¿Quién recibe a quién?

Aviso para el lector: estas líneas son una pedrada a nosotros. Que cada cual analice la cantidad de golpe que le corresponde.

pedrada

Ahora que empezamos a enterarnos de las programaciones para la próxima temporada, la del CDN (analizada por Pablo Caruana en su blog de TEATRON) o la de los Teatros del Canal. Y ahora que sabemos que Pérez de la Fuente será el nuevo director del Teatro Español de Madrid (aquí su proyecto de dirección), y que se tiene que tragar la programación de Natalio, el amigo de Vargas Llosa, hasta enero, me viene a la cabeza una pregunta: ¿quién recibe a quién?, y como consecuencia, ¿quién elige a quién?

El título de esto, que bien podría dar para una serie de artículos, se centra en su primera -y posiblemente única- entrega, en qué puertas están abiertas o cuales están cerradas, cómo se cierran y para quién se abren, qué esperan y qué esperanza pueden tener los que quieren meter en el teatro su hocico. Un amigo mío, tan bromista como borracho, solía decir: para hablar conmigo hay que pedir audiencia; y en el teatro, si pedimos audiencia para hablar con alguien, ¿se nos concede?

Quizá todos aquellos que comienzan y depositan su ilusión en el mundo de las artes escénicas deban depositar más empeño en hacer nuevas amistades, bien conectadas, con su parcelita con vistas y piscina de poder, que en realizar un trabajo riguroso, digno, necesario o como ustedes lo quieran llamar. Véase la ironía. ¿Qué es lo más importante? ¿Quién lee (los) dossieres?, ¿qué programador va a ver espectáculos sin conocer, sin tener ni idea, de sus creadores?, ¿de qué vale las direcciones abiertas del CDN, por ejemplo (y pregunto porque en verdad no sé si cumplen alguna función)?, ¿hasta qué punto nos dejamos sorprender con alguien a quién no conocemos?, ¿hasta qué punto le damos un voto de confianza y por qué no damos votos de confianza a nadie? Hay gente que se deja el pescuezo intentando hacer su trabajo y, a pesar de tener propuestas que no desmerecen de algunas que son cabeza de cartel, no lo consiguen. ¿Por qué?

201212167navarro-dentro

Hay creadores que utilizan para hacer teatro los codos más que la cabeza. Teatro: nido de víboras. Cuando hay poco pan y muchas manos, las manos, en vez de preocuparse por el pan, se preocupan por guerrear con otras manos. Una guerra sucia, falsamente cordial, con las cartas sin levantar. El pan, al final, enmohece. La guerra de los que hablan de la paz es peor que el sopapo limpio. Seamos políticamente incorrectos: mostremos nuestras cartas. Se nos hincha el pecho con palabras como comunidad y somos muy poco comunitarios.

La frase hecha cría fama y échate a dormir, unida a la de los amigos de mis amigos son mis amigos, son los pilares básicos a la hora de hacer programaciones en los diferentes espacios escénicos, ya sean públicos, ya sean privados, ya reciban subvenciones, ya no las reciban. Y sé que esto es una generalidad. Yo mismo me he topado con gente que hace su trabajo como se tiene que hacer su trabajo: con amor a este oficio, con empeño, con las cosas claras. De ahí la aclaración al principio de estas líneas.

Esa otra frase: quien no tiene padrino no se confirma, es una sentencia que no siempre habla de buena salud y buenas prácticas. Podríamos hacer una guía de las malas prácticas en las artes escénicas (se aceptan sugerencias). Por ejemplo, es curiosa la cantidad de estirpes teatrales que pululan por España donde los hijos se convierten en peleles puestos a dedo por sus padres sin ni siquiera saber hacer la O con un canuto. Por suerte no todos los árboles genealógicos teatreros son así.

Hace algún mes leía una noticia/experimento que se llevó a cabo en el mundo editorial y que bien nos puede servir para ilustrar esto de lo que estamos hablando. Alguien cogió un libro de gran éxito editorial, le cambio simplemente el título y lo envío a agentes literarios y editoriales para que estudiasen su posible publicación. Entre las editoriales a las que se envió el manuscrito se incluía la editorial que lo había publicado. Pues bien, de las cientos de editoriales y agentes a las que se envió el libro (un éxito de ventas, crítica y público), tan sólo un agente se interesó en él, un agente que luego desestimó la idea de representar dicho manuscrito. Ni siquiera la editorial que había publicado el libro con gran éxito reconoció el manuscrito. Bien es verdad que para leer todas las propuestas que se reciben hace falta gente y para esto hace falta dinero: pescadilla que se muerde la cola; pero lo poco que hay ¿se reparte como debería ser repartido? Quienes tienen ese trabajo, ¿lo hacen bien? ¿Qué nos estamos perdiendo? Pedimos códigos de buenas prácticas a la instituciones, pero ¿existen códigos de buenas prácticas en nuestro día a día? Y esto no quiere decir que todo el mundo que tenga una propuesta/ocurrencia sea digna de llegar al escenario. ¡Acabáramos! No todo el mundo vale para Ministro, que decía otro amigo.

