido del festival semana a semana atravesado por gustos y subjetividades. Aquí os propongo una selección de 17 obras en cinco semanas. Recuerden: más de tres veces yendo al teatro a la semana está prohibido. 

1ª semana:  del 23 al 29 de junio

El festival se inaugura por todo lo alto en el Teatre Grec, el circo coreografiado y poético de un conocido de estos lares, el francés Yoann Bourgeois (estuvo con Celui qui tombe en el 2023, por ejemplo) junto con la nueva ZAZ de la cultura gala, la cantante Pomme. El asunto se llama Le petit cirque de saisons y se trata de llevar a escena el último disco de la artista francesa, Saisons.  Pero bueno, ya no hay entradas.

A final de semana llegará otro protegido de la culture francesa… El italiano Alessandro Sciarroni. Ya estuvo en Barcelona hace años en el GREC con Augusto, donde la risa se volvía acción interminable, y con Folks, en un verano prepandémico en Madrid, una pieza donde los bailarines ejecutaban un baile teutón y alpino hasta que no quedaba nadie entre el público. En este Grec Sciarroni presenta un programa doble, U (un canto) y Save the last dance for me, una pieza que recoge otra danza folk, esta vez de Boloña… Me imagino que hasta la extrema unción de la repetición. 

2ª semana: del 30 al 6 de julio

Rigola sigue con su proyecto en el pequeño templo del ritual de la palabra y el actor, el Heartbreak Hotel. Una maniobra, la de Rigola, que es de alabar por lo que tiene de ir contra la sociedad del espectáculo. Señalar que ahí se pergeñó una de las obras más interesantes de esta temporada, Un sublime error (aquí, con cierto morro, me linko a mí mismo) del gran Jan Lauwers con Gonzalo Cunill. Ahora llega Qui va matar el meu pare, adaptación del libro del francés Édouard Louis, otra de los ensalzados por la cultura francesa en los últimos años. Aquí una diatriba: la predominancia del canon francés en los festivales más importantes escénicos del Estado Español es algo para hacérselo mirar. La misma novela, Quién mató a mi padre, la llevó a escena el conocido alemán Thomas Ostermeier interpretada por el propio Louis. Ahora llega esta versión dirigida por Pau Roca e interpretada por Dafnis Balduz. Puro teatro confesional con alegato político de la white trash francesa. 

Llega a Barcelona, al Lliure de Gràcia, la última creación de Alberto Cortés, Analphabet.  La primera vez que vi a Cortés fue precisamente en Barcelona con El ardor, en el festival Sâlmon. Hace tres años. Y parece una vida. La pieza viene de inaugurar el sacrosanto festival del Kunsten. Quien esto escribe vio su estreno en el TNT de Terrassa y pudo seguir la pieza en el FIT de Cádiz y hace poco en el Dansa València. La pieza, que contiene una fuerte apuesta por la palabra poética como basamento de la dramaturgia del malagueño, no ha hecho sino crecer y crecer. En València la función fue maravillosa. Quien no la haya visto tiene una oportunidad.

A plot/A scandal de Ligia Lewis ©Moritz Freudenberg

En esa semana, señalar también la performance drag Fuerte Esperpento de Kika Superputa en L’Antic y el programa doble que ofrece La Caldera, esta semana con Raquel Gualtero y su nueva pieza Complete Revolution; y, la siguiente semana, llega la poderosa danza de la dominicana afincada en Berlín Ligia Lewis, que presenta A plot / A scandal, pieza de mirada decolonial.

Esta es una semana de las fuertes del festival, mucho gran espectáculo y obras por doquier, pero entre tanto movimiento hay dos propuestas que son posibles joyas. Además, ambas son de entrada libre. La primera es Double Beat de Rubén Ramos Nogueira, músico y performer que hemos ido viendo en su serie Amateur, donde indagaba, siempre agarrado a su piano, los cruces de la performance con la palabra, la danza o la acción. Con esta pieza, que incluye una pieza-instalación del húngaro Ligeti, Ramos Nogueira sigue indagando formatos y le mete mano al concepto del tempo musical, que en el XIX se aceleró dejando a un lado a los no virtuosos. ¿Y si fuera todo más lento? 

