LA HONESTIDAD CON LO REAL,DE MARINA GARCÉS

Los trabajos de Marina Garcés y de la coreógrafa Paz Rojo se cruzaron durante la pieza que veremos el sábado «Lo que sea moviéndose así». Publicamos este texto que influyó y estuvo presente durante la creación de esta pieza. Gracias a ambas.


Imagen de:Efthymia Zymvra/Ana Costales

LA HONESTIDAD CON LO REAL
Marina Garcés

 

Con mi mano quemada
escribo sobre la naturaleza del fuego
Flaubert

 

El arte parece ser hoy la punta de lanza de una repolitización de la creación contemporánea. Sus temas,volcados hacia lo real,sus procesos,cada vez más colectivos,y sus lugares,abiertos al espacio público,parecen atestiguarlo. Pero estas transformaciones no necesariamente son garantía de un reencuentro entre la creación y lo político. Estamos viendo cómo fácilmente reproducen nuevas formas de banalidad y nuevos espacios para el autoconsumo y el reconocimiento. Que los temas del arte traten de temas políticos no implica que ese arte trate honestamente con lo real. La honestidad con lo real es la virtud que define la fuerza material de un arte implicado en los problemas de un tiempo y de un mundo que compartimos. Como vamos a ver,la honestidad con lo real no se define por sus temas,por sus procesos ni por sus lugares,sino por la fuerza de su implicación y por sus anhelos:un anhelo de verdad,un anhelo de nosotros y un anhelo de mundo.

 

Modos de tratar

Tanto en el arte,como más allá de él,las preguntas del Occidente moderno acerca de la realidad han sido básicamente dos:cómo pensarla y cómo transformarla,es decir,las preguntas acerca de la representación y de la intervención. La repolitización de la creación contemporánea también se mueve en el marco de estas dos cuestiones. De ahí que el documentalismo haya devuelto lo real al centro de la representación y que el activismo esté marcando el ritmo de las prácticas creativas.

La perspectiva de la honestidad introduce una nueva pregunta:¿cómo tratamos la realidad y con la realidad? Hay modos de representar,modos de intervenir y modos de tratar. En el trato no se juega simplemente la acción de un sujeto sobre un objeto,medible a partir de una causa y unos efectos. En el trato hay un modo de estar,de percibir,de sostener,de tener entre manos,de situarse uno mismo…El trato no se decide en la acción,incluso puede no haberla. El trato es un posicionamiento y a la vez una entrega que modifica a todas las partes en juego. Hay una política que tiene que ver con esta tercera dimensión de nuestra relación con lo real. Esta política tiene sus propias virtudes y sus propios horizontes,de los que vamos a intentar hablar en estas páginas.

La “honestidad con lo real” es la perspectiva con la que la teología de la liberación inscribe su mirada en un mundo a la vez de sufrimiento y de lucha[1],en el que las víctimas son la clave de lectura y el índice de verdad de una realidad que construye su poder de dominación sobre su olvido y su inexistencia. Tratar honestamente con lo real sería,por tanto,conjurar este olvido para combatir el poder. Esto no implica hablar de las víctimas,hacer de ellas un tema,sino tratar con lo real de tal manera que incluya su posición y su clamor. No se trata de añadir la visión de las víctimas a la imagen del mundo,sino de alterar de raíz nuestra forma de mirarlo y de comprenderlo. Esta alteración sólo puede conducir necesariamente al combate contra las formas de poder que causan tanto sufrimiento.

Desde ahí,la honestidad no es la virtud de un código moral que un sujeto ajeno al mundo puede aplicarse a sí mismo sin atender a lo que le rodea. Desde ahí,no hay “un hombre honesto” capaz de convivir,más allá de su honestidad,con la hipocresía y con la barbarie de su entorno. La honestidad es a la vez una afección y una fuerza que atraviesan cuerpo y conciencia para inscribirlos,bajo una posición,en la realidad. Por eso la honradez,de alguna manera,siempre es violenta y ejerce una violencia. Esta violencia circula en una doble dirección:hacia uno mismo y hacia lo real. Hacia uno mismo,porque implica dejarse afectar y hacia lo real porque implica entrar en escena.