El caso: no es que las puertas sean pesadas y cuesten de abrir, sino que a veces son muros impenetrables que habrá que romper a martillazos. Leía hace algunos días una columna de Ignacio García May en El Cultural, que terminaba con la siguiente frase de Denise Scott Brown y Robert Venturi (la frase es del mundo de la arquitectura aplicada al mundo del teatro): “¿Por qué siguen creyendo los arquitectos que, cuando ‘las masas ‘se ‘eduquen’, querrán lo mismo que ellos?” La frase encierra dentro de sí una verdad y pone su punto de mira en el snobismo de unos cuantos teatreros. Pero tampoco hay que obviar que no todos tienen las mismas oportunidades, que el espectador no puede elegir platos que estén fuera de la carta y que quién diseña el menú tiene una responsabilidad que no es baladí; y que en muchas ocasiones se pasa por el forro de los huevos. Habría que diseñar algo así como una ética del programador/gestor que esté por encima de enchufismos (y sé que hablo, en cierto sentido, de una utopía) y, en el caso del teatro financiado con dinero público, de ciertos valores económicos. Siempre teniendo en cuenta la importancia que tiene la economía en un sector como el del teatro. La culpa no siempre está en el Ministerio de Cultura (que también): hay compañías, revistas, gestores (ni mucho menos todos)… que han cometido verdaderas tropelías con el dinero de las subvenciones recibidas. No nos engañemos. En todos los sitios cuecen habas. Para regenerarnos (es época de regeneración: se necesita aire nuevo para acabar con tanto anquilosamiento) regeneremos el sector desde dentro, en primer lugar. Una parte del enemigo del teatro está dentro del teatro. El gusano está también dentro de la manzana. No demos balonazos al aire. Démonos balonazos a nosotros mismos y afinemos bien la puntería para lo demás.

carpocapsa-pomonella-01

Basta ya de que se nos llene la boca de palabras como compromiso, responsabilidad, buenas prácticas, etc. y luego seamos los lobos que están desangrando al teatro. Los caníbales. No se puede estar en misa y repicando. Tal vez esto sea por eso de las máscaras y tal y cual.

Ya decía mi madre aquello de la paja en el ojo ajeno y la viga, y también decía: un día te irás a echar mano a una oreja y no te llegarás a la otra. Pues eso. Tal vez necesitamos un FíltralaRecogiendo la frase citada por García May, y para terminar (aunque me deje muchas cosas) quizás los primeros que deban educarse sean los teatreros, profesión acostumbrada a todo de tipo de chanchullos más que cuestionables (como otras, es cierto); seguro que luego haría menos falta eso de educar a los demás.

Otro Perro Paco

facebooktwitter

Vamos Patricia sácame a bailar que tú lo haces fenomenal

andreas-gursky-99-cent

Fotografía de Andreas Gursky 

1.
En los supermercados está de moda lo no artificial, lo libre de aditivos, colorantes y conservantes; el cartón, el papel reciclado, el color marrón y el color verde; así, supuestamente, es la vida de verdad: inocente, de una naturalidad desbordante, con tipografía manual, como si Adán y Eva no hubiesen sido expulsados ​​jamás del Paraíso. Todos somos cándidos y todos somos buenos y todos somos angelitos condenados a una vida terrenal que no nos pertenece. Tampoco nos salgamos de madre. Todo esto se ha convertido en nuestro Frankestein, ahora autónomo y rebelde, escupiéndonos en nuestra bonita y preciosa cara.

Lo no artificial llega a resultar más artificioso que el artificio presentado como tal. No hay que hacer visible el truco: hay que no ocultarlo. Visibilizar el truco resulta igual de artificial que esconderlo. Un escenario nunca será el dormitorio de tu casa y un espectador al que no conoces, nunca será, de buenas a primeras, tu amigo íntimo. Solo hay tentativas. Fracasos. Empeños imposibles. ¡Benditas tentativas!, ¡benditos fracasos!, ¡benditos empeños imposibles! El escenario siempre es obra; lugar de construcción; arquitectura.

La magia -la convención-, arroja, en su buen uso, una verdad más profunda que lo falsamente natural. Me refiero a no buscar lo natural como fin y como medio. ¡Qué antiguo, la vida! ¡Qué ingenuidad la del artista pos-pos-posmoderno!

2.
“Hay quienes van al teatro, los más, a ver y oír lo que ven y oyen todos los días, solo que literatizado y estetizado un poco, a mirarse en el espejo de la realidad cotidiana, y por eso no voy yo allí. Los sujetos allí representados son los mismos que me están amargando y atosigando de continuo la vida.” Unamuno dixit.

3.

Hace algunas semanas pasó por Madrid Patricia Caballero. Dentro del Ciclo Intermitencias del Asombro. En La Casa Encendida. Comisariado por Ana Buitrago. Diferentes artistas afines fueron invitados para mostrar sus obras en diálogo con el trabajo de La Fuller. Necesario reivindicar a La Fuller. Inmensa. Carlos Marquerie/Compañía Lucas Cranach, Fernando QuesadaJaime Conde-Salazar, Paula Caspão, los PLAYdramaturgia, etc..

4.

Otro Perro Paco aprovecha y reivindica el cine fantástico de  Segundo de Chomón.