Teatres de campanya de Marc Salicrú

La segunda posible joya viene de la mano de Marc Salicrú, de los hombres orquesta, artistas totales a la catalana, más interesantes desde hace tiempo. Músico, artista visual, escenógrafo, conocido por sus trabajos con la Veronal, Salicrú presenta Teatres de campanya en el Arc del Triomf. Una propuesta gratuita que es un concierto, creación site, acción ciudadana y pura naumaquia urbana destinada a crear una efímera burbuja espaciotemporal en mitad de Barcelona.

La segunda semana, como ven, es agotadora. Se recomienda, por bolsillo y por cabeza, ir como mucho dos veces al teatro cada semana. Quedan por delante tres semanas. 

3ª semana: del 7 al 13 de julio

El mismo lunes 7, en el Mercat de les Flors, llega la nueva pieza de Jesús Rubio Gamo, uno de los coreógrafos madrileños más interesantes. La pieza, …Todas esas cosas dentro de las cosas que llamamos cosas escondidas en…, la estrenó en Dansa València. Rubio Gamo es un coreógrafo muy capaz, que trabaja con la traslación a escena de las derivas y los flujos internos de los cuerpos. Había mucha expectación por ver su nuevo trabajo. La recepción fue un tanto ambivalente. Parece que ahora Rubio Gamo está retocando la pieza que podrá verse antes que en Barcelona en Conde Duque en el mes de junio. Veremos. 

Llega a L’Antic uno de los trabajos más sorprendentes que hace dos años pudo verse en Madrid. La Pastora: Idilio, de Victoria Aime. Esta joven creadora, que ahora acaba de estrenar una potente escenografía con Luz Arcas en Tierras Raras y que antes estuvo trabajando con Angélica Liddell, muestra en Barcelona esta hermosa marcianada llena de experimentación y rigor escénico pertinente. Es una gozada ver algo, un lenguaje, una manera, nacer. Me autocito de nuevo, en este artículo hablaba con ella de la pieza. 

The Brotherhood de Carolina Bianchi ©Mayra Azzi

Llega la tercera parte de la trilogía de la brasileña Carolina Bianchi, reciente León de Plata en Venecia y agitadora de la moral burguesa francesa y centroeuropea aupada en el Festival de Avignon. No quiero ser pesado pero el canon francés es alargado. Un canon difícil de evitar, yo mismo estoy enganchado ahora a una serie que está de puta madre, En la sombra, protagonizada por Swann Arlaud (Anatomía de una caída). Pero, aun así, como ciudadano, creo que sería deseable que los festivales en Europa dejasen de parecerse tanto unos a otros, ¿no? Se imaginan un Grec o un Festival de Otoño en Madrid dedicado a las periferias, por ejemplo, con obras de Camerún, Ghana, Polonia, Chequia, Colombia, México, Turquía y Malasia, por ejemplo… Bueno, tercera parte de la Trilogía de la Perra Fuerza. Se llama The Brotherhood.

En la primera, La novia y el buenas noches Cenicienta pudo verse hace dos años en este mismo Grec, Bianchi se drogaba en escena como la drogaron a ella y a la performer italiana Pippa Bacca, a quien asesinaron cuando realizaba una performance vestida de blanco y haciendo autostop desde Milán a Oriente Medio. En la pieza que presenta ahora se trabaja sobre los pactos, las complicidades y los códigos masculinos que abren la puerta a la violencia. La hace en la grande del Lliure de Montjuïc. Todavía quedan entradas, porque hay otras funciones, como la del adorado griego Christo Papadopoulos, para la que ya no quedan entradas. 

4ª Semana: Del 14 al 20 de julio

Cuarta semana del festival, quien llegue aquí ya estará cansado así que ahorraremos fuerzas y tan solo destacaremos tres trabajos esta semana. Para qué más. El primero y muy apetecible es el programa doble de la Fundació Joan Brossa en una colaboración con el Centre de la Virreina y el Grec, muy de alabar y que versa sobre la exposición en la Virreina en torno a Eugenio Barba y el Odin Teatret, Autopenetración, comisariada por Roger Bernat.