Dejarse afectar no tiene nada que ver con el interés,puede ir incluso en contra del propio interés. No hay nada más doloroso que escuchar a un artista o a un académico presentando sus “temas”,siempre con la apostilla:“me interesa…” “estoy interesado en…” los suburbios,por ejemplo. ¿Cómo le pueden interesar a uno los suburbios? O le conciernen o no le conciernen,o le afectan o no le afectan. Ser afectado es aprender a escuchar acogiendo y transformándose,rompiendo algo de uno mismo y recomponiéndose con alianzas nuevas. Para ello hacen falta entereza,humildad y gratitud. Aprender a escuchar,de esta manera,es acoger el clamor de la realidad,en su doble sentido,o en sus innumerables sentidos:clamor que es sufrimiento y clamor que es riqueza incodificable de voces,de expresiones,de desafíos,de formas de vida. Tanto uno como el otro,tanto el sufrimiento como la riqueza del mundo son lo que el poder no puede soportar sin quebrarse,sin perder su dominio sobre lo real,basado en la separación de las fuerzas,en la identificación de las formas,en la privatización de los recursos y de los mundos. Por eso el poder contemporáneo es un poder inmunizador. No sólo es inmunizador en un sentido securitario sino también anestesiante[2]. Por un lado protege nuestras vidas (nos hace vivir) y por otro las atenúa neutralizándolas y volviéndolas ajenas a los otros y al mundo. Esto es a lo que Tiqqun llama el liberalismo existencial:“vivir como si no estuviésemos en el mundo”[3]. La primera violencia de la honestidad con lo real es,por tanto,la que debemos hacernos a nosotros mismos rompiendo nuestro cerco de inmunidad y de neutralización. Eso pasa por dejar de hacer del mundo un campo distanciado de intereses y convertirlo en un campo de batalla en el que nosotros mismos,nuestra identidad y nuestras seguridades,resultaremos los primeros afectados.

Por eso tratar con la realidad honestamente significa también entrar en escena. Lo decía recientemente un dibujante:“No soy objetivo,sólo pretendo ser honesto. Por eso entro en escena…”[4] La imagen es literal,puesto que él mismo se incluye en sus viñetas. No son lo que sus ojos ven,son fragmentos del mundo en el que él mismo está implicado. Ser honesto con lo real,por tanto,no es mantenerse fiel a los propios principios. Es exponerse e implicarse. Exponerse e implicarse son formas de violentar la realidad que los cauces democráticos de la participación y la libertad de elección neutralizan constantemente en todos los ámbitos de la vida de nuestras sociedades. En el campo de la política es evidente. Participar es no implicarse. Ésta es la base sobre la que está organizado todo el sistema de representación política. Pero lo mismo ocurre,de manera más sutil y engañosa,en la esfera cultural,desde el ocio masivo hasta las formas más elitistas,alternativas y minoritarias de creación artística. En todos los casos se nos ofrecen tiempos y espacios para la elección y la participación que anulan nuestra posibilidad de implicación y que nos ofrecen un lugar a cada uno que no altere el mapa general de la realidad. Como electores,como consumidores,como público incluso interactivo… la creatividad (social,artística,etc) es lo que se muestra,se exhibe y se vende,no lo que se propone. Lo que se nos ofrece así es un mapa de opciones,no de posiciones[5]. Un mapa de posibles con las coordenadas ya fijadas. Tratar lo real con honestidad significa entrar en escena no para participar de ella y escoger alguno de sus posibles,sino para tomar posición y violentar,junto a otros,la validez de sus coordenadas.

 

Intervención,compromiso,implicación

Desde ahí debemos replantearnos dos supuestos fundamentales de la creación moderna y contemporánea:el compromiso como condición del creador y la intervención,como horizonte de su actividad creadora. La cuestión del compromiso y de la intervención aparecen históricamente ligados a la figura del intelectual-artista como entidad separada:separada por su condición de clase y por sus capacidades,claramente distintas de las del resto de la población. Desde ahí,el compromiso sólo puede ser vivido desde la distancia:como la decisión de una voluntad separada que interviene sobre el mundo. La duda que se abre entonces es si el compromiso anula o refuerza esta distancia,si el intelectual comprometido afirma o niega,con su acto voluntario,su vínculo con el mundo.

En tiempos en los que la figura del intelectual comprometido adquirió dimensiones gigantescas y emblemáticas en el personaje de Sartre,Merleau-Ponty,amigo y compañero hasta un cierto punto de su recorrido común,escribió:“El compromiso en el sentido sartreano es la negación del vínculo entre nosotros y el mundo que aparenta afirmar”,“uno no se compromete más que para deshacerse del mundo”[6]. Son palabras fuertes,escritas con el dolor de una amistad imposible y con la necesidad de una toma de posición en la que se jugaban destinos colectivos importantes en el curso de los movimientos revolucionarios de los años 50 en todo el mundo.  Lo que nos está diciendo Merleau-Ponty es que el compromiso es un acto que refuerza la distancia de una conciencia que se pone frente al mundo y que establece,como único vínculo con sus problemáticas,el vacío de una decisión libre de la voluntad. “Yo,desde mis criterios y mi pensamiento,libremente me comprometo con tal causa y decido intervenir…” Así argumentaría el intelectual-artista comprometido,haciendo de su “natural” e incuestionable distancia la condición de la crítica y de la intervención.

