Pako Revueltas,participante de Room.
Gran Pako (izq.) en un momento «iggy pop» de su obra «Burmunia».
Para qué engañarnos,no tengo nada claro en que va a acabar este texto que ahora empiezo. Y la verdad es que lo escribo por una especie de obligatoriedad moral de ofrecer algo a este foro,plataforma,experimento o lo que sea este segundo ROOM.
Creo que voy a intentar atacar el tema por el concepto de comunidad que se plantea. Esto es algo de lo que nunca he podido huir;del intento de articular dinámicas colectivas que generen movimiento. Que a pesar de lo que diga Oscar,salven el mundo un poco. El mío,el nuestro,el más cercano y el más lejano de paso (aunque a estas alturas no creo que nadie piense que pueda cambiar gran cosa desde el teatro). Y en esto,como en casi todas las facetas de la vida,no hay ni una puta receta a la cual agarrarse,es un darse golpes contra las paredes hasta que un día una se cae. Y se abre un pequeño agujero,que se hace más grande,que deja entrar aire fresco. Como decía Lucio Urtubia,anarquista irreductible,sólo podemos ir encendiendo chispas,teniendo muy claro que casi todas se apagarán en el primer minuto. Pero lo bonito es que nunca sabemos cuál de esas chispas es la que generará una hoguerita o un gran incendio. El ROOM también lo veo un poco así.
Esta especie de compromiso con lo colectivo y la comunidad supongo que me viene dado por un lado de mi genética judeo-cristiana,puesto que mi madre siempre ha estado intentando ayudar al prójimo involucrada de diferentes formas en facetas sociales,y por otro,porque esa época de la vida (la alegre juventud) en la que se desarrolla en gran parte tu posicionamiento político,la he vivido en la Euskadi de los ochenta y noventa. Un país gris,con mucha violencia y mucho humor. Con una tasa de paro del 80% entre la juventud,el caballo haciendo estragos,ETA dando a diestro y siniestro,la tortura sistemática (que llega hasta nuestros días) y una escena musical que estaba pegada a todo lo que sucedía en la calle,la cual era sin duda nuestro hábitat natural. Esta escena musical compuesta por Eskorbuto,La Polla,Delirium Tremens,etc,se mezclaba con los exitos internacionales de gente como Madonna,Dire Straits o Modern Talking y lo que iba quedando del rock urbano madrileño como Leño y Baron Rojo. O sea un caldo de cultivo perfecto para la esquizofrenia colectiva,ayudada por las grandes ingestas de alcohol barato y drogas. En este contexto,el organizarte en pequeñas comunidades era lo que hacía que te sintieras unido a algo,y lo que sacaba adelante proyectos culturales,políticos y sociales,que de otra manera hubiera sido imposible desarrollar.
Por otro lado y como contrapunto,siempre he intentado huir de todas las corrientes,de todos esos flujos que intentan aborregarte,ya sean de un signo carca o revolucionario. Por tanto esta contradicción entre la voluntad colectivista-comunitaria y la defensa de la individualidad me ha acompañado constantemente. Recuerdo cuando me metieron al talego por lo de la insumisión que mi madre me decía:“bueno,por lo menos,los que vengan por detrás no tendrán que hacer la mili…”,a ella le gustaba la idea de que estaba haciendo algo por los demás. Pero yo le decía que ni de coña,que sólo lo hacía por mí,porque si no,no iba a descansar bien,que me estaba tocando vivir un tiempo en el que tenía que hacer eso porque así lo pensaba,y que además no era la mili nuestro objetivo,sino el propio ejército,fuente y/o herramienta de muchos de los males del puto planeta,empezando por los 200.000 enterrad@s sin nombre que todavía hoy se encuentran en osarios sin clasificar a lo largo de este país sin vergüenza. Así andamos. Esta es mi naturaleza quizás.
Y volviendo a nuestra comunidad,a la comunidad artística. Si como decía Tomás Aragay charlando en una sobremesa veraniega en Pontos,con esa forma tan graciosa que tiene de hablar entre clown y augusto,todo está ya dicho y el discurso no existe,a quien plantea una pieza delante de un público,digamos que lo que le queda es la forma. El dónde colocar la cámara,la perspectiva desde la que mirar. La mirada. Es decir,que el artista plantea a la sociedad una manera original de abordar un tema,hecho,sentimiento o lo que sea,para provocar reflexiones distintas sobre las mismas cosas. Esta es su función más o menos.
Y como comunidad,¿qué formas organizativas hemos ofrecido a la sociedad? O ¿hemos articulado algo que haya hecho pensar que las cosas se puedan organizar socialmente de otra manera que la políticamente impuesta? ¿Qué grietas hemos sido capaces de abrir en este sentido? La sensación que me da es que la organización artística que la gente tiene como referencia es la SGAE,o sea que vamos jodidos. Quizás es muy pretencioso el plantear que un sector tan atomizado y ególatra como el nuestro pueda desarrollar algo novedoso en este sentido,que pueda ofrecer formas distintas de abordar lo comunitario,e incluso es posible que no sirva de nada. Pero aún así,¿deberíamos intentar ofrecer mecánicas distintas de relación entre nosotros? ¿Es posible evitar los estatus y los escalones de poder en la comunidad artística? Ya veis,solo dudas.
Bueno,no pienso releer este texto antes de mandarlo porque si lo hago no lo mando. No sé si como aportación previa sirve de algo o no,pero un teatrero-payaso vasco no da pa más. Nos vemos en la capital del reino. Salud.
Pako Revueltas