5.
Desde hace tiempo escucho -de gente en quien confío- buenas referencias sobre el trabajo de Patricia Caballero. Como era una buena oportunidad para verla; fui. También impartió, dentro del mismo ciclo, un “laboratorio de movimiento” llamado: El estado de la danza. Conversaciones con la luz y la gravedad. Sigamos. Soy un exagerado si digo que en el patio de La Casa Encendida había más de veinte personas. Este es otro tema del que ya se ha hablado en Perro Paco, de pasada, en otras ocasiones. Nota: convendría abordarlo más en profundidad. Un pequeño comentario al respecto podría ser: es una lástima que propuestas interesantes pasen tan desapercibidas. Hay un problema claro en las políticas culturales. Pero no vale echar constantemente balones fuera. Creadores (algunos) y gestores culturales (algunos) de vanguardia o últimas tendencias o cómosequierallamar; deberían ver qué diantres se hace mal situándose ellos mismos en el centro de la crítica. El diablo no es lo otro. El diablo empieza en nosotros. Si hay que romper paredes que sea, en primer lugar, con nuestras cabezas.

6.
Patricia Caballero nació en Cádiz en 1987. Está interesada, según nos dice la ficha, en “los procesos perceptuales y relacionales y las prácticas y estudios sobre el cuerpo” y “sus trabajos oscilan entre el documental escénico, el objeto danzante, la intervención urbana y el autorretrato fotográfico”. Todo eso dice la ficha. Y también dice que “ha desarrollado su investigación coreográfica en diferentes países, apoyada por instituciones como Iberescena, La Porta, Barcelona, RE.AL, Lisboa”. Por desgracia La Porta se nos fue: DEP. Hijosdeputa. Se puede leer su proyecto de Iberescena, Lo raro es que estemos vivos (2012), aquí, y se puede ver en el vídeo que pondré al terminar con este párrafo. Y algo sobre João Fiadeiro, padre del RE.AL, nos lo dijo Un Perro Paco al hablar de Claudia Días, acá. Obras de Patricia Caballero son, entre otras, “Simulacro de simulacros (2008), Cómo congelar fantasmas (2008), Hazañas e incidentes (2007) o 50 Hz (2006)”. Los títulos de las obras de Patricia están bastante bien. Entrevista con Patricia con motivo de SISMO, allá. SISMO también se nos fue…

7.

Chronoscopio, Patricia Caballero

La primera pieza, de las dos que veremos, es Chronoscopio. Obra de 2010. Patricia Caballero está cansada de bailar. Patricia Caballero pone a bailar a los objetos. Frente al cuerpo y su política; los objetos y su política. Dos ventiladores miran al cielo. Encima de uno de ellos pende una bombilla; sobre el otro, un micrófono. Su danza, gracias al aire que sube agitado, es hipnótica, ligera y, a la par, honda. Danzan, mientras se gradúa la intensidad de los ventiladores, con diferentes movimientos circulares. La atmósfera. Las respiraciones sofocadas del micrófono, entrecortadas, exhaustas.

De pronto aparece en escena un coche teledirigido. Sobre él una batidora haciendo el pino. Baja una gran bolsa con bolitas de corcho blanco, la turmix abre un agujero en la bolsa. El corcho cae. El coche, con alguna que otra dificultad, abandona la escena. Los ventiladores comienzan a recoger el poliespán del suelo y a menearlo por el aire. Suenan como tracas de pequeños petardos. Sus movimientos son azarosos e infinitos. Juego de luces. Lucecitas de colores. La luz rebota en el poliestireno expandido y hay miles de luciérnagas y una tormenta de nieve y fuegos artificiales y espermatozoides mirados bajo la lupa de un microscopio y galaxias y estrellas y todo lo que mi atención quiera ver. De pronto luz roja y un volcán, de pronto luz blanca, de pronto otra luz. En esto hay mucha Fuller. Bien. A mi parecer el ritmo de la pieza está logrado: tienes que tener el día para habitarlo, aunque mi acompañante pensó que el tiempo estaba estirado en exceso.

Para acabar sale Patricia a escena, retira los dos ventiladores y mueve los péndulos: péndulo bombilla, péndulo micrófono; haciendo una perpendicular. Su trayectoria dibuja una cruz en el suelo y Patricia se tumba allí. Quietecita. Palus y patibulum. Al final hay un giro. Me gustaría ver un posicionamiento frente al hombre y frente al mundo, algo amargo, que termina por redondear esto que acabamos de ver. En el final del fin Patricia agarra la bombilla y la desenrosca. Muerte. Oscuridad. Hasta aquí hemos llegado. Eso sí, el público, perplejo, no supo muy bien que eso era la conclusión de todo aquello.

8.

La segunda pieza es Aquí gloria y después paz–marzo de 2014: Veinte años cosechando destrezas físicas. Y quien dice cosechando, dice acumulando, coleccionando. Esta pieza me pareció menos interesante que la primera. Tengo que decirlo. Origen y final se complementan. Patricia Caballero tiene aura en escena, algo especial, bonito; no hay duda, pero quizá haya que dar al público (aunque sean quince almas en pena) más cosas para hacer de un trabajo algo memorable.