¿Qué sentido tiene retomar esta discusión en nuestros tiempos? Aunque el mundo global no ha borrado las desigualdades sociales sino que las ha extremado,sí que ha anulado el lugar privilegiado desde el que mirar el mundo y el monopolio de las capacidades para interpretarlo y crear sentido. Los lugares se han multiplicado hasta el punto de que parecen haber desaparecido y las capacidades se han diseminado. ¿Quién habla? ¿Quién piensa? ¿Quién crea? Más allá del espejismo unitario de la globalización y sus productos de mercado,hoy no sabemos desde qué garaje,barrio o idioma se están creando herramientas para construir los sentidos de la realidad. Contra la realidad única del mercado global se abre la sombra incierta de un (no-)saber anónimo del que nadie tiene las claves de interpretación. Proyectar sobre esta sombra del mundo los horizontes luminosos y bien localizados del compromiso y de la intervención no sólo no tiene sentido sino que es un acto de total deshonestidad. La honestidad con lo real no permite reeditar hoy el juego de distancias que dieron vida al intelectual-artista. ¿Significa esto que tiene que desaparecer y callarse para siempre? ¿Significa esto que ya no hay espacio para la crítica? Todo lo contrario. Significa que hay que ser más exigente y más honesto. Que no nos corresponde ya comprometernos con las causas del mundo sino implicarnos en él. ¿Cuál es el sentido de esta implicación?

Sloterdijk hace una reflexión interesante en este sentido,aunque no sea precisamente un ejemplo de pensador implicado:

“Si las cosas se nos han acercado tanto hasta llegar a quemarnos,tendrá que surgir una crítica que exprese esta quemadura. No es tanto un asunto de distancia correcta (Benjamin) cuanto de proximidad correcta. El éxito de la palabra ‘implicación’ crece sobre este suelo;es la semilla de la Teoría crítica que hoy surge bajo nuevas formas (…) La nueva crítica se apresta a descender desde la cabeza por todo el cuerpo.”[7]

De la distancia correcta a la proximidad correcta. De la cabeza al cuerpo. No es un desplazamiento entre polaridades contrapuestas sino entre reversibilidades. Implicarse es descubrir que la distancia no es lo contrario de la proximidad y que no hay cabeza que no sea cuerpo. Es decir,que no se puede ver el mundo sin recorrerlo y que sólo se piensa de manera inscrita y situada. Parece simple,pero es lo más difícil porque exige cambiar el lugar y la forma de mirar. Como decíamos al principio,hay que dejarse afectar para poder entrar en escena. Hay que abandonar las seguridades de una mirada frontal para entrar en un combate en el que no vemos todos los frentes[8]. Este combate no se decide a voluntad propia ni,como decíamos antes,según el propio interés. Es a la vez una decisión y un descubrimiento:implicarse es descubrirse implicado. Implicarse es retomar “la situación para hacerla tangible”[9] y,por tanto,transformable. Antes que transformar la realidad hay que hacerla transformable. Esto es lo que el poder hoy neutraliza constantemente,cuando nos hace vivir,como decíamos antes,como si no estuviéramos en el mundo,vidas autorreferentes,privatizadas,preocupadas,anestesiadas,inmunizadas. Vidas ahogadas en la ansiedad de no poder morder la realidad.

Desde ahí,el sentido de la implicación se despliega en múltiples planos:

1) descubrirse implicado es interrumpir el sentido del mundo. No hace falta insistir mucho en cuál es el sentido del mundo. “Esto es lo que hay”:la realidad incuestionable del capitalismo como sistema y como forma de vida y la complejidad de un sistema de interdependencias que se nos presenta inconmensurable,incontrolable,ingobernable. Gestionar la propia vida[10] en este contexto es nuestro lugar y nuestro papel. Y tenemos que cumplirlo bajo amenaza de quedar “fuera de reparto”. Descubrirse implicado interrumpe este sentido que encierra nuestras vidas en la impotencia y las pone bajo amenaza. Como toda interrupción,abre una distancia. Pero no la presupone. A diferencia de la crítica,que necesitaba de la distancia para desplegarse,la implicación es el vacío de sentido que se abre cuando hacemos experiencia de nuestra proximidad con el mundo y con los demás. Esta proximidad es nuestro impensado. Esta proximidad es la que nos distancia y despega del sentido del mundo. Esta proximidad es la que provoca la crisis de sentido que nos fuerza a empezar a pensar,a hablar,a crear.