Primero será el estreno de Roger Bernat con Søren Evinson, Autoritat. Tienen un invitado incauto, el larguísimo Toni Cots, creador que trabajó en sus días en el Odin Teatret. Aquí Evinson hará de Barba, de maestro impositivo, Cots estará dispuesto, aunque no sabe qué va a pasar. De fondo la entrega del actor y la capacidad y necesidad de subyugar de los maestros. Un temazo, ya saben, Fabre, Keersmaeker… 

La segunda parte del programa, Autopsia, corre a cargo de Roberto Fratini, teórico de la danza con gran capacidad de diseccionar cuerpos dramatúrgicos. Fratini hará una necropsia, tiene mala leche el título, del método del Odin mientras recorre la exposición. Se pregunta en el programa de mano que quizás “métodos como este han sido la vanguardia suave del régimen de autoexplotación que ha reconfigurado la subjetividad sofisticada y elegante de hoy en día”. Ahí, hincando el diente, tiene buena pinta. 

También llega el nuevo estreno de Agrupación Señor Serrano, Historia del amor, que se hará en el Lliure de Gràcia. Se habían acabado las entradas, pero la organización ha sacado otra función, volarán rápido. Quien estuviese pensando en ir a ver Manual per a éssers vius de La Mula, que corra, quedan unas pocas para un pase del 18 de julio.

Moeder Courage de Lisaboa Houbrecht

Lo bueno de un festival es apostar sin saber de veras. Y si tuviera que apostar por un espectáculo es por Moeder Courage, la obra de Brecht que dirige Lisaboa Houbrechts. Lisaboa comenzó compañía con los dos hijos de Jan Lauwers, en este espectáculo vuela sola, pero lleva la marca de híbrida, en donde la música y las artes visuales tienen gran presencia. Nunca vi nada, pero he oído que hace cuatro años, por ejemplo, hizo un espectáculo sobre el genocidio romaní en la Segunda Guerra Mundial con música en directo, Il Silenti, que era una maravilla. Luego ha creado piezas como una Medea para la Comédie Française y una Yerma para el Teatro de Estocolmo de Bergman. Ahora llega con este Brecht, con la música original de Paul Dessau… Brecht, su cuarta pared, su distanciamiento, que tan mal se ha hecho en España, que viene esta discípula de Lauwers con tan solo 27 años pero que ya ha pasado por las manos de Fabre, Platel e Ivo Van Hove. Me pone. Luego quizá llegue la decepción, o no…

5ª Semana: Del 21 al 27 de julio

Medeas Kinderen de Milo Rau ©Michiel Devijver

La quinta semana tiene, eso sí, dos apuestas seguras. La primera muy patria, Los Torreznos, colectivo accionista madrileño, la reencarnación escénica de Isidoro Valcárcel Medina en este siglo. Llegan con nueva pieza, La Gente, que estará en L’Antic. Puro delirio inteligente de dos clowns de la palabra, Rafael Lamata y Jaime Vallaure.

La otra apuesta es el director suizo Milo Rau, que llega con un film y una obra de teatro. La película, The New Gospel, en el CCCB, es una revisitación del Evangelio según San Mateo de Pasolini pero protagonizado por actores no profesionales (Jesús es el activista de raza negra Yvan Sgnet), rodada en el campo de refugiados más grande de Italia, Matera. 

La obra es Medea’s Kinderen. En este caso Rau se basa en un hecho real de una madre que mata a sus hijos e intenta suicidarse, pero sobrevive. Quien haya visto Five Easy Pieces, estuvo en 2016 en este mismo Grec, puede hacerse una idea. A mí aquella obra me dejó muy quieto en la butaca. La austeridad, el manejo de la cámara en escena, la simplicidad convertida en arma arrojadiza… El Milo Rau de puertas para adentro me interesa incluso más que el viajante por el Éufrates o el Amazonas. 

Uno puede acabar el festival yendo a ver al gran portugués Tiago Rodrigues, Hécube, pas Hécube, trabajo de Rodrigues para la Comédie Française y producido también por el Festival de Avignon, festival que dirige el propio portugués. Pero, qué quieren que les diga, como venía avanzando, uno puede acabar con empacho de tanto canon francés… 

Pablo Caruana Húder

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