Patricia Caballero nos cuenta su vida. Que si quiso dejar de bailar. Que su infancia. Que su pueblo. Que el martinete que cantaba una gitana gorda. Que si trabajó escuchando esa canción una y otra vez. Y se pone a cantar y me gusta y me pone la piel tontorrona. Que si ha aprendido muchas cosas estúpidas en su vida y que las intenta olvidar para hacer hueco a las nuevas. ¿Es posible borrar la memoria de un cuerpo? Que si la Fuller ha influido en su trabajo y nos lo ilustra con algunos movimientos. Que si hablo muy bajito como si os contase un secreto al odio. Que si tengo los ojos así que veo como movido. Que si la electricidad funciona así o asá y me lo ha explicado mi novio y yo establezco un paralelismo con la escena del que no estoy muy segura y es algo lioso, pero no pasa nada porque sois mis confidentes y esto sólo son los retazos de un diario, de una vida, de mi vida. Y también que si hago algunas variaciones a partir de un cuerpo y hago así como que deformo el cuerpo y se hace algo grotesco, algo comedia del arte, esas cosas.  Y también que mando poner luces para estar constantemente fuera de foco. Y también que me acerco mucho a la primera fila para que los de la tercera fila apenas se enteren.

La bragas con las nubes estampadas de Patricia Caballero me gustan. Ahí hay un signo que me remite a la primera pieza y me gustan. Pero ahora se me hacen demasiado angelicales. Patricia necesita bailar con el público y no para el publico. Supongo que ese es uno de los secretos de las artes escénicas. Nunca bailar para uno mismo, bailar para esos otros que también son uno mismo. El yo universal. Sácame a bailar Patricia, si me quedo aquí un poco más morirá el mundo que me presentas porque estoy desconectándome de ti.

El caso es que merece la pena. O no. Ya no lo sé. Mientras escribo esto la pieza me va gustando más, quizá pasados unos días mi cabeza haya organizado algo de aquello. Mi sensación a la salida de no fue la misma. Me lo haré mirar. Eso siempre está bien.

Otro Perro Paco

facebooktwitter

Los Torreznos: piensa en tu perro

El Ateneo de Madrid ha creado para estos meses el ciclo Ateneo Mucha Vida: una programación primaveral con cosas excelentes y cosas menos. Pero útil para que esta institución con solera y abolengo amplíe su campo de acción y sea un poco más conocida. Recomendación de Perro: acérquense a dar un paseo por el Ateneo. Por su ascendencia castiza a Perro Paco le gusta menear el rabo por allí de vez en cuando.

Otro Perro fue al Ateneo a ver a Los Torreznos (la primera vez que les vi fue El cielo. Intento no perdérmelos). Jueves 27 de febrero. 20:00 horas. Calle Prado 21. Antes pasé la tarde en su cafetería: libro y coñac en mano. Uno de esos lugares, importantes tiempo atrás, que aún mantienen el encanto de los viejos cafés: el Comercial, el Barbieri o el Gijón (hoy en día convertidos en lugares de peregrinación turística), pero que aún mantienen alguna camarilla en decadencia, salida como de otra época -por desgracia-, que se dedica al arte de la conversación animada. Mejor nos iría si volviésemos a sentarnos alrededor de una mesa con afán de debatir, acercar o separar posturas, polemizar y pasar un rato con algo de compañía de carne y hueso. Carne y hueso: la baba del Perro.

Los Torreznos consiguen algo parecido: un encuentro no forzado, un participación del público sin querer queriendo, un discurso abierto y reflexivo, un campo de juego a la vez que de pensamiento, una sencillez de lo complejo, un humor apelativo y profundo, un diálogo entre superficie y fondo, una lupa que muestra pero no dice, etcétera. Etcétera. Ellos saben que los que van a sus piezas no son imbéciles. Quizá de los allí presentes yo fuese el más estúpido: suele pasar con los que escriben, siempre dejándose cosas fuera, malinterpretando. Me disculpo al empezar.

Una última digresión. Este año Madrid ha comenzado agitado, ¡bendita agitación!, por Los Torreznos. Nos habló Rubén Ramos, en sus Notas que patinan, de la retrospectiva que les ha dedicado el CA2M, aquí. Suscribo. No repito. Pueden descargarse el catálogo acá.

La biblioteca del Ateneo es un lugar con aura. Las mesas de lectura llenas: entradas agotadas. Aproximadamente en medio: una mesa subida en una tarima con dos flexos. No hace falta nada más. Aparecen Rafael Lamata y Jaime Vallaure: Los Torreznos. Comienzan a repartir un céntimo a todos y cada uno de los allí presentes. Cercanos, charlando animados, paseándose entre las sillas: apriétalo fuerte cerrando el puño. Fuerte. Fuerte. Levanta el brazo. Que no se escape. Un signo que se irá trufando a lo largo de la velada: todo un Signo. O no. No es saludable ver significantes hasta bajo las piedras.