 

2) Descubrirse implicado es encontrar la fuerza del anonimato[11]. En esta experiencia de nuestra proximidad impensada con el mundo y con los demás,se abre un vacío y a la vez se produce un encuentro. Somos desalojados de nuestra vida gestionada,de nuestro “Yo-marca”[12],y nos descubrimos entre las cosas y entre los otros,hechos de la misma materia que el mundo. “¿Lo real? Eso somos nosotros”,escribe Jon Sobrino[13]. Este nosotros rehúsa ser imagen de sí mismo. Real,no es representable ni cabe en ninguna identidad aunque pueda alojar múltiples singularidades. Este nosotros ha hecho suya la fuerza del anonimato,la fuerza de un sentido del que nadie se puede apropiar. Desde la lógica separada del compromiso,el nombre se convertía en una firma,una estrella en la oscuridad. En la experiencia de la implicación,los nombres se convierten en las pistas de un juego de sombras. La fuerza del anonimato no necesita renunciar a los nombres. Un nombre asumido con honestidad es siempre una señal entre muchas de la existencia de un mundo común,de que “vivir es despertar en los vínculos”[14].

 

3) Por todo ello,descubrirse implicado es “adquirir pasiones inapropiadas[15]. Ni son adecuadas al sentido del mundo ni nos podemos apropiar de ellas. Estas pasiones son las posiciones que no se corresponden con ninguna opción. No es un juego de palabras. Son los posibles que no se escogen y que desarticulan las coordenadas de nuestra realidad. Para la teología de la liberación estos posibles no escogidos son las víctimas,la verdad encarnada en sus cuerpos heridos,en sus vidas maltrechas. En ellas y con ellas está la pasión que no puede apropiarse el poder aunque la encubra con todo tipo de estrategias de victimización y de terapeutización. Descubrir nuestras pasiones inapropiadas es tomar hoy una posición. La posición de las víctimas,la posición de las disidencias,la posición de las resistencias…en definitiva,la posición que trazan los gestos de dignidad en una realidad flexible donde todo parece haberse hecho posible. La dignidad impone un límite compartido a la realidad:porque en la dignidad de cada uno se juega la de todos los demás. Marca una posición que debe ser afirmada o defendida en cada caso,en cada situación,produciendo en cada contexto su propio sentido. No se resume en un código de valores aplicable a cualquier tiempo y lugar (como propone la salida neoconservadora a la postmodernidad) ni necesita recurrir a una pura exterioridad (como parecen proponer las miradas hacia “lo otro” de occidente). Se juega en cada vida en tanto que está implicada en un mundo común.

 

El arte de la implicación

Hablar del arte de la implicación ya no es hablar de arte. Y mucho menos de los espacios,las dinámicas y los protagonistas de la institución-arte. En todo caso,es incorporar la creación artística a algo que la incluye,la sobrepasa y la necesita. Toda sociedad necesita de un arte honesto,aunque no le llame arte,porque toda sociedad necesita lenguajes para tratar honestamente con la realidad.

¿Puede el arte que conocemos aportar algo en esta dirección? ¿Puede contribuir de alguna manera en la tarea de descubrirnos implicados,es decir,de interrumpir el sentido del mundo,reencontrar la fuerza del anonimato y adquirir pasiones inapropiadas? Me es difícil saberlo,pero no dejo de desearlo. Deseo un arte,una poesía,una filosofía,una enseñanza,que no sean el instrumento y el pasatiempo de un capitalismo a la vez colorido y brutal,que no contribuyan a la hipocresía con la que podemos seguir aquí como si nada estuviera pasando o como si lo que pasa no fuera con nosotros. A este deseo no le basta con denunciar la banalización y la funcionalidad del arte en las estructuras de poder dominantes. Esta tarea crítica es imprescindible,pero desgraciadamente no esperamos que nos descubra nada que no sepamos o nada que nos sorprenda. A este deseo tampoco le basta quedarse deseando.