CA2M-Los-Torreznos-informarte-es

Es la primera vez que pago mi entrada y al comenzar me dan dinero. Todo un céntimo. El inicio es una breve introducción sobre la pieza. Dejan hueco al silencio: ahí es donde surge la risa. Que si ellos para la gente de teatro hacen performance. Que si ellos para la gente de la performance hacen teatro. Por eso les han puesto en el programa teatro-performance. Para todos los gustos. A un lado la gente del teatro, al otro la gente de la performance. Pero ellos hacen performance, dicen. Atravesando límites. Fronterizos. Que si les gusta el dinero, que si aspiran a ganar más haciendo menos: a sólo decir su nombre y poner la mano. La pieza que van a presentar es del año 2008. Aprieta fuerte, que no se escape. Hemos venido a ver El dinero. Que las cosas han cambiado en estos seis años. Pero no han cambiado tanto: si unos no están, otros han ocupado su puesto: nada nuevo.

El dinero es una pieza aparentemente sencilla. Como todo lo sencillo, calla más de lo que dice. Bordea los grandes temas que fluyen bajo lo aparente y se revelan a los ojos del allí presente con frescura. No hay panfleto. Hay discurso velado: re-velado. El trabajo es una lista: consiste en decir las cien multinacionales con más dinero y el dinero que tienen. Nada más y nada menos. Repito: nada más y nada menos.

El trabajo vocal de Los Torreznos es composición musical, poesía fonética, arte sonoro. Múltiple. Mutante. A veces recuerda a las técnicas nemotécnicas que utiliza el estudiante para aprenderse la lección. A veces juegan con la sustracción: diciendo el número de la lista, pero no la empresa que lo ocupa: se acompañan del gesto. Van cambiando los ritmos, las estrategias y sus reglas, hacen bailar al espectador: el público se incluye de forma natural: ríe, habla, aprieta el céntimo, levanta el puño; se convierte en representante de las empresas: el conflicto, en ocasiones, se sitúa en el público despojado de agresividad pero manteniendo intacto su Sentido. Inventan términos y hacen del patrimonio de las empresas una progresión absurda. Realizan la conversión a otras monedas. Convierten los millones de dólares en espacio. Coquetean con el sinsentido. Muchas cosas pequeñas haciendo un conjunto tan grande. Todo lo que es interesante tiene un parte que se nos escapa. ¿Dónde guardar tanto dinero?, ¿a qué se dedican -en verdad- las empresas?, ¿Rollex tiene millones de dolares en agujas y correas?, ¿podemos guardar cuarenta millones de dólares en el espacio entre el radiador y la pared?, ¿en un lámpara?, ¿en el edificio de enfrente?

1374433482633

Los Torreznos son abanderados de lo escénico: mucho tienen que aprender en el teatro de ellos. Oficio, artesanía, pasión, talento, humor sin buscar el humor, estructura, improvisación, manejo de herramientas… Controlan el tiempo y el espacio milimétricamente: como si todo fuese improvisado. Incluyen el error, su fracaso. Rafael y Jaime se conocen de maravilla: saben cómo y cuándo seguir los juegos del otro: saltos sincronizados encima de un escenario. Si Los Torreznos hiciesen música -que la hacen- ahora estaríamos asistiendo a un concierto de jazz. Se entregan, acaban exhaustos, cansados, sudan, el público se entrega con ellos, se deja ir. Consiguen que la atención no se pierda mientras dura su Trabajo. Al acabar, de camino a casa, la cabeza con el runrún sonoro metido dentro.

El público aplaude. Ellos aplauden. Se ha producido el encuentro. Es pecado perdérselos.

Otro Perro Paco

facebooktwitter

En boca cerrada no entran pollas: el consejo que nadie ha pedido

Noé, su mujer y sus hijas, si Dios les hubiese otorgado el don de la higiene, podían tirar toda la mierda de la barcaza por la borda organizándose con unas rutinas de limpieza estrictas. Poco más tenían que hacer en el santo día más que barrer cagarrutas y fregar las tablas con agua de lluvia. El Conde de Torrefiel nos dice lo contrario. Piensa que estarían de caca hasta las cejas. En fin. Cada uno a la suyo. La Biblia no nos saca de dudas a este respecto. Pero claro, esto tiene que ver con regenerar, con curar el cáncer -no con una tirita- sino desde la puta raíz. Esto tiene que ver con lo bien que nos vendría un diluvio universal (lo mismo pensaron los futuristas de la guerra).

Conclusión: hay que profundizar. Los textos no dicen lo que dicen, muestran lo que late por debajo. Punto uno de la dramaturgia de El Conde: no es oro lo que reluce. No es diamante lo que brilla. Piensa un poco, público. No rías por reír. Los textos de El Conde son bisturís en la mesa de operaciones de la sociedad. De acuerdo. Bravo. Comprado.

Los textos del Conde de Torrefiel son irónicos, políticos, rebosantes de humor cabrón, frescos como una lechuga, ensayísticos -propios de un manual de sociología contemporánea-. Narrativos. Líquidos. Concretos y cotidianos. Flirtean con el arte del relato. Jugosones y juguetones. Canallas. Jugadores del tópico. Con un ritmo musical que se pierde en la monotonía de la escena. Ambiguos y desmontables: como debe ocurrir en casi cualquier cosa que vaya dirigida a una audiencia. Hablar con una audiencia es promover el debate y el libre pensamiento (si acaso esto existe). Publicitarios: con tirón de eslogan. Tuiteables. Fragmentados. Algunos con la capacidad de meter el dedo en la llaga. Costumbristas. Contradictorios. ¡Qué preciosa la contradicción!