Este escrito es una apuesta y una llamada,un voto de confianza y a la vez una exigencia. El arte,si quiere ser político,tiene que ser ante todo honesto en el sentido que hemos definido hasta aquí:no tanto en sus temas ni en su voluntad de intervención sino en su modo de tratar con la realidad y de tratarnos a nosotros mismos. En un arte honesto,hable de lo que hable,toque lo que toque,siempre encontraremos el rastro de tres anhelos,o de tres alientos:un anhelo de verdad,un anhelo de de nosotros y un anhelo de mundo. Anhelo de verdad,en prrimer lugar,porque como dijo y escribió una vez la poetisa austríaca Ingeborg Bachmann,toda creación “nos educa en una nueva percepción,en un nuevo sentimiento,en una nueva conciencia.”[16] Sin ellos,sin este anhelo de verdad,sólo nos quedaría el propio movimiento del creador. En nuestro mundo de hoy,al artista en  movimiento en constante elaborando su currículum y sus innumerables proyectos:“Vemos la espuma en sus labios y aplaudimos. Sólo se mueve entonces este aplauso fatal”.[17]

En segundo lugar,un anhelo de nosotros. La nueva posibilidad de percepción,de sentimiento y de conciencia que se abre en una creación artística,necesariamente nos convoca. No nos convoca como público. En toda creación,en toda idea verdadera,se produce el efecto de una autoconvocatoria. Aunque todos pensamos y todos creamos,no hace falta caer en la trampa pseudodemocrática de decir que todos somos artistas,que todos somos pensadores. Pero toda idea verdadera abre el campo de un nosotros recorrido por la inquietud de la que no podemos ser consumidores ni espectadores ni especialistas. Una inquietud que sólo podemos compartir y transmitir. Éste es el efecto de la toma de posición que desarticula el mapa de los posibles,“un puñetazo que sacude el mar helado que todos llevamos dentro”.[18]

Anhelo,finalmente,de mundo. Un arte que trate honestamente con lo real contribuirá necesariamente a enseñarnos a ver el mundo que hay entre nosotros. Como decíamos,este mundo no estará encapsulado ni representado en sus obras. Se nos ofrecerá como posibilidad irrenunciable en sus formas de mirar,de escuchar,de hablar y de tocar,en la manera como nos convoca y nos inquieta,en la posición que toma y que nos hace tomar.

 

…Y si en algún momento el arte deja de ser recorrido por la violencia de la implicación y por estos tres anhelos,si la palabra misma “arte” impide y bloquea esa afección y esa fuerza a la que hemos llamado la honestidad con lo real,no hay que tener miedo. Podemos dejar de hablar del arte en singular,podemos dejar el arte a un lado,y buscar nuevos nombres para esas creaciones en las que los hombres y mujeres de cualquier tiempo y lugar han luchado   juntos por una vida digna de ser vida.

 


[1] Véase por ejemplo Jon Sobrino,Terremoto,terrorismo,barbarie y utopía. Ed.Trotta,2002. Agradezco al amigo Ricardo Barba el acercamiento a estas vidas y perspectivas.

[2] Son interesantes las reflexiones de Roberto Esposito sobre el “paradigma inmunitario” de la modernidad (en Communitas,Inmunitas y Bios,los tres libros traducidos en Amorrortu) y de Alain Brossat sobre la relación entre democracia y anestesia,en La democracia inmunitaria,Palinodia,2008

[3] Ver Llamamiento y otros fogonazos,Acuarela,Madrid,2009

[4] Joe Sacco,en El Pais,25/10/2009

[5] He desarrollado más ampliamente esta idea de la cultura como instrumento del nuevo capitalismo que despolitiza la experiencia de la libertad y de la participación,en mi artículo “Abrir los posibles”

[6] Merleau-Ponty,M.:Les aventures de la dialectique,Gallimard,1955,p. 269 y 265

[7] Sloterdijk,P.:Crítica de la razón cínica,Siruela,2003,p. 23

[8] He desarrollado la relación entre implicación y visión periférica en “Visión periférica. Ojos para un  mundo común”,en José A. Sánchez (ed.) Arquitectura de la mirada,Cuerpo de letra,2009

[9] Tiqqun,“¿Cómo hacer?”,en La fuerza del anonimato,Espai en Blanc nº5-6,Ed.Bellaterra 2008

[10] López Petit,S.:La movilización global. Breve tratado para atacar la realidad,Traficantes de sueños,2009

[11] Remito a la publicación colectiva de Espai en Blanc,La fuerza del anonimato,Ed.Bellaterra,2008

[12] López Petit,S.,op.cit.

[13] Sobrino,Jon,op.cit.,p. 18

[14] Merleau-Ponty,op.cit.,p. 225

[15] Rancière,J.:“Les paradoxes de l’art politique”,en Le spectateur émancipé,La Fabrique,2008,p.69

[16] Bachmann,I.:Leçons de Francfort. Problèmes de poésie contemporaine,Actes Sud,1986,p.28

[17] Bachmann,I.:op.cit,p.30

[18] Kafka,F.:Carta a Oskar Pollack del 27 de enero de 1904

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