Lo peor que tienen los textos del Conde de Torrefiel es que se pierden en la escena porque no han sabido desembarcar para hacer bailar y conquistar al público. Son demasiado ajenos al público. El público no les importa a los textos de El Conde, y en las artes escénicas habrá pocas cosas sagradas, pero si solo hubiese una cosa sagrada esa cosa sería el público. Sagrado para quitarle la sacralidad si hace falta. No hay que confundir la monotonía con la neutralidad; la monotonía es un runrún que acaba convertido en palabras despojadas de significado. El público podrá entrar en trance, pero no se habrá enterado de tu discurso. Y no sé por qué pienso que lo del discurso en El Conde de Torrefiel es importante. Es importante porque de verdad es importante. Lo que dicen es importante y necesario. Puede que quieras que el público no ría con el desastre de la sociedad contemporánea, pero habrá que dejarle digerir un mínimo para que no se pierda. Si encadenas dos párrafos, con dos ideas diferentes, sin ni siquiera un punto y seguido: estás jodido -valga la rima como chiste-.

gato-bostezando

Los tiempos están bien metidos. Un tiempo pausado. Algo chicloso. El espacio sonoro, con risas enlatas y partidos de cestapunta, está logrado: te lleva -esto sí-, te suben la música cuando toca, te la bajan cuando toca; es un puzle que encajaba chachi. Las luces están muy bien: geométricas, fauvistas, algo bauhaus: mucho recorte y filtro de color. Pero la propuesta de imágenes escénicas es escasa, las acciones son escasas, cuando el espectador pierde el hilo del texto si no puede engancharse en una imagen, le has perdido. Y un espectador perdido es un espectador que difícilmente puedes recuperar. Las imágenes del espectáculo son: una clase de tai-chi (quizá la más interesante), dos fiestas: una de heavies y su lenguaje de pelucas y otra de electrochonis revolcándose y desnudándose unos a otros, un micrófono con dos actrices -imagen que se repite en su contrario, es decir, una vez el micrófono de espaldas al público, otra de frente-, el baile de los culos, ¿el libro 2666 de Bolaño?, ¿una planta?, un heavi con el brazo en alto y la cabeza gacha, una composición de dos chicas desnudas…

Sin título

Otra cosa sería una propuesta de pieza hablada con gran protagonismo del texto (con la acción en el texto), solo texto. Aquí el texto tiene una gran protagonismo; pero se ve arrebatado de él no sé sabe muy bien por qué. El texto es el texto. Y el texto es El Conde de Torrefiel o una gran parte de él. Una de las que más se recuerda, al menos. Al texto lo único que pueden hacerle los labios es acariciarlo, el texto va marcando una sonoridad, Si la sonoridad es arrebatada, el texto dicho (oral) muere. Los hombres somos seres musicales a nuestro pesar. No vayan a creerse ahora que el verso o las misas cantadas eran cosas que se le ocurrió a un buen hombre sin ton ni son. El relato debe contonearse, conquistar, envolver.

Creo que el mayor problema -por sacar punto al lapicero- que encuentro en el montaje es no saber bailar lo suficiente con las palabras y sé que está apreciación personal puede ser rebatida con fiereza, es solo una opinión argumentada. Lo siento hijos míos. Supongo que aún se encuentran en proceso de investigar cómo dar vida a las palabras sin que resulte un tostón. Que, por cierto, no resulta un tostón. Hay algo punqui en los textos que no se acaba de trasladar a la escena y tampoco se juega a lo contrario, a lo aséptico, pues las acciones planteadas no están lo suficientemente limpias para jugar a ese juego. Un ejemplo que no tiene nada que ver, a ver si consigo explicarme algo mejor: Loriente poniendo en escena la neutralidad de los textos de Rodrigo sabe conquistar al público, se detiene, enfatiza, se repite; baila, acompaña la sonoridad de las palabras, hace guiños, se mueve. Rodrigo ha encontrado la manera de dar vida a sus palabras en un escenario y que recorran niveles variados.

El montaje comienza y acaba con ese titileo de los fluorescentes a las mil maravillas. No tanto las transiciones, dichosas transiciones, entre cuadros del espectáculo; funcionan, pero son algo planas. Entrar y salir. Entrar y salir. Entrar y salir. Por la derecha o por la izquierda.

No creáis que no me gustó. El jueves vuelvo a ir. Pasa que pienso, sin conocer ni hablar con nadie, que este espectáculo supone para El Conde de Torrefiel un espectáculo de transición. Obra en el Festival de Otoño, gran acogida de crítica y público en apenas tres años. Obra al canto cada año. Festivales, viajes. Etc.

Y pienso (con una aire paternalista odioso -crucificadme-) que según cómo se tomen las alabanzas, que sé que recibirán -merecidas-, podrán evolucionar y convertirse en una compañía de referencia o se deshinchará la burbuja que se les ha creado a su alrededor. Por eso quiero meter un dedo en la llaga del montaje. Para continuar con la misma fuerza necesitan repensarse y seguir indagando en su próxima creación, comenzar algún nuevo sendero para no agotarse sin dar todo lo que pueden dar. Lo sé.

Digresión. A La Tristura le pasó. Después de Actos de juventud (su mejor montaje), regresan con Materia Prima (un montaje que no deja de ser el mismo con un aire nuevo y profundiza y ofrece otros significados: bien); pero al no saber repensarse en condiciones -o eso imagina el menda- años después regresan con la hecatombe del El Sur de Europa: un espectáculo desafinado en todos los sentidos del que creo tardarán en recuperarse, por lo menos tardarán en recuperar mi confianza, yo que era fan… Una lástima. Aún no he tirado la toalla. Fin de la digresión.

fuOtro Perro Paco en anteriores montajes de La Tristura

El Conde de Torrefiel puede que lo tenga todo para convertirse en una compañía de referencia. De esas de las que no abundan en esta España nuestra. Tan necesarias. Tan buen oxígeno. Depende de cómo se tomen sus éxitos y sus fracasos. Yo confío. Aunque hoy en día esté tan de moda la desconfianza.

dracula_christopher_leeOtro Conde

Otro Perro Paco

facebooktwitter

¡El teatro ese esplendor! # 3

Ian hippie

Chavalería, ladies and gentlemen, vamos a terminar con esto. Ya se ha hablado en este espacio de la etiqueta Teatro Alternativo, incluso se estableció un debate en los comentarios que puede ser bueno no dejar muy atrás. Aquí os pongo los enlaces. Uno y dos. Sirva lo que sigue para complementar lo dicho, no para contradecirlo.

Me gustaría ser poco repetitivo. Pero como en ocasiones eso es algo incontrolable, vayan las disculpas por delante. Nada más lejos de mi intención que aburrir al respetable.

Un último apunte antes de meternos en harina: Otro Perro Paco no sabe lo que es el teatro de verdad, aunque agradece y da la bienvenida a los nuevos compañeros de TEATRON, pues nunca está de más que haya nuevas manos para pensar juntos en esto. Es un buen motivo de celebración. Otra reflexión sobre el teatro alternativo se puede encontrar ahí.

Otro Perro Paco no se considera jauría, pues está demasiado solo para tal empresa; ni hombre de teatro, pues para eso habría que hacer algo de teatro y no solo este juego de juntar palabras que es Perro Paco.

Teatro alternativo

Nota inicial aclaratoria: no es lo mismo Teatro Independiente que Teatro Alternativo. El Teatro Independiente tuvo su época dorada en otra época; aquella de los grupos universitarios alocados que eclosionaron en los setenta. Hoy en día apenas existen algunos coletazos de ese teatro, para nuestra desgracia. Todo se ha institucionalizado demasiado, por ende, todo se controla demasiado. El problema de la fagotización.

El Teatro Alternativo -que se ha ido asentando y creciendo hasta hoy en día- es uno de los inventos de la transición  y de los gobiernos de mayoría progresista (estatales, autonómicos, provinciales y locales) y como tal está auspiciado, en su mayoría, por el sistema de subvenciones del gobierno que ahora mismo se encuentra en caída libre. Poco tiene que ver nuestro Teatro Alternativo con ese Teatro Alternativo de finales del S. XIX y principios del S. XX -aquel constituía una alternativa de verdad-. El nuestro es el teatro creado para tener contentos a los artistas/creadores/gentes de la cultura off. De ahí la crisis que existe hoy en día alrededor de esta etiqueta; cuando de la Red de Teatros Alternativos solo queda un pingajo y las salas se encuentran a la caza de cualquier tipo de ayuda antes de echar el cierre; ya sean Festivales ya sean las dos pesetas que quedan en la Administración. El Teatro Alternativo no es Teatro Independiente porque depende en su mayoría del dinero público; los tentáculos de la Administración se convierten en ocasiones en yugo.

El Teatro Alternativo es el teatro de los que no viven del teatro. Es el teatro de los luchadores. Es el teatro de los que esperan su oportunidad. Es, como avancé anteriormente, la cantera de los otros dos tipos de teatro: el comercial y el académico. Ocurre que no todos los jugadores de la cantera debutarán con el primer equipo y hay algunos de estos jugadores que desarrollarán toda su carrera (corta o larga, dependerá del empeño y la paciencia) en el equipo B. Hecho que en el teatro no tiene porqué significar que jueguen peor, puede, cruel y simplemente, que no hayan encontrado el padrino necesario para su confirmación. Utilizando el lenguaje taurino, que aquí nos viene al pelo, nadie les dio la alternativa.

El Teatro Alternativo es el teatro de los que, en su mayoría, no quieren estar en el Teatro Alternativo. El Teatro Alternativo debiera ser la alternativa a lo demás. Está lo canónico y está lo alternativo. Está lo que da dinero y está lo alternativo. Está la familia y está la comuna. El Teatro Alternativo es el limbo antes de llegar al paraíso (aunque para eso deba bajar un ángel para guiarte hasta él). Se piensa en el Teatro Alternativo como en un teatro de paso, en un trampolín; aunque rara vez sea así. Por eso, el Teatro Alternativo es el teatro que más abunda; pues es el teatro donde entrenan los teatreros antes de, si se da el ansiado caso, dar el paso y torear en las plazas de primera.

Los creadores del Teatro Alternativo pueden jugar en varias categorías y saltar del Alternativo al Académico -por ejemplo- siempre y cuando les llegue una oportunidad. Voy a poner de muestra a Paco Zarzoso, cuya escritura estaría más próxima al Teatro Académico (una obra teatral de la que ya se pueden escribir tesis), pero que salvo contadas y alabables ocasiones, desarrolla, dentro de España, su labor como director de la Compañía Hongaresa en el seno del Teatro Alternativo.

En el Teatro Alternativo se va a porcentaje de taquilla; algo que apenas llega para pagar una producción. Esta crisis ha arrasado, casi completamente, con el concepto del caché. El Teatro Alternativo es el Teatro Juan Palomo: yo me lo guiso, yo me lo como. El Teatro Alternativo suele programar unos pocos de días, de ahí la dificultad del boca a boca (pues de las página de prensa que se ocupan de este tipo de teatro, es mejor no hablar). Frente a esto, las otras etiquetas programan un mes o hasta que el público se canse y deje de ir.

Hay que distinguir entre diferentes espacios de Teatro Alternativo. Hay espacios de Teatro Alternativo de renombre que gracias a su significativa trayectoria ocupan un lugar cercano al del Teatro Académico: aunque ahora las pasen putas, no siempre fue así. Estos tipos de espacios coquetean con los Festivales Nacionales que incluimos en el apartado anterior. Están en un margen, un equilibrio, una frontera; pero reciben el dinero por parte de la Administración no de manera directa, sino de manera indirecta mediante subvenciones públicas o ayudas de entes privados como La Fundación Autor, por poner el primer ejemplo que me llega a la cabeza. Estas salas pueden organizar sus propios, humildes y puede que necesarios festivalitos como medio de financiación. De estas salas han emergido creadores que ahora están en la picota; estas salas realizan una función clara y necesaria; estas salas molaban y esperamos sigan molando.

Hay otros espacios de Teatro Alternativo donde empresarios emergentes han visto la posibilidad de meter la cabeza y arañar un pellizco. Aquí voy a hacer una digresión que espero puedan apreciar y sientan empatía con la misma. Estoy seguro que no les resultará ajeno y si tienen amigos que hacen teatro se sentirán identificados.

Sin título

Digresión: hay una serie de salas minúsculas que están abriendo sus puertas. Salas de veinte o treinta butacas que son imposibles de sostener. Salas que van al 50 % de taquilla junto a la compañía que programan. Salas que juegan con las ilusiones de gente con ganas de hacer teatro. Salas que ceden su espacio solo por uno, dos o tres días. Estas salas intentan meter la cabeza en las ruinas de un circuito para sacar algo de tajada. Estos espacios se aprovechan de los amigos de la compañía que ponen en cartel, pues durante los pocos días que estarán programados, los amigos de la compañía colgarán el cartel de no hay localidades. Estas salas han creado un nuevo paradigma: hacemos teatro para estafar a nuestros amigos y las salas se aprovechan de ello. Fin de la digresión.

Por otro lado hay salas de Teatro Alternativo que han encontrado un posible filón en el Teatro Infantil y Juvenil. Algo que aplaudo, siempre y cuando las propuestas sean de calidad y no caigan en los modos de la mera animación cultural, el payaso, el malabar y las marionetas rancias de gomaespuma. El Teatro Infantil y Juvenil cumple una función social y educativa clara. Si creemos que siga habiendo teatro, habrá que meter el gusanillo del teatro (el veneno del teatro) a los más pequeños. Nueva digresión: creo que debemos apoyar a esas compañías que han convertido a éste en su campo de acción, haciendo unos trabajos con una calidad, amor, compromiso y rigor que ya quisieran muchos de los creadores afamados. Como ejemplo, por no irnos a Le Carrousel de S. Lebeau, pondré La Siesta Teatro. Es una lástima que a estas compañías de Teatro Infantil y Juvenil no les queden más cáscaras que pertenecer a un circuito paupérrimo, a pesar de su trabajo.

Por último, de momento. El público de estas salas es un público teatrero en su mayor parte. El Teatro Alternativo es, principalmente, el teatro de los teatreros. Amigos de amigos, conocidos o estudiantes. El Teatro Alternativo es la utopía. Un público entendidillo. Un público al que le cuesta ser objetivo. Pero también un público de familia o un público barrial, en aquellas salas situadas en barrios y que, como ya dije, realizan una importante labor acercando el teatro a gentes que de otra manera jamás se desplazarían a los centros de las ciudades para ver teatro.

Sin más y haciendo mías las reflexiones ya dichas anteriormente; acabo.

Habrá que hablar en Perro Paco sobre los diferentes tipos de público, ¿no?

Las demás entradas de ¡El teatro ese esplendor!, las podéis encontrar aquí (Teatro Comercial) y allí (Teatro Académico).

Otro Perro Paco

facebooktwitter